Las vacaciones en EE.UU. no tienen ese halo sacramental del resto de países. Si uno pregunta a un camarero de Washington cuántos días de asueto cuenta por año, se puede encontrar con que le diga que tantos como quiera, dentro de lo razonable, con el pequeño “pero” de que no se las pagan. No se entienden las vacaciones como un derecho amparado por la ley. En muchas ocasiones depende de una negociación individual entre jefe y empleado. Uno de cada dos trabajadores estadounidense no tienen vacaciones pagadas y los que disfrutan de ellas cuentan con una media engañosa de 10 días en todo el año. Son datos de un informe del Center for Economic and Policy Research (CEPR) que confirma a EE.UU. como “la única economía avanzada” que no garantiza este derecho.
Paul Richardson sí tiene vacaciones, pero los trabajadores de sus negocios estadounidenses siguen fantaseando con unos días de descanso remunerados. El empresario inglés, dueño de la marca textil Hero y socio de Maxi López, decidió al llegar de unas largas vacaciones comprarse un equipo de fútbol, como uno se compra un yogur en el supermercado. “Al volver de un viaje de placer con la familia, las negociaciones se habían destrabado y cerramos el acuerdo en unos días”, declaraba al Daily Mirror. Es lo que se lleva. Hoy todo multimillonario que se precie debe tener entre sus activos patrimoniales un equipo de fútbol.
Maxi López, el exdelantero de River y del FC Barcelona, lo acompaña. Se ha convertido en el primer argentino dueño de un equipo de fútbol inglés: el Birminghan City. Una entidad con 147 años de historia, que desde 1989 viene naufragando a merced del modelo privatizador, sin obtener por ello grandes resultados futbolísticos. El club se viene comprando y vendiendo en dependencia del estado de ánimo del mercado. Sus aficionados han visto pasar todas las variables posibles del “modelo”, acostumbrados a que cada cierto tiempo se cuelgue en el estadio el cartelito de “Se Vende”. Es esa forma de permisividad social tan característica hacia las acciones de los hombres poderosos. En el Birminghan City aparecen todos los aspectos sociales formateados por ese proceso de privatización que reproduce el modelo de cosificación y deshumanización de un fútbol cautivo. En qué momento el mercado se apuntó a esta fiesta desbocada, a este baile bipolar de entretenimiento de masas y arte frívolo para millonarios.
El sueños de Maxi López es lograr que los “blues” ascienda a la primera división inglesa. “Primero tenemos que tener unos cimientos sólidos y luego empezar a construir sobre ellos”, expresó a Sky Sports. Estos consejos de “albañilería” son arduos conocidos. Forma parte del “modelo”. Está en los libros. El diseño “arquitectónico” se edifica sobre un consejo de administración y una rentabilidad sobre recursos (return on equity): el ratio entre el resultado neto del club/empresa y los fondos propios de su balance, que se convierte en el baremo más importante de ese consejo de administración. Todo ello asociado a una obligada cotización en Bolsa, donde la acción y su cotización se convierten en el fichaje más importante de la entidad. Así los clubes se transforman en productos bursátiles, encadenados a una política de mercado por multimillonarios que no se adueñan de clubes y jugadores, se adueñan de productos financieros. Así se fabrica el “modelo”.
Se necesita que los clubes babeen para ser privatizados. El Birmingham City viene babeando como un caracol desnortado desde los tiempos de la revolución conservadora de Margaret Thatcher.
A este fútbol de ricos ya no lo reconoce ni la madre que lo parió.
(*) Ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón del Mundo Tokio 1979.