Desde Córdoba
Después de ocho días de paro, y tras una jornada de tensión, en una ciudad de Córdoba prácticamente militarizada, los choferes de colectivos habían anunciado anoche el levantamiento de la medida de fuerza. Cerca de las diez de la noche, y desde el Ministerio de Trabajo, los delegados de los choferes dijeron que hoy volverían al trabajo pero no cobrarían el boleto a los pasajeros. Como parte del acuerdo, se anunció también que serán reincorporados los choferes despedidos –condición innegociable de los huelguistas– y el pago de las horas no trabajadas durante la última semana. “Quédense tranquilos, volvemos a trabajar”, dijo el delegado Marcelo Marín. Sobre el reclamo salarial que originó el conflicto, las partes acordaron “seguir discutiendo”. Sin embargo, los trabajadores se toparon una vez más con la intransigencia de la parte contraria: los empresarios rechazaron el acuerdo y el conflicto continúa.
Córdoba amaneció ayer plagada de uniformes, borceguíes, carros de asalto y móviles policiales. Los pasajeros del transporte urbano que subieron a los cien colectivos que salieron de la Escuela de Aviación Militar se encontraron con la escolta a bordo de guardias armados hasta los dientes y con chalecos antibalas en cada vehículo. Eso, más un móvil policial detrás de cada uno de los ómnibus que cumplieron, de 7 a 21, el “servicio de emergencia” dispuesto por el intendente Ramón Mestre.
“Córdoba parece Saigón en Apocalypsis Now, llena de milicos y gendarmes. Desde aquí siento los helicópteros... ¡Qué lindo el Cambio que se vino!”, posteó el jurista José Siles en su sitio web y, más allá de la amarga humorada, hubo muchos que se sintieron identificados con la imagen evocada.
No fue para menos: en cada uno de los puentes de ingreso al casco céntrico, los retenes policiales, el pedido de documentos, los birretes y los fusiles, más los helicópteros patrullando en vuelos rasantes, parecían el sueño hecho realidad de Sergio Massa y Patricia Bullrich juntos, cuando plantearon cada uno a su turno, sus deseos de militarizar villas y barrios humildes para combatir a los narcos.
“Mire, a mí me pareció raro subirme a un bondi con tanto quilombo... Me dio cosa y sí, un poco de miedo. Pero necesitaba ir a trabajar –contó Liliana, de 50 años, a este diario, casi como pidiendo disculpas–. Yo limpio una casa en barrio Alberdi y el tramo hasta mi laburo me cuesta mucho en remís. Yo los entiendo a los choferes, pero fue muy duro. Toda la semana pasada me fui a pie. Demasiado sacrificio por dos monedas.” Liliana se tomó el 70 en la avenida Colón. No le cobraron.
Cerca de las 16.30, miles de trabajadores de los gremios nucleados en las CGT-Rodríguez Peña y CGT-Regional Córdoba acompañaron a los choferes en un acto que se hizo en el punto de acampe de todos estos días: frente a la UTA Córdoba.
Mientras marchaban, un grupo de choferes dialogó con PáginaI12: “Mire –tomó la delantera un chofer de la empresa Aucor– este Mestre nos está ninguneando a todos. No da bola. No nos llama a nuestros delegados, a las bases, porque no le conviene. Quiere que (Roberto) Fernández de la UTA nacional siga imponiéndonos lo que él quiere desde allá. Que siga la intervención. Y nosotros acá en Córdoba, tenemos bases que sentó el Negro Atilio López. Tenemos mejor convenio. Tenemos nuestra propia voz”, dijo, resumiendo el origen del conflicto, un acuerdo paritario nacional que fue rechazado por las bases en Córdoba. Otros cinco compañeros lo apoyaron de camino al acto que se concretó frente al acampe. “Andamos en grupo porque si andamos solos nos van a llevar presos de a uno”, explicó uno de ellos.
Ayer sus “bondis” fueron “usurpados”: “Nuestros asientos están en manos de tipos que ni saben manejar, da bronca, da mucha bronca”, protestaron antes de señalarse unos a otros a un policía de la federal que tiene un celular apuntando al grupo. “Nos sacan fotos, señora, eso es para despedirnos después.”
Con el correr del día se supo que quienes ocuparon sus asientos fueron en su mayoría choferes novatos, sedientos de trabajar, que habían presentado sus currículums en las empresas privadas que desde la gestión de Mestre se hicieron cargo del servicio: por las radios hubo pasajeros que se quejaron de su impericia para manejar, de “sus nervios” al volante y de “que no se sabían ni el recorrido”. Pero también los choferes rebeldes contabilizaron “unos 40” que fueron a trabajar: “El domingo los apretaron en sus casas, les llevaron la carta documento armada, se las mostraron… Y bueno, fueron”.
Cuatro detenidos
Ayer hubo cuatro choferes detenidos, “cuatro personas que tenían camperas de la empresa Ersa”, según informó la policía más tarde, y que “fueron encontrados con clavos tipo miguelito y marihuana (sic) en una Kangoo”. Informaron que “sólo una unidad (de ómnibus) sufrió pinchaduras por estos clavos en barrio Santa Isabel”.
El tema de los despidos fue una de las claves en el acto al que faltaron –y se sintió– nombres tan importantes y esperados como los de Gabriel Suárez, de Luz y Fuerza; Rubén Daniele de los municipales del SUOEM; o José “Pepe” Pihén, del Sindicato de Empleados Públicos (SEP), y a la vez titular de la CGT Regional Córdoba. Enviaron columnas, pero no estuvieron. Al final del acto, Mauricio Saillén del Surbac no ocultó su decepción: “Más vale que sentimos que no hayan estado. Pero sabemos que nos acompañan y vamos a seguir la lucha. No vamos a permitir que ningún chofer quede afuera. Ayer el intendente dijo que están todos despedidos, como si él fuera el empresario. Nosotros no vamos a dejar la lucha hasta que no se reincorporen todos los trabajadores despedidos”, repitió. Y contraatacó al plebiscito que propuso el domingo el intendente sobre el servicio de transporte, pidiendo “plebiscitemos entonces si, después de todo este tiempo y con lo que hizo, queremos que Mestre siga siendo el intendente”.