“Voy por ustedes con una cuchilla”, anota en tono rematadamente desafiante la fotógrafa estadounidense Justine Kurland en el prólogo de su más reciente obra, SCUMB Manifesto. Una serie que no se queda en la mera advertencia: concreta lo prometido. SCUMB, después de todo, es el acrónimo de Society for Cutting Up Men's Books, premisa que guía este trabajo de Kurland, donde efectivamente cercena alrededor de 150 libros de fotógrafos cis blancos, se apropia de los fragmentos y los vuelca en collages. Los “destruye”, en resumidas cuentas, en un revoltoso ejercicio de corta y pega, a los fines de generar “un mundo visual y social nuevo”.
Así lo plantea ella, que aclara -por si los moscardones- que no ha pretendido señalar a ningún varón en particular. “Se trata de una crítica al sistema y a las estructuras de poder, no a personas puntuales”, explica J.K. en una interviú al diario inglés The Guardian, rematando con sonrisa socarrona: “Así las cosas, debo decir que algunos de estos muchachos han estado ocupando demasiado espacio durante demasiado tiempo”.
Cae de maduro que SCUMB es, asimismo, un guiño a SCUM: polémico ensayo de 1967 de Valerie Solanas, famosa por este radical y ¿satírico? llamamiento a exterminar a los varones, cuyo título es un juego de palabras: el término significa “escoria” en inglés, y a la vez, son siglas por “Society for Cutting Up Men”. Solanas es famosa además por intentar asesinar a Andy Warhol, a quien le disparó porque estaba convencida -conforme recuerda Kurland en su fotolibro- de que él le había robado su guión Up Your Ass.
Kurland se inspira en el espíritu salvajemente transgresor de Solanas, aunque su causa sea muchísimo más sosegada: busca romper -literal y simbólicamente- “con el canon de la fotografía que ha estado en manos de los hombres”. De hecho, asegura que cada una de las obras de SCUM es “una subversión de género en términos de posesión”, “un modesto intento por compensar una vida de disparidades, incluida la salarial” y “un reclamo histórico”. A partir, dicho está, del collage, que atrae a Justine por “su naturaleza híbrida, turbadora, cyborg, del orden de la fantasía”.
Al respecto, advierte la crítica de arte española Gloria Crespo Maclennan que “son muchas las artistas que han venido a confirmar la idoneidad del collage como un formidable transmisor de las reivindicaciones feministas”. Pone como ejemplo el legado de Hannah Höch, Mary Beth Edelson, Martha Rosler… Otras que ameritan mención: Grete Stern, Barbara Kruger, Miriam Schapiro. “SCUMB Manifiesto supone un eslabón más en esta tradición”, indica la periodista especializada.
A pesar del tono beligerante, para J.K. su ritual ha sido amoroso y catártico. “Comencé pensando que sería un acto de pura anarquía punk, pero en realidad el collage es un medio expresivo bien delicado. Pasé horas haciendo cortes meticulosos y de encastre para luego juntar las piezas con cuidado. Ha sido, para mí, un acto más reparador que destructivo”, ofrece la autora que debuta aquí en esta forma de manifestación artística. Egresada de la Universidad de Yale a fines de los 90s, Justine es conocida por su labor como fotógrafa, en particular por su serie Girls Pictures: colección de imágenes que proponen una utopía donde adolescentes libérrimas habitan escenarios naturales sin peligros, sin temores, plenamente independientes.
En SCUMB, hay obras más directas que otras. Tal es el caso de aquellas labradas a partir de recortes de partes del cuerpo femenino desnudo, fetichizado por Helmut Newton y Guy Bourdin, que devienen una desconcertante aglomeración escultórica, onírica, surrealista, llamando la atención sobre la voracidad de la mirada voyeur masculina, conforme advierte el anteriormente citado diario inglés. Kurland también recorta imágenes de: William Eggleston (a partir de su fotolibro Los Alamos), Larry Clark (Tulsa), Martin Parr (Think of England), Alec Soth (Sleeping By the Mississippi), Lee Friedlander (Nudes) o, ya más lejos en el tiempo, obras legendarias de Brassaï (Paris By Night) y Robert Frank (The Americans).
Ojo: no menciona nunca jamás los nombres de los fotógrafos, pero sí da pistas para que la gente pueda descifrar sus identidades al bautizar cada collage como el libro original del que fue tomada la imagen. Queda en el público atar cabos, investigar quién es el autor de las fotos que ella ha “cercenado”. Si quiere, sobra decir; porque, como apuntan voces en tema, al borrar adrede los nombres de estos fotógrafos, en cierta forma Kurland está sugiriendo que son un grupo que se ha beneficiado de una situación de privilegio durante larguísimo rato, más allá del talento individual.
Cabe mentar que el año pasado Kurland exhibió una selección de 65 obras de SCUMB en una galería de Brooklyn, no sin antes enviar un email a muchos de estos varones (los que están vivos, por supuesto) para contarles del proyecto y mostrarles qué había hecho tras cortar y volver a montar sus fotos. “La mayoría no me respondió. Se ve que muchos no tienen demasiado sentido del humor y se ofendieron”, revela Justine. Hubo excepciones entre los reputados caballeros, todo sea dicho: “Tod Papageorge dijo que se sentía halagado; Stephen Shore me pidió una copia impresa; y Jim Goldberg me mandó su libro Raised By Wolves para que lo usara como materia prima en futuros collages”.