Es bastante extraña la manera en que escritores que fueron best-seller, o populares, o hiper-prolíficos, incluso llevados al cine en grandes éxitos, pasan pronto al olvido o, al menos, a un importante segundo plano. Los casos son muchos: Robert Marasco, de poca producción pero con un gran éxito en cine, el de Burnt Offerings (1977), una película de terror que recibió críticas diversas pero gustó mucho en su momento al público, protagonizada por Karen Black, Oliver Reed y Bette Davis. O Ira Levin, super prolífico pero hoy más conocido por las películas que surgieron de sus novelas como El bebé de Rosemary, The Stepford Wives o Los niños del Brasil. O el caso del reciente rescate de Michael McDowel, ahora mismo gran éxito en Francia con Blackwater: The Complete Caskey Family Saga. Sus novelas como Los elementales o Agujas doradas son excelentes y resulta muy extraño que, además, siendo el autor de Beetlejuice de Tim Burton y amigo personal de Stephen King haya pasado a un relativo olvido. Pero así fue.
El caso de Mark McShane, ahora rescatado por La Bestia Equilátera, es aún más peculiar. Tan prolífico como McDowell pero mucho menos preocupado por el estilo –a él lo desvelaba la eficacia de la trama-, el autor nacido en Sydney, Australia, que estudió en el Reino Unido y finalmente se estableció en Mallorca, isla donde murió en 2013 a los 83 años, fue autor de 52 libros, el primero en 1960 y muchos con el seudónimo de Marc Lovell, nombre bajo el que escribió novelas de lo que podríamos llamar “suspenso sobrenatural”. En 1961 publicó Sesión en una tarde de lluvia, su gran éxito tardío. Es que en 1964 la llevó al cine Bryan Forbes (en castellano la película se conoció como Plan Siniestro) con Kim Stanley y Richard Attenborough: Stanley, actriz extraordinaria sobre todo de teatro, recibió una nominación al Oscar por este papel en una en cinta que tuvo destino de culto, y Attenborough ganó el premio a Interpretación Masculina en el festival de San Sebastián. Aunque McShane escribió el guión, es bastante diferente al de la novela que acaba de publicarse en castellano. En Sesión... los protagonistas son Myrna y Bill: ella es una médium en lo que parece Londres de fines de los 50 o principios de los 60. Aunque no se precisa nunca la fecha, hay sidecars y estaciones de servicio y el subterráneo y cabinas de teléfono: no es claramente la edad de oro del espiritualismo, a mediados del siglo XX. Myrna es tranquila y centrada pero también una ambiciosa voraz: tiene dotes telepáticas –no mediúnicas-- y en sus sesiones no se usan trucos ni gabinetes ni hay ectoplasma, sólo ella, sus clientes y una vela sobre la mesa. Odia la escenografía de las séances: ella tiene poderes mentales reales. Bill es su marido, un poco enfermo crónico y otro poco holgazán, asmático y torpe, que no trabaja un porque les alcanza y también porque, de verdad, está delicado de salud (aunque quizá exagere un poco). Myrna tiene un plan para hacerse famosa y salir de pobre d euna vez por todas, como lo merecen sus poderes: secuestrar a la hija de seis años de un hombre rico a la salida la escuela, después acercarse a los padres fingiendo tener visiones o sueños sobre el paradero de la criatura y, cuando la niña aparezca sana y salva gracias a sus dotes (aunque siempre estuvo en una habitación de su casa), convertirse en una estrella de lo paranormal, requerida por clientes y por la policía.
No es conveniente seguir adelante con la trama y sus detalles, de una tensión inaudita y una inteligencia que juega en el borde la crueldad con muecas de ingenio y giros de gran narrador. Sí es conveniente decir que el personaje de Myrna es una construcción soberbia, entre feroz y tranquila, centrada y segura, fría hasta el final; Bill, en cambio, es un manojo de nervios y neurosis y desesperación. Es una pareja no sólo despareja sino que no parece tener ningún afecto romántico o erótico, pero sin embargo funciona como una unidad. Nada se sabe de sus pasados: no importan. McShane está aquí para contar el Plan y su ejecución al borde del ataque de nervios (de los lectores al menos. Y de Bill). Y lo hace con una aparente simplicidad que, de a ratos, logra ocultar un trasfondo decididamente siniestro.
McShane también intervino en el guión de la segunda versión más famosa de su novela: Kôrei (Séance) del japonés Kiyoshi Kurosawa (el otro, no Akira; el de las películas de género), que reformula la historia en un tono mucho más sórdido y oscuro, llevando todo lejos del thriller, más cerca del horror y con un ritmo lentísimo, casi opuesto al frenesí de la novela. Como si Kurosawa quisiera acentuar lo morboso del Plan y las ambiciones de estos falsos espiritistas. Ahora mismo la novela está en pre-producción para una nueva versión: la dirigirá Tomas Alfredson (el director sueco de Let The Right One In y El Topo) y la talentosa Rachel Weisz será Myra Savage, la médium que quiere la gloria.
McShane invirtió el dinero que dieron sus películas en la casa de Mallorca, en el pueblo de Sa Cabaneta. No vivía tan lejos de otro expatriado en las Baleares, Robert Graves (La Diosa Blanca) cuya presencia en el hermoso pueblo serrano de Deiá incluye una fundación y una sencilla tumba en el pequeño cementerio local. Pero McShane no tiene el halo de prestigio de su compañero expatriado: era un escritor-trabajador, un creador de tramas peculiares, un excéntrico que se divertía, hijo de una familia romaní, que quiso viajar toda su vida y vivir, dentro de lo posible, de esos libros que entretenían y le gustaba escribir.