Guilherme Boulos recuerda con emoción su paso por Buenos Aires allá por 2002, cuando tenía 20 años y era un incipiente militante del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) de Brasil. "Recién había ocurrido el 'Argentinazo' de 2001 y vine para conocer la organización barrial del movimiento piquetero. Participé de una iniciativa que psicoanalistas argentinos estaban haciendo en San Francisco Solano, donde armaron un grupo de reflexión con personas que habían participado de la manifestación en la que asesinaron a Maxi Kosteki y Darío Santillán. Esa situación traumática me empujó a estudiar psicoanálisis", confiesa a Página/12 el candidato a diputado del Partido Socialismo y Libertad (PSOL) en alianza con el Partido de los Trabajadores (PT), que lleva como candidato presidencial a Luiz Inácio Lula da Silva.

En un contexto de creciente violencia política en Brasil, este filósofo y militante de 40 años confía en la unidad y la capacidad de movilización de la izquierda brasileña para dejar atrás al "golpismo" de Jair Bolsonaro. Boulos fue candidato a presidente en 2018 y dos años más tarde estuvo cerca de ser gobernador de San Pablo, llegando a la segunda vuelta con el exalcalde Bruno Covas. Ahora, el coordinador del MTST renunció a postularse nuevamente como gobernador para ir por un escaño en la Cámara de Diputados en las elecciones del dos de octubre. Y decidió dejar atrás las críticas a los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff porque ahora "lo que está en juego no es un candidato contra otro, es democracia contra barbarie".

- Esos sectores populares que vio en primera persona en Argentina están sufriendo una crisis similar a la de 2002. ¿En Brasil pasa algo similar?

- La situación es crítica. Brasil fue el único país del mundo que salió del mapa del hambre y volvió años después. Salimos en 2014 en el gobierno de Dilma Rousseff y volvimos el año pasado. Hoy hay 33 millones de personas con hambre en Brasil, y lo más grave es que Brasil es el tercer mayor exportador de alimentos del mundo. Brasil pone comida para los chinos, para los europeos, para los norteamericanos y las personas en Brasil no tienen nada, están revolviendo la basura para buscar restos de comida. En el tema de la vivienda nunca tuvimos una situación tan grave. En San Pablo tenemos hoy más de 40 mil personas viviendo en la calle. Si andas por algunas plazas parece que estás en un campo de refugiados. A la lógica de desarrollo urbano actual debemos revertirla y combatirla con una política pública de vivienda.

- Semanas atrás un policía bolsonarista asesinó a un dirigente del PT en su cumpleaños. ¿Cómo está impactando la violencia política en la campaña?

- Bolsonaro está desesperado porque ve que va a perder las elecciones. Además sabe que si pierde, no pierde solamente el cargo: tiene riesgo de ir a la cárcel. Los hijos de Bolsonaro están involucrados en casos de corrupción. Está el caso del asesinato de Marielle Franco, donde hay sospechas que ligan a milicias cercanas a Bolsonaro. Bolsonaro ha puesto en varios documentos del país un sigilo de 100 años. Bolsonaro tiene una relación muy cercana con el fiscal general de la República (Augusto Aras) que no ha, por ejemplo, llevado adelante las conclusiones de la comisión del Congreso que lo responsabilizó por el desastre en el manejo de la pandemia. Cuando salga del poder, Bolsonaro no va a tener más la influencia sobre el fiscal general y todos los sigilos van a caer. Entonces apuesta a un escenario de caos y violencia política. Lo que ocurrió en Foz de Iguazú no fue un caso aislado. No fue un loco que llegó y mató. El autor moral de esto es Bolsonaro.

- En ese sentido, ¿le preocupa lo que pueda pasar después de un hipotético triunfo de Lula? Bolsonaro viene agitando el fantasma del fraude tal como lo hizo Trump en Estados Unidos.

- La denuncia de fraude de Bolsonaro es de las más curiosas del mundo, porque él fue elegido por este sistema electoral una vez como presidente y seis veces como diputado. Y que yo sepa no ha renunciado a su cargo porque el sistema era ineficaz, ¿no? De repente, cuando las encuestas muestran que va a perder, el sistema se torna un fraude. Esto es ridículo, no se sostiene. Él quiere un Capitolio en Brasil pero yo no creo que tenga fuerza suficiente para llevarse con él a las instituciones, a las Fuerzas Armadas brasileñas. Sí va a tener a sus milicias privadas, y a eso tenemos que responder con una gran movilización democrática.

- ¿Por qué decidió bajarse de la candidatura a gobernador de San Pablo? Había tenido un gran desempeño en las últimas elecciones.

- Por dos razones. Primero porque el momento histórico en Brasil exige gestos de unidad. Lo que está en juego en esta elección no es un candidato contra otro, es democracia contra barbarie. Retiramos una candidatura del gobierno de San Pablo que estaba competitiva para buscar una unidad. En segundo lugar, por la importancia que tiene en este año particularmente la disputa del Congreso. Yo creo que vamos a ganar con Lula, posiblemente en primera vuelta, pero hoy el Congreso brasileño está dominado por grupos políticos interesados, que van pocas horas a las sesiones y siempre votan con el gobierno. Fue así que Bolsonaro ha sido librado del impeachment. Si elegimos a Lula y mantenemos este Congreso, no vamos a poder cambiar la agenda y hacer las políticas sociales necesarias.

- En ese sentido, ¿qué puede aportarle el PSOL al PT en este frente?

- La alianza entre PSOL y PT es una alianza inédita. PSOL siempre tuvo la tradición de lanzar candidatos a la presidencia, ha nacido incluso de una disidencia del PT. Pero este año lo que está en juego es derrotar el fascismo en Brasil, entonces la unidad es clave. PSOL puso en la mesa de diálogo con el PT puntos programáticos para incorporar en la campaña de Lula. Uno, la revocación de las medidas antipopulares como la reforma laboral o el techo de gastos que fueron tomadas en el gobierno de Bolsonaro y de Temer. Dos, una reforma tributaria con impuesto sobre las grandes fortunas para combatir la desigualdad. Y tercero, una agenda ambiental audaz con la preservación de la Amazonía, demarcación de tierras indígenas y transición energética.

- ¿Cómo recibió la elección del exgobernador de San Pablo, Geraldo Alckmin, como vice de Lula?

- Alckmin fue gobernador de San Pablo cuatro veces, e históricamente ha estado ligado al partido de centroderecha, el PSDB. Esto fue un punto que no solo yo, sino también figuras públicas dentro del propio PT criticaron y dijeron que tal vez no sería la mejor fórmula. Esta fue nuestra posición, pero una vez que Lula lo ha decidido, porque discordemos con el nombre del vice no vamos a dejar de hacer todo lo posible para que Lula sea elegido. Existe el argumento de que Alckmin podría aislar a Bolsonaro en la extrema derecha y atraer el voto de centro, veremos si eso pasa.

- Bolsonaro tuvo mucho éxito en redes sociales en la campaña presidencial de 2018. ¿Están dando pelea en ese terreno?

- Cuando fui candidato a la alcaldía de San Pablo hace dos años hicimos una campaña de redes sociales que fue una novedad en la izquierda brasileña. Demostramos que era posible hacer una campaña sin fake news, sin jugar con las cosas más bajas, sin estimular el odio como hace Bolsonaro. Y la campaña de Lula lo ha incorporado. Además de eso, aprobamos en el Congreso nacional, por iniciativa de la izquierda, una ley anti-fake news. Hoy hay mecanismos que permiten que no se repita lo que ocurrió en 2018, pero Bolsonaro tiene un gabinete del odio. Un grupo de funcionarios pagos con dinero público que a todo momento siguen estimulando fake news.

- ¿Cómo es su vínculo con Lula? ¿Hablan seguido?

- Tenemos una relación de amistad. Nos conocimos en la lucha: yo en el movimiento social, Lula como presidente y después como expresidente. Construimos una relación política de unidad y de respeto. La política muchas veces es cruel. Y mucha gente que ha ganado con el gobierno de Lula, que llegó a ocupar ministerios, cuando Lula fue detenido los buscaba y no estaban. Entonces en aquel momento de la detención, del linchamiento público que ha sufrido, estuve con él y creo que él conserva ese recuerdo. ¡Además los dos somos corinthianos! Hemos celebrado la victoria contra Boca en la Copa Libertadores, y eso reforzó nuestra amistad.