El puma, conocido como león, o león americano, y cuyo nombre científico es Puma concolor, es el segundo felino más grande de Sudamérica después del yaguareté. Se trata de un animal que se ha adaptado muy bien a todos los ambientes naturales del continente americano, desde selvas y bosques hasta los desiertos más áridos. Lamentablemente se trata de la especie más perseguida por el ser humano luego del jaguar.

“Teniendo en cuenta que el ser humano ha logrado extinguir de muchos ambientes al yaguareté, resulta ser el puma el depredador tope de varios ecosistemas. Eso hace que esta especie haya quedado y se vuelva fundamental para mantener un equilibrio ambiental, puesto que sin su existencia muchas especies podrían sobrepoblar las distintas regiones y generar grandes impactos negativos en los distintos ambientes. Los depredadores son sumamente importantes para que un ambiente se mantenga sano y en equilibrio. De hecho, ayudan a que varias especies exóticas introducidas por el ser humano no logren avanzar en los ambientes naturales”, contó a Catamarca/12 el biólogo Gonzalo Martínez.

Si bien en la actualidad la categorización que representa a nivel nacional con respecto a su estado poblacional es de preocupación menor o no amenazada, el puma es la especie más perseguida por el ser humano luego del jaguar.

“Lo que favorece un poco más al puma es su facilidad de adaptación a los distintos hábitats naturales. Sin embargo, los ganaderos son la principal amenaza que presentan y generan un enorme daño ambiental, no solo al cazar a los pumas, sino también al cazar a sus presas naturales. La ganadería extensiva no está para nada regulada en la provincia de Catamarca y si bien existe la Ley de Protección de Fauna Silvestre (4855), no hay controles estrictos con respecto a la cacería ilegal”, explicó el profesional.

Además de haberles quitado grandes extensiones de espacio natural a los animales silvestres mediante el avance de la frontera agropecuaria, los pocos espacios donde se tuvieron que resguardar para sobrevivir han sido copados por la actividad ganadera extensiva, que básicamente consiste en dejar libre al ganado para que se alimente de la flora nativa recorriendo todos los ambientes naturales más allá de las propias tierras de sus dueños, evitando así pagar alimento para sus animales.

En este contexto Martínez resaltó: “Al entrar en contacto el ganado con el hábitat natural del puma, se genera inevitablemente una interacción predador-presa. Esta problemática no se soluciona matando a los pumas, como hacen a diario los dueños del ganado, se soluciona evitando invadir todos los ambientes naturales introduciendo nuestro ganado en el hábitat natural del puma”.

Por otra parte, señaló que, “es indispensable dejar de cazar a sus presas naturales, como corzuelas y chanchos del monte. Es notable que el puma tiene que comer y es un animal carnívoro, al quitarle sus presas naturales no le queda otra que dirigirse al ganado vacuno”.

“Al no estar regulada la ganadería surgen una serie de problemas que muy pocos quieren ver o que muy pocos conocen. La matanza de animales silvestres es solo una de ellas. La provocación de incendios forestales intencionales para el rebrote de los pastizales que terminan eliminando cientos de especies, también el pisoteo del suelo y las plantas nativas, así como el sobrepastoreo generan un retroceso en el crecimiento de los bosques nativos”, dijo Martínez.

La generación de metano, uno de los gases de invernadero más potentes, que provocados por las heces del ganado es un gran aporte al calentamiento global. “La problemática del apropiamiento de tierras también se genera por la avaricia de querer tener más cabezas de ganado y más territorio para dominar. Los accidentes automovilísticos provocados por animales en la ruta se deben a la actividad ganadera extensiva totalmente descontrolada, evitable con legislaciones restrictivas”, son otro problema según resalta el biólogo.

“Muchos de estos problemas se solucionarían creando áreas naturales protegidas donde se restrinja la actividad ganadera y se logre resguardar la vida de los depredadores y también de sus presas. Se supone que somos quienes tenemos la capacidad de razonar, no podemos solucionar las cosas matando y tampoco querer dominar todos los ambientes con nuestras actividades. Los depredadores topes tienen un rol fundamental en el mantenimiento del equilibrio ecosistémico. Sin ellos, sería tal el desequilibrio que tendríamos mayores problemas ambientales de los que ya tenemos”, concluyó.