De la infinidad de obras, adaptaciones y puestas que inspiró William Shakespeare, quizás una de las más destacadas a nivel nacional sea la creada por la dramaturga y novelista Griselda Gambaro a principios de los 2000: La señora Macbeth. Basada en la célebre tragedia de Macbeth, una de las más brutales de Shakespeare, Gambaro muestra a una persona enceguecida por su propia avidez, que solo quiere el poder y que se encuentra atormentada por los crímenes que rondan sobre su conciencia.
Inspirado en esta adaptación, el director Fabián Bril decidió llevar al teatro su propia versión de La señora Macbeth, que puede verse los sábados a las 20.30 en El Excéntrico del a 18° (Lerma 420). En palabras de Bril, la singularidad de su trabajo, “lo más llamativo y diferente”, es que propone “una transmutación hacia lo queer e interpelación de lo heteronormativo” con un elenco integrado por Betto Vivas, Patricia Roncarolo, Marcela Díaz, Ana María Villafañe, Joaquín Tomassi y música en vivo por Mahuro Coletti y Eugenio Sánchez.
El director lo conoce muy bien el texto, ya que participó como actor de la puesta que dirigió en 2005 Pompeyo Audivert con Cristina Banegas como protagonista, durante las giras que hizo la obra. “El texto de Gambaro no tiene ni tiempo ni lugar entonces uno lo puede adaptar o imaginar en distintos espacios y tiempos. Esa atemporalidad yo la tomé y la usé para esta puesta”, cuenta el director.
-¿Cómo surgió la idea de llevar La Señora Macbeth a escena?
-No es una idea propia, sino de Betto Vivas, que es quien encarna a la señora Macbeth. Él estaba con la obra en la cabeza y con muchas ganas de hacerla. Nosotros nos conocimos por El Excéntrico. Cuando recién empezaba la pandemia, yo daba clases ahí y él estaba entrenando con Cristina Banegas, quien le propuso que me llamara para que lo dirija. Y a partir de ahí empezamos a planear el trabajo, a elegir los actores y las actrices por zoom, y a juntarnos remotamente.
-¿Cuáles fueron las premisas en la dirección de La señora Macbeth?
-Fui armándolas a medida que íbamos avanzando con los ensayos. Si bien todo el tiempo la atención estaba puesta en la actuación y en poner en primer plano a los actores, las distintas cuestiones estéticas y rítmicas aparecieron con el devenir del proceso.
-¿De qué manera pensaste la puesta?
-La pensé como un espacio muy despojado donde el peso estuviese en el cuerpo de los actores, así como también en el vestuario y el maquillaje. Si bien hay elementos palaciegos, el espacio es neutro. Por otro lado, la música es un colchón que está sosteniendo y sonando, mientras que los títeres encarnan lo metateatral, algo que aparece en la dramaturgia de Gambaro.
-¿Qué implica que esta puesta proponga una transmutación hacia lo queer?
-Cuando empecé a trabajar con el material una de las primeras cosas que se me vino a la cabeza fue la idea de travestir a los actores. Y lo que pasa es que no importa mucho el género, porque hay algo que se unifica.
-¿Qué lugar ocupan lo femenino y lo masculino en La señora Macbeth?
-Yo creo que todo en el texto de Gambaro está ocupado por esa división o pelea entre lo masculino y lo femenino. Más allá de lo que pasa en la puesta y las decisiones que yo tomé, el texto está navegando en gran parte por un lugar donde está queriendo decir y exponiendo que la señora Macbeth es también él. Que es lo mismo, que está unido, que es ella y es él. En muchos tramos de la obra aparece la duda de quién es el o la que habla. Si habla él por ella, o ella por él. Todo el tiempo el texto está atravesado por esa dualidad.