Las intemperies             7 puntos

Argentina, 2021

Dirección: Guido de Paula y Andy Riva

Guion: G, de Paula, A. Riva y Nicolás Purdía

Duración: 72 minutos

Intérpretes: Alfonso Tort, Daniela Castillo Toro, Luis Amarillo, Ariadna Sprengler Goia, Diego de Paula

Estreno exclusivamente en el cine Gaumont.

Como las clase-B de los años 40 y 50, Las intemperies, opera prima de Guido de Paula y Andy Riva, es seca, concisa y económica. Hay un hombre que necesita expiar una tragedia, su hermano que vive como un ermitaño en medio del bosque, una mujer golpeada y el hombre que la golpeó, hijo de un poderoso del lugar, que merodea por la zona de modo amenazante. Lo que importa no es tanto la anécdota sino la coherencia de tono, la precisión del relato, las actuaciones ajustadas, la homogeneidad del conjunto, quebradas apenas por algún énfasis musical. El escenario es agreste y elemental, como en un western: el bosque, rocas, un río, una cascada. La resolución recuerda, de hecho, la de un western absolutamente fuera de norma, que terminaba con un final digno de un cuento de Borges (y no de cuchilleros): Rumbo al infierno (The Shooting, 1966), de Monte Hellman.

Lorenzo (Alfonso Tort) vuelve a Ushuaia con la intención de reparar, si eso fuera posible, un accidente mortal que él siente que motivó. Para ello debe hallar a su hermano mellizo, que en algún momento se internó en el bosque para desaparecer, y a quien llaman “El Santo de la Cascada”. En su busca se cruzará con distintos personajes, todos ellos más o menos solitarios, ya que la vida en el último rincón del mundo no se caracteriza por lo gregaria. Algunos de esos personajes le darán una mano. No precisamente un tal Johnny, a quien apodan “La Peste”, y su ladero. Johnny abusó de Sully (Daniela Castillo Toro), ex mujer del hermano de Lorenzo. Con esos escasos elementos, y un elenco (magnífico) íntegramente compuesto de actores anónimos (muchos de ellos gente del lugar, se adivina por lo ajustado de las actuaciones), De Paula y Riva arman el relato.

Por más de las mencionadas posibles referencias al western, a los realizadores no les interesa hacer “una de género”. Se trata antes que eso de una tragedia con posible expiación, y el tono grave (a veces quizás demasiado) se adecua a ello. Pero no sólo Lorenzo carga con el aire trágico sino también la gente del bosque (la película no transcurre en la capital de la provincia, sino en un caserío en medio de lo que indica el título). La soledad, el aislamiento, la falta de empleo (el aserradero que daba trabajo a los vecinos quebró), la desconfianza por el prójimo, también pueden serlo. Aunque algún gesto solidario tal vez ayude a salir, aunque sea por un rato, de ese pequeño infierno.