No esperó ni un solo día César Ollero a que su hija Inés cruzara la puerta de su casa, en San Andrés, provincia de Buenos Aires como no lo había hecho esa noche que debía haber llegado de la facultad y no lo hizo. No sabía qué, pero “ante la certeza de que algo había pasado”, salió a recorrer comisarías, visitó la terminal de la línea 187, que entonces su hija mayor tomaba desde la ciudad de Buenos Aires hasta el hogar de la familia, hizo incontables veces el recorrido del último servicio de esa empresa en el que solía viajar Inés, buscó a quienes compartieron con ella el trayecto que interrumpió un operativo de la Armada, las últimas personas que la vieron con vida. “No hubo día después para nosotros”, testimonió César ante los jueces de Cámara que dirigieron el Juicio a las Juntas. “Mi papá no hizo otra cosa que buscarla”, certificó Silvia Ollero, su segunda hija. “El oficio de buscar a Inés” es la película documental que reconstruye el impacto que sufre una familia frente a la desaparición de uno de sus integrantes. Así, con retazos de estos testimonios, de varios otros familiares y amigos de Inés, y referentes de organismos de derechos humanos y de la justicia, esta producción que se estrenó en el Centro Cultural Haroldo Conti es homenaje por partida doble: a quienes faltan y a quienes aún hoy esperan que regresen.
“Creo que ésa es la crueldad tremenda que tuvo la dictadura”, opinó Silvia en diálogo con Página/12 al señalar esa “herida abierta permanentemente de nunca saber cuál fue su destino, aunque con el tiempo puedas imaginarlo, y a la vez de no dejar nunca de buscar”.
La herida en la carne de la familia Ollero se abrió el 19 de julio de 1977, cuando Inés fue secuestrada, y el martes cumplió 45 años de provocar dolor. Un dolor que, de algún modo, la película documental “El oficio de buscar a Inés” amaina.
Inés Ollero estudiaba Biología en Ciencias Exactas de la UBA y era militante de la Federación Juvenil Comunista. Tenía 21 años en 1977, cuando ya era “un cuadro” de ese espacio político al que se había asomado en la preadolescencia. Aquella noche de julio tomó el último servicio del colectivo 187 en la estación Lacroze para regresar a su casa. Pero un operativo que, tiempo después su padre sabría, estuvo a cargo de la Armada, efectivos policiales pararon al interno 13 en el que viajaba Inés justo unas paradas después de que el transporte pasara por las inmediaciones de la fábrica textil Grafa, de Bunge & Born, y levantara a sus trabajadores. La pinza los hizo bajar a todes e inspeccionó el vehículo. Allí encontró unos panfletos que Inés llevaba consigo y ordenó el desvió el trayecto hacia la Comisaría 49. De allí regresaron a sus hogares todes, menos Inés.
Entonces empezó la búsqueda encabezada por César, quien en plena dictadura llegó a entrevistarse con Rubén Chamorro, el director de la Escuela de Mecánica de la Armada y jefe del centro clandestino que allí funcionó, en donde estuvo cautiva Inés. En ese andar lo acompañaron amigos de Inés. Entre ellos, Lois Pérez Leira, quien había noviado con la joven durante la adolescencia y fue “el gran gestor de la idea de hacer esta película, junto a la familia”, indicó Anahí Carballido Marzá. “Los impulsaba no sólo el cariño que tenían por ella sino el deseo de mantener viva su memoria, de compartir lo sucedido en lo íntimo y no sólo en lo que ha había acontecido a nivel público. En cierto sentido, se trataba de atender una ausencia, de seguir otorgándole formas de procesamiento, de bordearla, de acompañarse del relato actual como resignificador de los relatos pasados”, explicó la directora.
El proyecto nació muchos años atrás y tuvo una primera etapa de empuje autogestivo con el esfuerzo de la familia Ollero, de Pérez Leira y de Carballido Marzá. Un nuevo impulso recibió en una segunda etapa, ya con el trabajo de la productora Bikini Films y el apoyo del Incaa. El relato mecha lo sucedido hacia el interior de la familia con los efectos públicos que alcanzó la búsqueda que desarrollaron de Inés: un hábeas corpus –a cargo del juez Eugenio Zaffaroni– que fue el que más datos obtuvo de parte de las autoridades genocidas en relación con lo que ocurría con las personas que eran secuestradas y desaparecían; una denuncia que posibilitó, ya en democracia, la detención de Chamorro. Entre familiares y amigos, en el film también hablan la Madre de Plaza de Mayo Nora Cortiñas; la integrante de la Liga Argentina por los Derechos Humanos Graciela Rosenblum –ya fallecida– Adolfo Pérez Esquivel, el propio Zaffaroni.
El Conti fue el lugar elegido para la presentación oficial del largometraje, que dura una hora y que desde el martes 19 de julio, cuando se cumplen 45 años del secuestro y desaparición de Inés, está disponible en la plataforma de streaming Kinoa Tv. El lanzamiento contó con la participación de muchos y muchas de quienes hicieron posible la producción y de quienes sostuvieron la búsqueda de Inés junto a sus familiares, que también estuvieron. Varios de ellos visitaron el Museo Sitio de Memoria ESMA, que funciona en el Casino de Oficiales, el centro clandestino propiamente dicho del lugar. Allí, en capuchita, Inés fue vista por sobrevivientes. Lila Pastoriza es una de ellas, su palabra también es parte del relato de “El oficio de buscar a Inés”.