Cuando llegué de regreso a Buenos Aires, un amigo, sabiendo que me gustaría reunirme con el presidente Alberto Fernández, se comunicó con un ministro muy cercano a Alberto el lunes por la mañana y le envió la solicitud.

Alberto estaba hablando en un acto en la misma Casa Rosada, lo pude ver hablar por televisión. Cuando estábamos viendo una película francesa en un cine de Corrientes, al lado del hotel, llegó el mensaje: tenía que estar en la Casa Rosada a las 4 de la tarde. Me sorprendió y me encantó la rapidez del retorno. Tuvimos que dejar la película a la mitad e ir a la Casa Rosada.

Frente al palacio de gobierno había unos brasileños, que me reconocieron y quisieron sacarme unas fotos. Luego nos dirigimos a la entrada de la calle Balcarce y entramos a la Casa Rosada. Yo había estado allí cuando Cristina era presidenta de Argentina y yo dirigía Clacso. Con Alberto, era la primera vez.

Luego de atravesar varios espacios del imponente palacio, llegamos a su oficina, donde se encuentra la gran mesa en la que se realizan las reuniones del ministerio. Nos abrazó cálidamente, nos sentamos en un rincón y hablamos durante las siguientes dos horas.

Quise recordarle a Alberto que en ese espacio se había dado un abrazo que había cambiado la historia de América Latina: el abrazo entre Lula y Néstor Kirchner, con quien Alberto había trabajado. Hasta entonces, hicieron sentir a nuestros países como adversarios, incluso en la negociación de las deudas externas. Ese abrazo fue el reconocimiento histórico de que Brasil y Argentina son Hermanos y aliados. Allí comenzó el período político de integración regional más importante de nuestra historia.

Alberto hizo una descripción detallada de todo el proceso que lo llevó a visitar a Lula en la prisión de Curitiba. Como se les había pedido, desde el Comité Internacional Lula Livre, el apoyo de alguien de Argentina y trató de contactar al Papa.

Alberto escribió al Papa, quien respondió rápidamente, revelando su disposición a expresar su solidaridad con Lula. Le ofreció elegir la hora de la reunión en el Vaticano, un encuentro que se llevó a cabo y donde el Papa liberó a Alberto para revelar públicamente los términos de la reunión.

Durante la campaña electoral para la presidencia de Argentina, Alberto viajó a Curitiba para visitar a Lula, sin importarle el aprovechamiento que la derecha y los medios argentinos pudieran hacer de esa visita.

Según expresó -revelando plenamente su carácter- hay cosas, como esta visita, además de acompañar a Evo Morales de regreso a Bolivia, para protegerlo de cualquier situación adversa, así como la visita que le hizo recientemente a la dirigente Milagro Sala, detenida en prisión durante años, sin base legal. La visita a Lula fue otra expresión del carácter fuerte del presidente argentino. Lo que definitivamente estableció una relación profunda y cercana entre ambos. El viaje de Lula a Buenos Aires expresó el agradecimiento del líder brasileño.

En la conversación con Alberto, el tema de la integración latinoamericana ocupó bastante tiempo. Ahí expresó particular interés en la propuesta de Lula de una moneda común que comenzaría a configurar la dimensión económica de la integración.

En el caso argentino, además de este aspecto, lo que importa es la posibilidad, que transmite la propuesta original de Lula, de que esta moneda -SUR- sea adoptada a nivel nacional, lo que, en el caso argentino, puede ser un instrumento decisivo para superar el ciclo infernal de inflación que afecta al país. Ecuador también podría librarse de la dolarización.

La conversación se centró en Argentina y Brasil. Aún con preocupaciones por la inflación y la dolarización de la economía, Alberto se mostró optimista, dada la reanudación del crecimiento económico, el aumento exponencial de las exportaciones y la disminución del desempleo.

Le dije que, a pesar de la crisis, en las calles de Buenos Aires hay mucha menos gente abandonada, en comparación con las capitales brasileñas, como São Paulo y Río de Janeiro. Recordó que 22 millones, casi la mitad de la población argentina, están protegidos por algún tipo de apoyo de las políticas gubernamentales.

El encuentro con el Presidente de Argentina me hizo reconocer que realmente es un estadista, un gobernante con carácter, un líder con sensibilidad social y preocupación por compaginarlo con el balance de las cuentas públicas.

Un Presidente que tiene una gran admiración por Lula, por su estatura como líder latinoamericano e internacional, por su trayectoria de vida, por lo que representa para los brasileños. Él también está en la cuenta regresiva, al igual que los brasileños.

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