La escritora Anne Beattie tiene la capacidad de poner en boca de sus personajes frases geniales en un tono incidental. En uno de los cuentos de la colección La casa en llamas, por ejemplo, un hombre dice “en el momento en que dejás de amar algo, en el momento en que dejás de estar atento, llegan las cosas y la gente equivocada”. Y en otro cuento, un tipo que no le teme al mansplaining le dice a su esposa, refiriéndose a unos cuantos amigos un poco impresentables que se quedaron dormidos en el cuarto de abajo: “todos los hombres, incluso si están locos o son más gay que la reina de verano, creen que son el Hombre Araña y Buck Rogers y Superman”.
Los cuentos de esta autora norteamericana, admirada por Lorrie Moore y Margaret Atwood, finalmente tienen edición local a través de Chai Editora. Son trece relatos publicados entre 1979 y 2006. Es decir, desde que Beattie tenía unos 25 años y comenzó a ser firma asidua en The New Yorker junto a escritoras como Shirley Jackson, Mavis Gallant o Alice Munro, hasta épocas recientes donde obtuvo premios mientras daba clases de escritura en universidades como Harvard.
Esta constelación de nombres y referencias intenta situar los cuentos de Beattie, que giran en torno a matrimonios disfuncionales, padres que no saben cómo tratar a sus hijxs o viudos enamorados de jovencitos que desaparecen en medio de la noche. Estos temas, tan frecuentes en la narrativa actual, no lo eran a fines de los setenta. Por ejemplo, el volumen se abre con "El vals de Cenicienta", escrito en aquella época, donde una mujer intenta comprender la crisis afectiva que su ex marido tiene con el hombre por la cual la dejó mientras comparten la crianza de una hija pequeña.
Al estilo de los cuentos más clásicos de Chéjov, una referencia para esta escritora, todo discurre sin necesidad de énfasis. Y es que Beattie parece sumergida en la necesidad de saber qué le pasa a sus criaturas, de crear historias para ellas sin demasiado plan previo. Al menos así lo ha dicho en varias entrevistas y es justamente de esa forma en que su narrativa gana espesura. Sin embargo, esa búsqueda al interior de la escritura mantiene un diálogo constante con el afuera.
En sus relatos aparecen Vietnam, la disyuntiva de votar a Nixon o a McGovern o los teléfonos de línea para dar espacio a diálogos de maestría quirúrgica. Fan confesa de Bob Dylan y Patsy Cline, Beattie adora situar discretas bandas de sonido con menciones a la Velvet Undergound, Mick Jagger o Sheryl Crow. En una conversación pública que mantuvieron hace poco Rodrigo Fresán y Maga Etchebarne vía zoom, señalaron que estas marcas pueden parecer un exceso pero que en su momento, solo Joan Didion, quizás por su vínculo constante con la no ficción como registro epocal, apelaba a ellas.
También subrayaron la increíble capacidad de Beattie para crear personajes masculinos, tironeados entre el deseo y el deber. No es casual que en estos cuentos alguien pregunte por qué en La metamorfosis, Gregorio Samsa se despierta convertido en cucaracha. “Porque es lo que se esperaba de él”, es la respuesta. La casa en llamas revela el desprejuicio de Beattie para pensar el amor, lo que se espera de los hombres y el modo en que ellos pueden convertirse en seres bastante raros.
Este volumen es otro acierto de una colección dirigida por Federico Falco, con una bella traducción de Virginia Higa. Cuando son escritorxs quienes se ocupan de poner en circulación la obra de otrxs escritorxs, el resultado tiene algo de convite que se agradece.
La casa en llamas
Ann Beattie
Chai Editora