Los nadies. Los olvidados. Los marginados y excluidos en la vida del derecho a la felicidad. Los que trabajan en el campo y no perciben un salario digno. Los que tienen dificultad para cobrar. Los que ven devaluado su ínfimo poder adquisitivo. Los que no pueden comprar alimentos esenciales. Los que son víctimas de la explotación producto de la extrema pobreza. Las niñas, niños, jóvenes y adultos que realizan tareas en ambientes insalubres y padecerán enfermedades. Las familias condenadas en cada jornada laboral a sobrevivir. Las infancias y juventudes vulneradas en su derecho a la salud, a la educación y a la vida. Los que quedan "afuera" en sociedades donde las tecnologías han desplazado el trabajo y pasan a integrar los números de una fría estadística en los índices e informes de las burocracias. Los que sufren en carne propia un modelo de producción funesto y fracasado que destruye la naturaleza y el tejido social.
Un modelo que no contempla ni valora la importancia del medio ambiente. Un modelo donde prevalece el lucro y la desposesión por encima de la imperativa necesidad de construir un país con mayor justicia social. Un modelo donde el 50 por ciento de la niñez es pobre y no suele ser parte de la agenda mediática, en especial la televisiva de aire y cable. ¿Acaso será que, "lo que no se ve no existe"?
Los cortometrajes Tareferos y Tabacaleros, a través de testimonios en primera persona, intentan sensibilizar y concientizar sobre una injusticia social: el trabajo infantil agrícola. Los protagonistas le dan rostro a una situación invisibilizada y desconocida en las grandes urbes.
"Trabajamos de día para comer a la noche", afirma una joven tarefera, después de una intensa y agotadora jornada. Ella, como otras niñas, niños y jóvenes, son parte de un modelo de producción que no los perciben como sujetos de derechos ni respeta las leyes vigentes.
En la tarefa, cultivo de la yerba mate, hay altos nivel de precarización e informalidad laboral, siendo un área sensible a la utilización de mano de obra infantil y adolescente. El tarefero recibe solo el 1,31 por ciento del valor de lo que produce. En tiempos de cosecha “no hay feriados, no hay domingos”, dice un tabacalero. En su galpón, sin dejar de trabajar, relata el sufrimiento de lidiar con el tabaco, una tarea monótona y agobiante. Mientras tanto, sus pequeñas hijas clasifican y atan las hojas. Sus manos tienen las huellas penetrantes de los herbicidas.
Como documentalista intento dar visibilidad a una realidad para generar conciencia crítica en nuestra sociedad y alumbrar sentimientos de empatía y solidaridad. Entiendo a la educación como el componente de mayor valor estratégico para abordar las situaciones de vulneración de derechos y la problemática del medio ambiente. Desde una perspectiva esperanzada, trabajamos para modificar los patrones de producción y consumo acuñados en el saqueo y la explotación. Un cambio social, cultural y de las conciencias en beneficio de nuestras infancias y juventudes para construir un mundo más digno, más justo, y más humano.