Urbanizaciones abiertas, Ecopueblos, Ecobarrios, Countries, son los nombres usados para describir procesos de urbanización que avanzan sobre los ecosistemas terrestres y acuáticos. Este patrón de uso del suelo se aceleró debido a procesos de desigualad socioeconómica, donde aquellos sectores con más poder adquisitivo avanzan sobre áreas silvestres para “convivir” con la naturaleza. El principal “inconveniente” de estas personas es que la naturaleza deseada no es la real, la naturaleza real no es Disney.
Este proceso de urbanización tiene fuertes efectos negativos, modificando la biodiversidad local en función de un modelo estético externo, exótico. Esta situación no es nueva, son bien conocidas las casonas, estancias, palacetes de principios y mediados del siglo XX que copiaban la estética de las mansiones europeas y estadounidenses, el problema actual es la extensión y frecuencia de estos impactos, convirtiéndolos en muchos casos en una gran amenaza a la biodiversidad.
A esta situación sumemos la percepción generalizada en donde es necesario el reemplazo de los ambientes naturales por ambientes “artificiales” aislados, cómodos y “útiles”, civilizándolos. Seguimos considerando a los ambientes silvestres como ambientes ociosos, desperdiciados que deben ser “mejorados”. El principal problema es nuestro concepto de “mejorar”; bajo esté concepto comenzamos a “limpiar” el terreno, reconociendo esta acción como el proceso eliminación de toda o la mayor parte de la biomasa y su biodiversidad asociada, retiramos hojas y ramas secas, eliminamos arbustos y la mayor cantidad de árboles y eliminamos la mayor cantidad posible de “alimañas”, en pocas palabras humanizamos el entorno “esterilizándolo” de silvestría. Luego de esto allanamos y nivelamos el terreno, reemplazamos suelos, incorporamos sistemas de riego, incorporamos organismos exóticos, muchas veces invasores, y entonces construimos nuestro “hogar”, al cual aislamos aún más y climatizamos, con el consecuente costo energético asociado. En síntesis, habitamos un ambiente “natural” para desnaturalizarlo. Este proceso lo repetimos en superficies cada vez más grandes.
Muchas veces estos emprendimientos van en contra de las leyes preexistentes, avanzando sobre áreas que deberían conservar bosques y humedales. Casos conocidos son los emprendimientos en el Delta del Plata (Nordelta), aunque más cercano es el de San Lorenzo Chico y alrededores, en donde no solo avanzaron sobre sitios categorizados como áreas de conservación de la biodiversidad Categorias I y II de la ley de bosques, sino que incluso sobre áreas de inundación de ríos y humedales con una enorme diversidad de especies que fueron directamente eliminados. En todos los casos vemos como compran los lotes con mayor cobertura boscosa para reducirla hasta en un 90%, y este proceso no es así porque sea necesario, sobran ejemplos de arquitectura integrada al bosque. El punto es que no existe por un lado interés de los propietarios y por el otro, los controles y leyes son pocos o nada efectivos. A esto se suma que en muchos casos los procesos de evaluación ambiental y social suelen ser difíciles de conseguir y monitorear.
Entonces ¿Cuál es el problema? ¿Qué significa perder biodiversidad? Bueno, para empezar, cambios a esta escala, por más que ocurran en propiedades privadas, impactan sobre todos, la responsabilidad es individual pero el efecto es colectivo. Los problemas son enormes y complejos, alcanzando y afectando todos los niveles de nuestra existencia como humanos. Pero demos ejemplos concretos y actuales; el más conocido y extendido, con impactos hasta en lo económico y hasta en lo cultural es la emergencia y re-emergencia de enfermedades zoonóticas. Los ambientes que sostienen una alta diversidad (bosques, humedales, selvas, entre otros), mantienen contenidas las enfermedades dentro de sus redes de interacciones. Cuando comenzamos a eliminar estos ambientes, estas enfermedades se escapan e impactan en las poblaciones humanas, ejemplos sobran.
Otros ejemplos, menos evidentes aunque incluso pueden ser más graves, son los cambios en los patrones climáticos y fenómenos meteorológicos. Los sistemas y su biodiversidad asociada regulan procesos a una escala regional como el control de procesos hidrológicos, fijación de carbono y balance de gases de efecto invernadero, prevención de las mal llamadas catástrofes naturales, provisión de agua y ambiente de calidad y recreación entre miles de ejemplos más.
Estos beneficios se conocen como servicios ecosistémicos, su valorización alcanza los miles de millones de dólares cuando se calculan, incluso estos cálculos están subvalorados por lo difícil que es estimar el costo asociado a cada componente de la biodiversidad y sus interacciones.
Entonces ¿Qué podemos hacer?, ¿No construimos más y no urbanizamos? La respuesta está en el cómo lo hacemos. Es clara la necesidad de dar hábitat a una población humana en aumento con casi ocho mil millones de humanos, pero existen herramientas para hacerlo de manera integrada y sustentable. En este punto la planificación y ordenamiento a largo plazo es la base para el desarrollo e implementación de políticas públicas de urbanización. Las ciudades las debemos pensar a 100 años y como un elemento más en la red ecológica regional y global. El consumo de bienes y servicios lo tenemos que medir desde la necesidad real y no desde el valor de mercado.
En síntesis, las decisiones deben tener siempre al ambiente como base y no solo como el mero contexto o elemento aislado de lo humano. Aún seguimos siendo los humanos que con una mentalidad del siglo XIX, más aún, nuestros cerebros y comportamiento general son los mismos que el de los humanos que habitaron el planeta hace 100.000 años. Por eso me atrevo a decir que poseemos los mismos miedos atávicos, basales que aquellos humanos. Hace miles de años nuestra supervivencia dependía de nuestra capacidad de modificar profundamente nuestro entorno inmediato, actualmente esta situación se invirtió, y la supervivencia de la mayoría de las especies del globo (hasta el 80% según algunas fuentes) depende de nosotros. Debemos encarar nuestra existencia bajo un nuevo paradigma, cambiar completamente nuestra percepción como humanos y nuestro rol fundamental en la trama ecológica de nuestro planeta. Dejemos el concepto de civilización y barbarie solo para obras literarias clásicas.
*Doctor en Biología, investigador y docente de la Cátedra de Biología de la Conservación, Facultad de Ciencias Naturales y Consejo de investigación de la Universidad Nacional de Salta