“Si algo aprendimos más que a hacer música es a funcionar en equipo con un grupo, que es lo más difícil”, destaca el cantante y compositor Hernán “El Cabra” De Vega a modo de balance de los 30 años de trayectoria de Las Manos de Filippi, una banda que supo combinar el humor y la crítica social, y que construyó un estilo que se expandió por toda América latina. Después de recorrer Mendoza, Rosario, Misiones, Chile y Uruguay, Las Manos celebrarán el aniversario con una gran fiesta el sábado 3 de diciembre en el Microestadio Malvinas Argentinas (Gutenberg 350). “Más allá de que vamos a mostrar todas las agrupaciones paralelas -Agrupación Mamanis, Che Chino y El Exagerado-, va a haber bandas amigas, músicos internacionales y vamos a invitar a músicos de viejas épocas de Las Manos”, adelante El Cabra.
Además, en los próximos meses grabarán algunos temas inéditos de los primeros años de la banda, como “Fakir”. Si bien el germen del grupo nació a fines de los '80 en los shows callejeros que hacía El Cabra primero en la peatonal de Villa Gesell y luego en la calle Florida, el proyecto musical se conformó oficialmente en 1992. “En ésa época, los shows en Gesell los hacía con un amigo diseñador gráfico, que armaba las gráficas y volantes. En un momento dijimos ‘armemos una banda y empecemos a juntar músicos’. Fue algo que sabíamos que iba a durar y que íbamos a hacer toda la vida, no sé por qué”, le dice el músico Página/12. “Siempre me duraron las cosas. Después con el tiempo aprendimos a llevar adelante una banda para que no se acabe, a no perder la alegría. Nunca dejar de estar pendientes si todavía es lo que te gusta. Las Manos fue como una escuela”.
-¿Esa intención de usar la canción como un canal para manifestarse social y políticamente apareció desde el comienzo del proyecto?
-Los comienzos míos fueron como músico callejero. Y como hacía canciones mías en la calle -no hacía las de Silvio Rodríguez, como casi todos en ésa época-, necesitaba que dijeran algo, pero no algo político. Tenían que generar algo, un chiste o lo que fuera. Ese estilo se me grabó por haber tocado mucho en la calle. No creo que la música tenga que decir siempre algo político, pero sí tiene que generar algo que no esperabas. Hacerte pensar o reír. En la calle tenés que hacer el esfuerzo para llegar a la gente. Cuando apenas empezó la democracia, en Florida la gente se ponía a discutir en las esquinas. Y cualquiera que se pone a gritar en una peatonal junta gente. Y si encima lo hacés como un espectáculo, más todavía. Son recursos para poder trabajar en la calle. Después, la faceta de las canciones políticas es lo que más se conoce nuestro. Tomamos el viejo estilo de protesta y tratamos de actualizarlo.
-¿Y cuál creen que fue el aporte de Las Manos a la canción de protesta?
-El aporte nuestro sucedió con "Sr. Cobranza" y nos marcó el estilo. Con esa canción empezamos a mencionar con nombre y apellido a mucha gente, porque hicimos algo que parecía que estaba prohibido. Pero la música de protesta de los '70 no estaba tan privatizada, no era un negocio tan armadito. Entonces, tenía más sentido la música en sí. Hoy en día, como todo el poder lo tienen los medios y las compañías, creo que nuestro aporte principal está en que no importa tanto la canción sino que el músico como trabajador sea el que milita, el que lucha, y después que haga la música que pueda. En eso me parece que está el cambio. Ya no tiene tanto sentido para mí hacer una gran canción de protesta para intentar cambiar algo. Eso lo puede hacer un músico como trabajador, organizándose y militando, más que con la música, que hoy ya está metida todo en un gran negocio. Después de Cromañón, el aporte nuestro fue haber impulsado reuniones de músicos, la creación de MUR (Músicos Unidos por el Rock), y actualmente participamos de Músicos Organizados. Ahí está me parece el cambio.
-La particularidad de Las Manos de Filippi, además, es que siempre trataron de usar el humor y la ironía en las canciones. ¿Es una forma de romper con la solemnidad y llegar de una manera más amigable con un mensaje?
-Más que amigable, es una forma de poder decir cosas más fuertes. Con el humor vas abriendo esas puertas para poder entrar. Si vos directamente tirás una bomba, a la gente la espantás. En cambio, tanto en los discos como en las listas de temas vamos acompañando el humor con crítica social. Hay muchos temas que son humorísticos y en el fondo tienen una crítica social que no es hacia los políticos sino hacia la sociedad. Por ejemplo, "Un cagado en el bondi" es una crítica a la paranoia que existe en las grandes ciudades. El arte tiene la posibilidad de la ficción. Hay que utilizar toda esa libertad que tiene el arte para manifestarse.
-¿Y por qué les interesó desde el comienzo de la banda incursionar en la cumbia? La cumbia "Himno del cucumelo" es de 1994 y en ésa época no era un género bien visto dentro del rock...
-Tiene que ver también con mis inicios en la calle, allá por 1986, porque nunca curtí esa pose rockera. De hecho, toda la gente que me rodeaba eran artistas callejeros, como mimos y fakires. Entonces, nunca tuve prejuicios en hacer otros estilos de música. Pero era consciente de que en ésa época si eras rockero eras rockero, si hacías heavy eras heavy y si hacías cumbia eras "negro". No podías ser rockero y hacer cumbia. Los primeros temas que tenía para salir a tocar a la calle eran un tango, una cumbia, un tema humorístico y uno contra la policía. Y además en ese tiempo empecé a escuchar Mano Negra y Maldita Vecindad, y me di cuenta que se podían tocar esos estilos. Eran bandas que rompían con la ortodoxia del rock, y hacían ritmos árabes y eran medio funky. En ésa época en las fiestas de mi familia y en los casamientos se bailaba cumbia, y ése era el momento festivo. Sonaban Los Wawancó, el Cuarteto Imperial. Y cuando armé la banda quería que fuera una fiesta. Y además el tema del cucumelo pedía cumbia. Era obvio... ¡No iba a ser un hardcore!
-Y además transitaron un camino alternativo dentro de la historia oficial del rock argentino, ¿no?
-Nuestro camino se fue haciendo solo y donde se abrían las puertas, avanzábamos. Nunca nos quedamos resentidos porque se nos cerró alguna puerta. Y no es que no queríamos firmar contrato con alguna discográfica sino que no se dio. Cuando intentamos, fueron malas experiencias. Venimos de una época en la que si hacías cumbia o firmabas con una compañía, "te vendías". Y todo eso sucedía porque no estaba bien claro el rol del músico como trabajador. Si uno toma conciencia de que es un laburante, no tiene por qué cargar con toda esa culpa de firmar un contrato o de hacer una música que no sea la tuya. Y eso se reforzó después de Cromañón. La muerte del Pomelo y todo eso. Por suerte, hoy los chicos se ven mucho más conscientes y van surgiendo nuevas mentes. Admiro a los pibitos que le ganaron la jugada a las compañías y están inventando un estilo, probando e investigando. A partir de las bandas indie, los traperos y toda esta movida joven se empezó a poner a los artistas adelante.
-Hay dos canciones que tuvieron mucha trascendencia en la historia de la banda: "El Himno del Cucumelo" y "Sr Cobranza", que fueron popularizadas por Rodrigo y Bersuit, respectivamente. ¿Son canciones representativas para Las Manos o las sienten ajenas?
-Nunca sentimos que las hubiéramos perdido. Por suerte, gracias a que las agarraron esos artistas tuvieron una gran difusión. Después de pasado todo el conflicto con Bersuit, que ya ni recuerdo por qué era, para nosotros "Sr. Cobranza" fue una carta de presentación en el mundo por ser los autores. Y lo bueno de que hayan sido esas dos canciones también es que un poco se ven nuestros dos extremos: una cumbia alucinógena y un tema bien directo. Son temas que no podemos dejar de tocar en vivo. Cuando vos hacés algo en un escenario o en la calle, lo que buscás es conectar con la gente. Y si hay algo que sabés que está esperando, no te aburrís nunca.