Cómo hace el gobierno para salir de la trampa de la corrida cambiaria, sin ceder a las pretensiones del chantaje de los grupos económicos que la promueven, es la pregunta que se hace todo el arco no sólo económico sino también político de la Argentina. Por diversas razones, son varios los analistas que consideran que "no había justificación económica para llegar a esta crisis, pero sí razones políticas". Es decir, una puja de poder entre el gobierno, que no logra dar señales convincentes para pasar a controlar la situación, y sectores económicos concentrados que buscan beneficiarse de la supuesta debilidad del gobierno para imponerle las condiciones de la salida. Sectores que tienen como objetivo una brutal devaluación.

¿Le quedan herramientas al gobierno para enfrentar la corrida? ¿Qué debería hacer para zafar de este acorralamiento?

Conviene empezar identificando los actores y la secuencia que llevó a la actual situación. A pesar de que el actual gobierno obtuvo superavits comerciales récord en los dos años y medio que lleva de gestión, no logró acumular reservas internacionales en proporción a ese saldo favorable de divisas. Paradójicamente, habiendo reestructurado la deuda pública externa con acreedores privados (bonistas) y con el FMI (el controvertido Programa de Facilidades Extendidas que sustituyó al Stand By de Mauricio Macri), el saldo comercial acumulado de más de 30 mil millones de dólares se diluyó y se llega a la actual instancia con escasez de reservas. 

El Banco Central comenzó a aplicar, tardíamente, restricciones a la salida de divisas, limitando primero la venta de dólares a particulares para ahorro. Luego limitó la venta de dólares a corporaciones empresarias con deudas en el exterior (restringiendo la cancelación del capital adeudado, pero no los intereses) y otros tipos de transferencias financieras. Pero luego llegaron las limitaciones a la venta de divisas para importación. En este punto, las restricciones empezaron a impactar en la economía real. 

Como, al mismo tiempo, no sólo se mantuvo sino que se acentuó la concentración de la estructura de exportaciones en la producción agrícola y sus derivados directos (harinas y aceites), en la emergencia de la falta de divisas este núcleo agroexportador adquirió más poder relativo. 

Un segundo proceso de profundización de la concentración se dio en el sector financiero. El intento del ex ministro Martín Guzmán de incentivar la creación de un mercado de capitales financieros en moneda local, fue generando una elevada dependencia del Tesoro del financiamentio de un sector bancario también muy concentrado. 

Por otra parte, para aflojar la presión cambiaria sobre un mercado oficial de cambios ya restringido, se habilitó la formación y expansión de mercados cambiarios alternativos (contado con liqui, el MEP), cuyas cotizaciones se fueron incrementando significativamente por arriba de la evolución del dólar oficial generando, en consecuencia, una "brecha" creciente. 

La falta de control sobre la inflación, que se aceleró a partir de marzo, fue el último ingrediente de este cóctel explosivo.

El inicio de la crisis

"El disparador fue la operación de Cammesa (administradora mayorista del mercado eléctrico) del 8 de junio cuando salió a vender titulos públicos para contar con dinero para importar gasoil para las centrales térmicas. Injustificadamente, detrás de esta operación salieron los agentes financieros privados del mercado a liquidar los títulos públicos en cartera, hundiendo el precio de los bonos y cambiando los pesos obtenidos por dólares en el contado con liqui y el dólar MEP. Gatillaron un ataque contra los bonos y el peso simplemente porque vieron la oportunidad", relata un analista financiero con percepción fina de los mercados especulativos, consultado por Página/12.

Sin dólares para responder a la corrida, el Banco Central no intervino. El bloque exportador percibió la debilidad y se desata la avidez por retener los granos y postergar las ventas a los exportadores. La posibilidad de obligar al gobierno a devaluar empezó a olerse como una presa cercana.  Si la corrida cambiaria ya tomaba impulso, la salida de Guzmán del gobierno, tres semanas después, la aceleró.

Los empoderados

Uno de los aspectos más significativos de todo este proceso es que los tres sectores que jugaron roles destacados en la dilución de las reservas primero, y en la corrida después, son núcleos de poder que la propia política oficial empoderó o apañó. 

Las corporaciones financieras endeudadas con el exterior, a quienes no se les exigió exhibir si tenían divisas propias en sus activos para pagar sus deudas (muchas de ellas, además, con empresas vinculadas del exterior). Las entidades financieras, a las que el endeudamiento en pesos del Tesoro fortaleció y luego dejó sin control sobre los manejos especulativos que pudieran atentar contra la salud del conjunto de la economía. Y, finalmente, un sector agroexportador con el cual hubo diálogo permanente, pero al cual no se lo comprometió en un uso de divisas en favor de la tranquilidad cambiaria. 

En vez de ser socios, son los tres sectores a los que ahora debe enfrentae el gobierno para sofocar la corrida.

Posibles salidas

En esta instancia, el gobierno enfrenta el desafío de tener que demostrar que sigue en control de la situación y puede imponer reglas que los sectores privados resisten. En concreto, buscar disciplinar el mercado granario e imponer, por razones de interés social, la obligación de liquidar de los productores que acumulan granos por valor de casi 20 mil millones de dólares.  

Si decidiera no avanzar por esa vía, ¿podría acordar con el sector exportador las condiciones de venta y liquidación de las exportaciones? La única condición ineludible que, sin dudas, exigiría el sector exportador sería el compromiso conjunto de todos los sectores del frente gobernante. Aunque sin haberse hecho públicos, hubo varios intentos fallidos en los últimos días de negociaciones con el sector que no avanzaron porque no se dio esa representación conjunta. 

¿Se recurrirá a un desdoblamiento cambiario, como alternativa para atraer a los exportadores de granos? Hasta ahora esa alternativa está cerrada, pero sería un punto de la eventual negociación, siempre que la representación del gobierno amplia ya mencionada se cumpla. 

¿Está descartada por completo una megadevaluación general, por ejemplo llevando el dólar oficial de los actuales 130 a los 180 o 190 pesos? El gobierno sabe que ello sería dinamitar su plan económico, lo descarta pero a la vez también conoce que no puede seguir postergando una salida a la crisis porque las consecuencias de prolongarla, podrían llegar a ser tan graves como la devaluación aun sin ejecutarla. 

¿Qué hacer con los importadores de insumos y las empresas con deudas en el exterior? Si el gobierno no logra, por vía de los mecanismos mencionados, obtener ese flujo de divisas de la exportación que sigue trabado en las bocas de las silobolsas, deberá seguir administrando cada vez con mayor rigor el uso de las divisas. En la necesidad, debería endurecerse con los deudores y atender las necesidades de los manufactureros, muchos ya con interrupción de procesos de producción por falta de insumos.

Ya sea en la instancia de negociaciones o en la imposición de restricciones, el gobierno necesitará fortaleza para bancarse, también, las reacciones en contra de sectores poderosos. La disputa, decimos una vez más, tiene carácter político más que económico.