La historia oficial supo reservar para Juan Manuel de Rosas un capítulo fundamental, y aún hoy su acción política sigue siendo objeto de debate. Sin embargo, una figura ineludible en la vida del líder federal, como la de su esposa Encarnación Ezcurra, encontró un lugar hostil en ese capítulo. De esa particularidad partió Cristina Escofet, dramaturga y directora teatral, para escribir Yo, Encarnación Ezcurra, un unipersonal potente que reivindica el legado social y político de esa mujer maltratada por la historia, a la vez que constituye un aporte clave para la revisión del rol del colectivo femenino en el entramado social.
Con dirección general de Andrés Bazzalo, e interpretada por Lorena Vega, la obra pone en escena el texto que Escofet compuso, con una mezcla poética de ficción y realidad, a partir de un conjunto de cartas escritas por Ezcurra, y luego de leer a distintos historiadores como Felipe Pigna, Pacho O’Donnell, José María Rosa y María Sáenz Quesada. “Ya había trabajado la época de Rosas, a raíz de ¡Ay, Camila!, mi obra sobre Camila O´Gorman, y en ese momento me pareció particularmente importante la figura de Encarnación Ezcurra, porque nunca había aparecido en el espectro del panorama político de este continente una mujer con semejante envergadura desde la centralidad del poder –revela Escofet–. Estamos hablando del año 1830, que no era precisamente un contexto en el que la mujer pudiera ocupar un lugar dentro de la construcción de un proyecto tan importante como el de la soberanía nacional, y ella realizó un armado político para que se le restituyeran a Rosas los poderes absolutos que necesitaba para gobernar. Creo que fue una mujer que rompió con todos los moldes y fue un espíritu líder en una época en la que los liderazgos eran masculinos”.
Terminada la escritura, Escofet le propuso la dirección de la puesta a su amigo y director teatral Andrés Bazzalo, quien de inmediato se embarcó en el proceso de sumarle su propia impronta al monólogo. “A mí me interesan mucho los materiales históricos, y en este caso me interesó el personaje y la escritura poética de Cristina. Este es un texto difícil y polisémico”, cuenta el director y asegura que luego de leer el material pensó que Lorena Vega sería la actriz indicada para asumir el papel protagónico.
“Cuando Andrés me dijo que tenía la idea de que hiciéramos un trabajo juntos, no lo dudé, pero todavía tenía que leer la obra. Sabía quién era Cristina, y sabía que el texto iba a estar buenísimo, pero había que ver qué me iba a pasar cuando lo leyera, y cuando lo hice la comunión fue inmediata. Atravesé la obra como si fuera una novela, y como quien lee buena literatura, más allá de empezar a imaginar cómo iba a interpretar a Encarnación. El texto es contundente y tiene mucha personalidad, y por eso hubo una conexión y un enamoramiento”, confiesa Vega, quien interpreta a una Encarnación Ezcurra terrenal y avasallante, y que busca ajustar cuentas con la historia antes de su temprana muerte.
“Interpretar este personaje es movilizante y conmovedor. Cristina me dijo: `Encarnación te va a tomar, y no trates de dominarla´, y algo de eso sucede, porque siento que hay algo de ella, y del mundo femenino, que encuentra un lugar en la obra para manifestarse”, asegura la actriz que se lleva con justicia el caluroso aplauso del público. Pero la intérprete no está sola en escena. Un trío de músicos, compuesto por Sebastián Guevara, Agustín Flores Muñoz y Malena Zuelgaray, la acompaña en su relato apasionado a través de la interpretación de las canciones escritas por la autora.
La historia de Ezcurra, expresada en la puesta, despierta reflexiones e interrogantes que exceden los límites de su biografía, e invita a cuestionar y a repensar el lugar de las mujeres en el orden social y cultural. “En la obra, Encarnación es un cuerpo absolutamente soberano, que se muestra consciente de lo que significó. Se revela, ahí, un atisbo de independencia del poder patriarcal y central que ejerció Rosas”. La palabra patriarcado resuena, entonces, y se perfila como un eje central de la propuesta teatral que no puede dejar de pensarse como un disparador para leer la realidad actual.
“Esta obra es nuestro aporte a la legitimidad de la mujer en el poder, porque creo que hemos evolucionado, y ha empezado a admitirse el rol de las mujeres en la política, pero hay cosas que faltan”, advierte Bazzalo. “Los cupos femeninos siempre son negados, e incluso en muchos casos la mujer reproduce accionares masculinos y eso habla de que todavía falta mucho para evolucionar. Por otro lado, aparece el femicidio como un fenómeno de época muy llamativo, y me pregunto: `¿Qué ocurre con este fenómeno social?´. Entonces, estamos todavía en una lucha. Hoy la mujer ocupa muchos espacios, pero los lugares de poder siguen estando vedados para ellas”, agrega.
En la misma línea, Escofet se aventura a profundizar la discusión. “La antropóloga Rita Segato habla de la existencia de dos Estados: el Estado de la legalidad y el Estado en red. El primero es el Estado de las leyes, entre las que se encuentran las leyes de género, mientras que el segundo es el Estado intangible, el del crimen organizado, el de la trata, la venta de personas y la venta de órganos, entre otras problemáticas. Entre ambos Estados se da una lucha y eso hace que nos tengamos que plantear las cosas desde un lugar bastante diferente al del reclamo, más allá de que éste sea justo. En este contexto, en el cual el Estado en red está tan bien organizado y cuenta con una legalidad propia que escapa a la del Estado central, ¿qué pasa con las mujeres? Podemos hacer marchas, que son importantes, y vestirnos de negro, pero no pasa por ahí. Acá hay que restituir una comunidad que está herida”, reflexiona.
Por su parte, Vega hace hincapié en el proceso vigente de concientización acerca de los derechos de la mujer y reivindica la lucha feminista. “Me resulta esperanzadora la movilización, la reorganización y la toma de conciencia que generan distintos colectivos femeninos, como lo es el colectivo reciente de las Mujeres Cineastas, entre muchos otros. El hecho de que nos vayamos agrupando y manifestando para poner en discusión el rol de las mujeres es un cambio y un movimiento”.
* Yo, Encarnación Ezcurra puede verse en el Teatro del Pueblo (Roque Sáenz Peña 943), los domingos, a las 17.