El Banco Central de la zona euro anunció la semana pasada un incremento de 50 puntos básicos de la tasa de interés. Se trata de la primera suba en más de una década y forma parte de una estrategia delineada en junio basada en endurecer la política monetaria para enfrentar el aumento de los precios. La inflación en las economías del Viejo Continente era cercana al 2 por ciento a mitad del año pasado, una cifra que ahora se ubica encima del 8 por ciento.
La escalada de los precios afecta a todos los países de la zona euro pero principalmente desordena a la economía líder de la Unión Europea: Alemania. Los alimentos, el transporte y los combustibles registraron importantes aumentos en los últimos meses y las perspectivas son pesimistas para la segunda parte del año. Se estima que las economías europeas entrarían en recesión.
Alemania es uno de los países más condicionados a partir de la guerra entre Rusia y Ucrania por la dificultad de asegurarse el abastecimiento normal de gas. Es un insumo que se requiere tanto para mantener el ritmo de la producción industrial como para poder garantizar la calefacción de los hogares cuando comiencen los meses fríos en el hemisferio norte.
En ciudades como Berlín, las temperaturas que en julio suelen estar en un rango de 15 a 24 grados bajan en enero a valores bajo cero. No es casualidad que las autoridades pidan desde ahora a la población limitar sus consumos de energía y hasta de agua caliente. El invierno será un desafío importante.
Uno de los grandes interrogantes de los últimos días era qué iba a pasar con el gasoducto Nord Stream, el más grande de Europa y a través del cual Alemania recibe combustible directamente desde Rusia. Luego de 10 días de una parada por mantenimiento, volvió a entrar a producción generando cierto alivio. Se especulaba que el mantenimiento no iba a terminarse en el corto plazo.
La situación, no obstante, luce compleja en la medida que a las tensiones de precios y las dificultades para asegurar el abastecimiento de energía se suman otros problemas. Principalmente se destacan la posibilidad de entrar en una fase recesiva (podría ocurrir sin la moderación de la inflación) para la economía alemana y toda la zona euro, la devaluación del euro en los últimos meses (se encuentra en su peor paridad contra el dólar en al menos 20 años) y las tensiones políticas.
Italia dio en los últimos días una muestra clara del desorden y los desequilibrios que existen en Europa. "Firmé el decreto de disolución de las Cámaras para que se celebren nuevas elecciones en el término de 70 días indicado por la Constitución". Así lo anunció el presidente italiano Sergio Mattarella.
La decisión ocurre luego de que el primer ministro de Italia, Mario Draghi, comunicara su salida del gobierno, lo cual reafirmó la crisis política que atraviesa la tercera economía de la Unión Europea. La definición estuvo acelerada por la imposibilidad de acordar con partidos de la coalición.
Las acciones en la bolsa de Milán respondieron con caídas. Ese escenario se potencia por la expectativa de problemas para los bonos de deuda corporativa, no sólo de Italia sino toda la zona euro, producto del impacto de la incertidumbre y del fin de ciclo del dinero barato por la suba de las tasas de interés. La situación va en línea con el planteo de organismos de la arquitectura financiera global que dicen que la deuda será uno de los grandes conflictos de 2023.