El 16 de abril de 2016, Jair Bolsonaro, un diputado conocido en su país por un discurso racista y homófobo, fue noticia no solo en Brasil sino fuera de fronteras. Ese día sesionaba la Cámara de Diputados y Bolsonaro se acercó al micrófono para fundamentar su apoyo al juicio político contra la presidenta de izquierda Dilma Rousseff. En un clima de euforia el entonces diputado dedicó su voto al coronel Carlos Brilhante Ustra, torturador de la dictadura brasileña (1964-1985), conocido en particular por haberlo hecho con Rousseff.
“Por la familia, la inocencia de los niños en las aulas, que el PT (Partido de los Trabajadores) nunca tuvo, contra el comunismo, por nuestra libertad en contra del Foro de Sao Paulo, por la memoria del Coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el pavor de Rousseff, el ejército de Caxias, las Fuerzas Armadas, por Brasil encima de todo y por Dios por encima de todo, mi voto es sí”, dijo. Eduardo Bolsonaro, su hijo, estaba detrás haciendo gestos contra quienes los criticaban.
Dos años después, en un Brasil en el que el líder de la izquierda y expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, se encontraba inmerso en un proceso judicial que le impedía ser candidato, Jair Bolsonaro, estaba en campaña electoral y se encaminaba a ganar la Presidencia. Lo hizo el 28 de octubre con el 55,13% de los votos.
Bolsonaro (San Pablo, 1953), es un militar especializado en paracaidismo que egresó en 1977 de la academia Das Agulhas Negras. Dentro de la fuerza militar se hizo conocido por quejarse por el bajo salario de los soldados, y a fines de los 90 inició su carrera política primero con el Partido Demócrata Cristiano (centroderecha).
Terminar con la “sumisión ideológica”
Bolsonaro asumió el 1 de enero de 2019 y en su discurso inaugural dejó en claro cuál sería su línea de trabajo: “Convoco a cada uno de los congresistas a ayudarme en la misión de restaurar y volver a erguir a nuestra patria, liberándola definitivamente del yugo de la corrupción, la criminalidad, la irresponsabilidad económica y la sumisión ideológica (…) Vamos a unir al pueblo, a valorar la familia, respetar las religiones y nuestras tradiciones judeo-cristianas, combatir la ideología de género, conservando nuestros valores”.
Su antifeminismo, la defensa del uso de armas, el incremento del gasto en el área militar, las privatizaciones, la puesta en duda de la transparencia del sistema electoral y su forma de enfrentar la pandemia de la Covid-19, marcaron su gobierno.
En estos años de gestión, se presentaron en la Cámara de Diputados más de 100 solicitudes de proceso de destitución contra el presidente. Más de 670 mil brasileños murieron por la pandemia, la inflación se ubica cerca del 12% anual y aumentó la extrema pobreza que llega al 6,5% de la población.
Lejos de alguna autocrítica, Bolsonaro se muestra orgulloso de lo hecho hasta ahora y se lanza a la reelección en un escenario distinto a 2018. En frente tendrá a Lula, quien aparece primero en las encuestas de cara a las elecciones del 2 de octubre.
Dictadura y ambiente
A los dos días de asumir, Bolsonaro ordenó la destitución de todos los funcionarios con alguna “marca ideológica”. En esas semanas, además firmó un decreto que facilitó la posesión de armas.
En los primeros meses de gobierno también encaró cambios en la educación. El ministro del área, Ricardo Vélez, que duró menos de un año en el cargo, dijo que los libros se someterían a una revisión para que los niños "puedan tener una idea verdadera, real de cuál fue su historia". Puso como ejemplo el estudio del golpe militar de 1964. Aseguró que fue “constitucional” y que la dictadura fue un “régimen democrático de fuerza”. En ese marco, el 27 de marzo se conmemoró en los cuarteles el quiebre institucional.
Su primer año estuvo marcado además por nuevas medidas medioambientales que fueron criticadas tanto dentro como fuera de Brasil. Cuando se cumplían cuatro meses de gestión, los ocho ministros vivos de Ambiente desde el retorno a la democracia en 1985, presentaron un documento en el que denunciaron una “política sistemática, constante y deliberada para desmontar las políticas medioambientales”.
En agosto de 2019, varios incendios en la Amazonía generaron nuevas críticas al gobierno. Ese año, aumentó un 84% la cantidad de siniestros en la zona. Esto provocó enfrentamientos con la alemana Angela Merkel y el francés Emmanuel Macron.
El manejo de la pandemia
La pandemia por la Covid-19 afectó a todo el mundo. En Brasil, Bolsonaro tuvo una actitud polémica sobre la enfermedad. Reconoció que era una situación preocupante, pero aseguró que había un “sobredimensionamiento” e “histeria” con el coronavirus. Más de una vez se mostró en público sin tapaboca e incitó al aislamiento, lo que fue criticado por otras figuras políticas y sanitarias.
A mediados de marzo de 2020 hubo manifestaciones contra el presidente en varias ciudades importantes de Brasil. El 7 de julio, Bolsonaro dio positivo. El mandatario atribuyó luego la mejoría a la hidroxicloroquina, un polémico producto que no tiene aval científico.
En 2021, tras seis meses de trabajo, la Comisión del Senado que investigó la gestión de la pandemia por parte del gobierno aprobó un informe final en el que pidió el procesamiento de Bolsonaro por crímenes contra la humanidad. Los delitos que le señalaron fueron: epidemia con resultado de muerte; infracción de medida sanitaria preventiva; curanderismo; incitación al delito; falsificación de documento privado; empleo irregular de fondos públicos; crímenes de lesa humanidad, en forma de exterminio, persecución y otros actos inhumanos; y delito de responsabilidad por vulneración de los derechos sociales y por incompatibilidad con la dignidad, el honor y el decoro del cargo.
Privatizaciones, corrupción y sistema electoral
Disminuir el papel del Estado en varios lugares fue otra de las medidas del gobierno de Bolsonaro. El 10 de junio se vendieron acciones de la eléctrica estatal brasileña Eletrobras por 33.700 millones de reales (unos 6855 millones de dólares). De esta manera se redujo la participación del Estado de 70% a 40%.
En enero, el mandatario celebró que este año se concretarían las “primeras privatizaciones portuarias de la historia”. Un capítulo aparte es para Petrobras. El gobierno ha pensado en avanzar en este tema con una privatización, pero tanto Lula como los sindicatos anunciaron acciones para frenar eso.
Bolsonaro aseguró que era un dirigente que combatía la corrupción y criticó por ello a la izquierda. Pero durante su mandato, se abrió una investigación por una presunta corrupción en la compra de la vacuna india contra el coronavirus. En junio de este año, el exministro de Educación, Milton Ribeiro, fue detenido por sospechas de que cometió actos de corrupción cuando estaba al frente de la cartera.
A lo largo de su gobierno, Bolsonaro se ha enfrentado con el Tribunal Superior Electoral. Además de ser cuestionado por desinformar, el mandatario ha sido investigado por poner en duda el sistema de urnas electrónicas para las elecciones. Asegura que en la votación de 2018 ganó en primera vuelta, pero hubo un fraude que lo llevó al balotaje.
“Entregaré la banda presidencial a quien me gane en las urnas limpiamente. Con fraude, no”, advirtió el actual presidente.