El hombre gris 5 puntos
The Gray Man; EE.UU./República Checa, 2022
Dirección: Anthony Russo y Joe Russo.
Guion: Joe Russo, Christopher Markus y Stephen McFeely.
Duración: 126 minutos.
Intérpretes: Ryan Gosling , Chris Evans, Ana de Armas, Billy Bob Thornton, Jessica Henwick, Dhanush.
Estreno en Netflix.
Hijo bastardo de la gran saga de acción del siglo XXI –las sucesivas entregas de Misión imposible post Brian De Palma y John Woo–, El hombre gris pone toda la carne en el asador, pero no le alcanza ni siquiera para llegarle a los tobillos. Todo es ruidoso y veloz y extremo, como debe ser, pero la emoción apenas si logra asomar la cabeza durante dos o tres momentos puntuales. Insustancial es la palabra adecuada para definir el nuevo largometraje de los hermanos Anthony y Joe Russo, los sobrevalorados directores de Avengers Infinity War y Endgame y la imposiblemente pueril Cherry, su primer intento por llevar el cauce creativo a una temática y tratamiento “serios”. Con esta nueva película el dúo vuelve al concepto de blockbuster de costo millonario y ambición popular, pero los 200 millones de dólares de presupuesto se van en escenas de riesgo físico plagadas de efectos de posproducción apenas eficaces y un reparto de estrellas (Ryan Gosling, Chris Evans, Ana de Armas) que cumple pero nunca dignifica.
Gosling es Six (así nomás, un simple número: Seis), un presidiario que, en el breve prólogo, resulta elegido para formar parte de un ejército de mercenarios secretos al servicio de la CIA (Billy Bob Thornton es quien lo convence de aceptar el desafío; tanto él como Gosling bañados de ese rejuvenecimiento digital explorado por Scorsese en El irlandés). Muchos años después, y ya con su reclutador y padre putativo jubilado, Six cae en la cuenta de que la nueva misión que se le ha asignado implica asesinar a uno de sus colegas en las sombras. Listo, la traición ya está confirmada y el héroe queda más solo que un ermitaño en cuarentena, con la única excepción de Dani Miranda (de Armas), la bella e idealista agente de inteligencia dispuesta a desenmascarar las suciedades de sus superiores. Como en las películas de Bond y las de M:I, el internacionalismo de la trama lleva al protagonista a visitar diversos parajes, de Bangkok a Viena, con Praga como eje central de importantes acontecimientos (el film es una coproducción con la República Checa).
Podrá pensarse que la historia es lo de menos, que lo que importa realmente son las escenas de peligro y aventura. Todo bien con esa idea; el problema es la ejecución de las persecuciones y peleas. El gran set-piece en el centro de la capital checa, que incluye tiroteos, trompadas y caídas en las calles, varios automóviles y hasta un tranvía, es un pastrucho de efectos digitales amasados en un montaje frenético poco atractivo y rendidor, que hacen extrañar el “efecto Buster Keaton”, ese baño de realidad que Cruise impone como sello de calidad en cada fotograma de sus misiones.
En El hombre gris, además, hay melodrama de baja estofa (una chiquilla con un marcapasos que bien podría o no soportar las fuertes emociones) y un villano más grande que la vida pero con poca onda. Derivativa y sin alma, El hombre gris le hace todos los honores a su título.