Un lugar. Cuando Martín Domínguez habla de La Tertulia (3 de Febrero 464, Rosario), la define como "una sala de arte, al estilo de antes". No se identifica con los términos más usuales de galería y galerista. Él gestiona desde 2021 ese acogedor espacio, en una zona céntrica pero relativamente calma. Vigas y columnas de madera, una amplia vidriera a la calle, música suave, aroma a palo santo y la charla del anfitrión configuran un ámbito cálido. Nieto del pintor Raúl Domínguez, artista él mismo, Martín destaca su legado materno: el local, y el arte de la fotografía. Otro artista de la familia, el pintor Mario Domínguez (tío de Martín) colaboró en el embellecimiento del lugar. Los artistas de La Tertulia son modernos y postmodernos, vivos o históricos, de la ciudad y la región, y no hallan su merecido sitio en esta Rosario tan "contemporánea" y alejada de sus raíces. Entre los históricos, además de su abuelo, la sala tiene obra de Anselmo Gatti; fue un éxito de ventas la exposición individual de un artista rosarino vivo, Manuel Martínez.
Hasta el próximo martes 2 de agosto, de lunes a viernes de 17 a 20, pueden visitarse dos exposiciones en La Tertulia: una colectiva de mujeres artistas emergentes y una individual de pinturas y objetos del reconocido pintor Eduardo Piccione, titulada El infierno de lo igual. El título proviene de un libro del filósofo y ensayista coreano Byung-Chul Han, significativamente titulado La expulsión de lo distinto. Lo distinto, en Rosario: las islas, los modernos, los posmodernos. Esta última categoría ha pasado de moda, y sin embargo sigue viva la continuidad que ella designa. Modernos, como Anselmo Gatti con sus suburbios, o Raúl Domínguez con sus escenas isleñas, han construido el paisaje identitario, sentando las bases del imaginario local y regional. Duelen en Rosario las quemas en las islas entrerrianas porque hubo un tiempo -no lejano- en que cada living de clase media tenía colgado su Domínguez. Piccione revisita esos paisajes: reexplora las islas que el precursor mapeó, a ver qué más encuentra. Y encuentra más miseria aún, no ya la digna pobreza de aquellos pescadores sino la precariedad de los actuales: sus "benditos", sus endebles construcciones, que maqueta en sus "objetos encontrados y resignificados", algunos de los cuales se vieron en su muestra de 2018 en On Gallery.
En aquella exposición, compartió sala con su inolvidable colega Carlos Andreozzi, uno de los artistas valiosos que el covid se llevó. Algunas obras de la muestra actual retoman o parecen continuar aquel diálogo, como si estuvieran sutilmente imbuidas de la materia espesa, los oscuros tonos ominosos, el grave pathos épico de Andreozzi. "Aguas negras" se titula una de esas pinturas, homónima de uno de los objetos que mostró Eduardo entonces. En otras pinturas, aflora un realismo metafísico alegórico muy de Piccione: el atril del pintor se suma a aquellos objetos elementales cotidianos -sillas, panes, zapatos, pintados con unas pinceladas de casi ingenua precisión- con los cuales Piccione, durante una crisis económica, componía situaciones insostenibles, aporías kafkianas; algo de eso se vio en Aquellos bárbaros (2019). Esta vez, el caballete se ahoga en las aguas, como una pesadilla simbólica de la "muerte" de la pintura o de su presunta obsolescencia.
El ancestro del lugar se hace presente en un paisaje donde Piccione parece dialogar con los cielos isleños de Raúl Domínguez: aquella luz de mediodía en tono mate (pintada al óleo en blanco de titanio con carbonato de calcio, aplicado con espátula) es evocada por la enciclopedia del espectador avisado ante el horizonte cegador que irrumpe como una promesa o un nimbo luminoso en medio de una visión apocalíptica de tierra en llamas y nubarrones ennegrecidos. El hábil montaje destaca la interfaz entre pinturas y objetos.
En su serie de "objetos encontrados resignificados" (titulada originalmente en 2018 “Museo de lo posible”), Piccione reelabora y cuece datos crudos sensibles de lo real. Al igual que Andreozzi -fallecido en Rosario el año pasado-, Piccione se centra en actores socioeconómicos marginados del relato oficial local: en su caso, en los isleños, con sus “benditos” o toldos protectores entre las “aguas negras” que la inundación deja detrás.
El interjuego entre constantes y variables de las diversas obras -donde el artista explora posibilidades mientras reitera elementos significativos- habla de una búsqueda, signada por tensiones, contradicciones y riesgo estético. De otra serie de pinturas incluidas en la muestra, donde se combinan audazmente el paisaje figurativo y la geometría abstracta, escribe Martín Domínguez en un pertinente texto de sala: "...la obra paradoja, que busca un camino. / Interroga, y se opone a sí misma. / Abstracta, enraizada, y clavada en un eje... /casi simétrico, casi armónico, / que descansa ahí... descansa en la paradoja".
Nacido en 1956, Eduardo Piccione pertenece a la generación del "pintar y pensar" (frase de su coetáneo y colega Daniel Scheimberg), aún activa y en tensión con sus maestros: los modernistas del Grupo Litoral. Empezó a exponer a fines de los años '70, en vísperas del renacer global de la pintura. Como sus precursores, pero en técnicas y lenguajes más actuales, representa su región y afina el potencial expresivo tanto de la abstracción como de ciertos gestos a la manera de las vanguardias: el objeto encontrado, la ficción secreta del artista como explorador y gestor de su propio museo de hallazgos, y lo que es más interesante aún en esos objetos: un borde incierto entre naturaleza y cultura.
Estas decisiones son geopolíticas. Implican una revisión crítica del pasado artístico. Van de la mano con opciones existenciales, que involucran el haber vivido años en una zona agreste próxima a la costa del río Paraná y desde allí leer las ciudades que lo criaron, a través de poéticas que apelan a la ilusión espacial o a la materialidad de lo encontrado.
En la exposición colectiva de la otra sala del espacio, se destacan una muy atmosférica y sugerente pintura abstracta por Valeria Renard, y dos obras gestuales por Inés Bugallo. Exponen obra además las pintoras Alicia Domínguez, Adriana Ferrer, Miriam Moscatelli, Jorgelina Otegui, Analía Primucci, Graciela Rosconi y la escultora Nelly Giménez Vallana.