Hay cosas que ningún sucedáneo puede emular. Si para el mundo del espectáculo la pandemia significó una pesadilla, para el teatro de acción fue una desaparición de la escena. No hay streaming posible para esa experiencia que en la Argentina supieron desarrollar La Organización Negra, Ar Detroy, Teatro Sanitario de Operaciones, De La Guarda, Fuerza Bruta. La esencia misma de esa apuesta estética y artística no sabe nada de virtualidades, de conexiones a distancia, de émulos: siempre se trató de poner el cuerpo e ir al encuentro de una forma teatral que conmueve los sentidos e involucra a espectadores y performers de modo único e irrepetible.

Por eso, claro, Obras es una fiesta. Fuerza Bruta volvió con Wayra, y aunque el covid sigue dando vueltas no se puede evitar la idea de liberación, de fin de la pesadilla, de explosión de sensaciones. En el final, cuando todo ha sucedido -y ha sucedido mucho- y queda sonando una música que invita al baile celebratorio, cuesta irse del legendario reducto de Libertador. La sensación de haber recuperado el encuentro, algo de lo humano anulado por el virus, es demasiado potente.

Pero no se trata solo del feliz reencuentro con esa especial forma de teatro. No es novedad, pero hay que decirlo: Fuerza Bruta ofrece un espectáculo brillante, una maquinaria de perfectos engranajes que conjuga la habilidad y sensibilidad de sus performers, la absoluta demencia en la puesta de cada cuadro, la excelencia técnica, el concepto. ¿Cómo no identificarse con ese hombre que corre por la pasarela sorteando toda clase de objetos y personas, la vida diaria representada entre tambores? ¿Quién no se contagia de la salvaje felicidad de esas mujeres que recorren las alturas sobre un enorme telón platinado que abarca todo el estadio? ¿Cómo impedir que penetre en el cuerpo la energía que disparan las músicas tribales de Gaby Kerpel?

"Una sensibilidad colectiva, universal, sin traducción, ni anestesia. Brutalmente feliz", prometen el creador Diqui James, el director técnico Alejandro García y el coordinador general Fabio D'Aquila. Y todo eso se verifica en un espectáculo que encierra  la paradoja de tener todo cronometrado, diseñado al milímetro, y sin embargo transpira una total sensación de libertad, de que cada noche puede ser distinta. En la dramaturgia de Wayra no se cuenta una historia sino muchas, todos pueden verse representados allí, de manera franca o sutil, muchas veces de un modo imposible de llevar a la palabra. No es necesario. El cuerpo explica todo.

Y no se trata solo de habilidades aéreas o destrezas imposibles: esto no es el Cirque du Soleil. Hay momentos de pura poesía visual, de performers que diseñan una coreografía que es también escenografía. Cuando empieza a bajar esa descomunal pileta transparente, y los desplazamientos de las mujeres generan un lisérgico paño gigante de formas cambiantes, se entiende que el grupo busca el impacto y la potencia de cada "escena", pero también una serena forma de belleza que complete el cuadro humano. Somos acción y contemplación, hombres y mujeres obligados a movernos para sobrevivir, pero también seres necesitados de espacios oníricos que nos recuerden que estamos acá para algo más que producir, producir, producir. Que hay algo que late más allá de la razón. Fuerza Bruta sabe expresarlo. Y contagiarlo. Y entonces, sí, ciertas pesadillas se diluyen en el aire.

* Wayra se presenta en Obras Sanitarias (Av. del Libertador 7395) de martes a domingos, hasta el 7 de agosto. Entradas en Ticketek.