Aloners                    7 Puntos

Honja saneun saramdeul; República de Corea, 2021

Dirección y guion: Hong Seong-eun.

Duración: 91 minutos.

Intérpretes: Gong Seung-yeon, Jung Da-eun, Seo Hyun-woo, Park Jeong-hak.

Estreno en MUBI.

La soledad en las urbes contemporáneas. Ese podría ser el gran tema de la opera prima de la surcoreana Hong Seong-eun, que debutó en el Festival de Jeonju, en su país natal, antes de comenzar una recorrida festivalera de relevancia en Toronto y San Sebastián. Pero Aloners es más que eso, y tal vez su mayor virtud sea la forma en la cual entrecruza la delicada observación de la rutinaria vida de la protagonista con los mitos fantasmales urbanos, que podrían no ser otra cosa que manifestaciones de las angustias y deseos insatisfechos. O, quién sabe, tal vez no. Jina (la actriz de televisión Gong Seung-yeon, en su debut cinematográfico) anda por los veintitantos y trabaja en un call center, respondiendo inquietudes y quejas de los usuarios de una tarjeta de crédito. La mejor de todas en ese piso compartimentado, la más eficiente y veloz, Jina deja la oficina y de inmediato se conecta al celular, el cable de los auriculares haciendo las veces de cordón umbilical; a tal punto que casi no observa lo que ocurre a su alrededor. Del trabajo al departamento donde vive, donde la tele reemplaza momentáneamente al telefonito, y de la casa al trabajo al día siguiente.

Afirma la Wikipedia que honjok es el término coreano que designa a la gente que decide conscientemente llevar a cabo todas sus actividades en soledad –comer, beber, viajar, etcétera–, un cambio significativo respecto de las costumbres tradicionales de la sociedad de ese país, orientada a las actividades grupales. Jina es definitivamente una honjok, en cuerpo y alma, y cuando una nueva empleada en el trabajo insiste en acompañarla durante el breve descanso para almorzar, no puede impedir sentarse en un lugar donde nadie pueda ocupar el espacio contiguo. La cámara de seguridad que quedó instalada en el departamento de su madre le permite asistir a otras vidas sin interferir ni ser interpelada, y ni siquiera los rituales funerarios de un exvecino logran sacarla de un estado crecientemente catatónico, confortablemente adormecedor.

Tres cosas comienzan a horadar el automatismo, que a fuerza de repetición se ha convertido en un refugio emocional. Por un lado, la reciente muerte de su madre, que la ha puesto nuevamente en contacto con un padre que, muchos años atrás, abandonó a ambas mujeres. Por el otro, la llegada de la nueva empleada a la oficina, a quien debe entrenar forzosamente durante cinco largas jornadas. Finalmente, el fallecimiento del vecino, un joven con el cual apenas si se hablaba y cuyo cuerpo es hallado varios días después del terrible suceso. Aunque… ¿es posible que Jina se haya cruzado con él post mortem? Entre los llamados de rutina con requerimientos ídem, un cliente hace la consulta más disparatada: ¿acaso es posible que su tarjeta de crédito actual pueda ser utilizada en el año 2002? Es que el hombre acaba de inventar una máquina del tiempo y se le hace un poco incómodo trasladarse con un fajo de billetes. Ese elemento extraño, que bien podría pasar de largo como un pequeño giro humorístico en el guion, será el disparador de una de las escenas más sutilmente emotivas de Aloners.

Los encuadres de Hong Seong-eun aprovechan la geometría de los espacios donde se mueve la protagonista para potenciar la impresión de reiteración y claustrofobia, mientras que en sus viajes en ómnibus la bulliciosa Seúl aparece reflejada en las ventanillas, un mundo totalmente ajeno a sus intereses. Es el marco ideal para la notable actuación de Gong Seung-yeon, implacablemente impertérrita hasta que parece a punto de implosionar. Aloners evita en gran medida la bajada de línea y nunca juzga la alienación de la heroína, optando en cambio por un tono que alterna la descripción psicológica desde los márgenes con un sentido del humor que florece aquí y allá, cuando menos se lo espera. Una opera prima con sensatez y sentimientos.