El informe del servicio de inteligencia de Israel, el Mossad, sobre los dos atentados de Buenos Aires, produjo conmoción a todos los niveles. Fuentes diplomáticas le anticiparon a Página/12 este sábado que el primer ministro de Israel, Yair Lapid, se referirá al tema durante la jornada del domingo. Sin embargo, todo indica que la interpretación correcta del informe es la que brindó este diario en su edición del sábado: no hubo ni argentinos ni iraníes en el comando operativo que perpetró los dos atentados.
Igualmente, el Mossad no le quita responsabilidad a Irán: afirma que aprobó, financió y entrenó al comando, tal cual lo señalado por el periodista israelí Ronen Bergman en The New York Times (NYT), el medio que difundió partes del documento. Aún así, las afirmaciones del Mossad constituyen un golpe a la causa judicial porque, de hecho, desvincula a tres iraníes de la embajada de Irán en Buenos Aires -el agregado cultural Mohsen Rabbani, considerado hasta ahora el cerebro de los ataques, el embajador Hadi Soleimanpour y el tercer secretario Ahmad Asghari-, los tres con pedido de captura con alertas rojas de Interpol. Este viernes, el titular de la fiscalía AMIA, Sebastián Basso, le dijo a Página/12 que no puede guiarse por una publicación periodística y que pedirá a Israel una copia del texto.
Poca prueba y mucho servicio de inteligencia
El impacto producido por el informe evidencia la exposición que tiene la causa AMIA a lo que pueda decir tal o cual servicio de inteligencia, en especial la CIA norteamericana y el Mossad israelí. Sucede que, como señaló en su momento el juez de la causa, hoy jubilado, Rodolfo Canicoba Corral, el expediente tiene poca prueba judicial y mucho informe de inteligencia. Y la base con la que se movió la causa fue un texto de la SIDE, cuando su titular era Miguel Ángel Toma, que no fue otra cosa que una copia de lo que decían por entonces la CIA y el Mossad. Eso hace que ahora, cualquier conclusión distinta de esos mismos servicios de inteligencia, haga temblar la estantería.
El dato más valioso fue aportado este sábado por Danny Carmon, diplomático israelí, sobreviviente del atentado contra la Embajada. Entrevistado por la Agencia Judía de Noticias, Carmon confirmó la existencia del documento y además dijo que constituye “un cierre de la investigación del Mossad”. El diplomático ratificó que las conclusiones son las publicadas en NYT por el periodista israelí Ronen Bergman, un respetado especialista en cuestiones de seguridad e inteligencia. Bergman escribió el libro Rise and Kill First (Levantarse y matar primero), que lleva como subtítulo “la historia de los asesinatos programados por Israel”, en referencia a dirigentes, cuadros militares e incluso científicos palestinos, iraníes, egipcios y de otros países que Israel consideró peligrosos para su seguridad.
Carmón reveló que “en diciembre de 2021 un equipo del Mossad concluyó la investigación, cuyo objetivo era determinar qué había pasado realmente en Argentina y, por primera vez, los documentos de la inteligencia israelí esclarecen lo que ocurrió allí”. El diplomático reiteró que los atentados "no contaron con la complicidad de ciudadanos argentinos ni con la ayuda de Irán sobre el terreno”.
El impacto en la causa armada en Buenos Aires
Esto último es lo que golpeó, porque hasta ahora se insistía en que el agregado cultural de la embajada de Irán en Buenos Aires, Rabbani, tuvo el papel principal, al punto que el considerado coordinador, Salman El Reda o Salman Raouf, es familiar de quien era una secretaria de Rabbani. Además, se argumentaba que el agregado cultural supervisó el ataque desde las inmediaciones de la calle Pasteur y se comunicó con un teléfono de Hezbollah en El Líbano.
El informe -y ahora los dichos de Carmon- de ninguna manera le quitan responsabilidad a Irán porque el Mossad insiste en que aprobó y financió los atentados. Incluso se menciona que Teherán entrenó al comando, del que se mencionan tres nombres, incluyendo el del suicida, Muhammad Nur Al Din, que supuestamente vivía en Brasil desde los años 80. El texto difundido por NYT afirma que todo el comando estaba integrado por libaneses que se fueron de Argentina dos días después del ataque.
Por lo que publicó Bergman hay poco detalle del atentado contra la AMIA y los escasos datos no son muy creíbles: por ejemplo, que los explosivos llegaron al país en botellas de shampoo y cajas de chocolate y fueron escondidos en un parque o plaza, casi seguro el Parque Centenario. Esa hipótesis es más bien absurda teniendo en cuenta la cantidad de vecinos que pasean por el parque a toda hora.
La reacción de la DAIA y la AMIA
La AMIA y la DAIA pusieron el grito en el cielo. El presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, sostuvo que “la información en crudo es errática. Después de 30 años ese trascendido distrae la investigación. Contrabandear explosivos que se adquieren en el país parece inexacto y temerario. La responsabilidad está determinada en Irán, no es sólo Hezbollah”. El abogado de la AMIA, Miguel Bronfman, tuvo una postura agresiva: “la información carece de la más mínima seriedad. La nota de NYT no parece un trabajo periodístico serio, está plagado de errores y de afirmaciones directamente absurdas”.
La agrupación de familiares que dio a conocer su postura fue APEMIA, que lidera Laura Ginzberg. “Israel se encamina a terminar con la versión que fabricaron hace 28 años con Argentina, pocas horas después del ataque a la AMIA, para acusar a Irán. Con el nuevo informe, el Mossad da por superadas sus propias acusaciones y reconoce que eso nunca fue verdad. Se trató de una construcción. Los gobiernos de Israel y Argentina nos toman el pelo. Y siguen construyendo versiones mientras se niegan a abrir sus propios archivos de inteligencia”.
Habrá que ver qué dice este domingo el primer ministro de Israel. Por lo que declaró Danny Carmon, ratificará lo publicado por NYT y Bergman, seguramente insistiendo en que Irán fue el autor intelectual. De todas maneras, el daño parece hecho, porque no será fácil reencauzar una causa judicial en la que el protagonismo lo tenía Rabbani casi de manera excluyente. Estar atado a lo que dicen los servicios de inteligencia y no a las pruebas tiene sus consecuencias. La CIA, el Mossad y los demás Maxwell Smarts se manejan por los criterios geopolíticos de sus gobiernos. El criterio de verdad no parece existir: te dieron una versión y casi tres décadas después, te la cambian.