Desde la ciencia, con elementos simples y hasta precarios —con cierta tecnología de la pobreza— como papas, cables y porotos, Víctor Grippo (1936 – 2002) integró arte y ciencia. La alquimia guio sus creaciones. Lo hizo, dijo, para arribar a una “conclusión poética abarcadora de la realidad”. Iluminó la transformación constante, el gesto solidario de compartir el pan, el frágil equilibrio inestable que domina la vida.
A 20 años de su fallecimiento, Preexistencias, con curaduría de Diana Wechsler y Florencia Battiti, en el Centro de Arte Contemporáneo de Muntref, sede Hotel de Inmigrantes, reúne una serie de obras icónicas de este alquimista inigualable, junto a pinturas suyas de papas nunca antes exhibidas, dibujos y joyas que creó cuando fue orfebre. Hay elementos personales como libros de gastronomía, un armario con sus pertenencias tal cual lo dejó, una radio que suena en el dial de música clásica que lo acompañaba mientras trabajaba en su taller, fotografías suyas y otras que le tomó el artista Gian Paolo Minelli. Además se incluye un retrato que le hizo Antonio Berni y un dibujo que Alberto Passolini, quien fue asistente suyo, le obsequió cuando Grippo atravesaba un momento delicado de salud.
Con un circuito de papas conectadas entre sí con dos electrodos, uno de zinc y otro de cobre, este artista que estudió química en la Universidad Nacional de La Plata generó en Analogía I corriente eléctrica vegetal mensurable. En su serie Analogías puso el eje en la tensión dicotómica entre arte y ciencia; naturaleza y cultura; materia y conciencia.
“El arte descubre las relaciones ocultas o encubiertas. Si una de mis obras redescubre la capacidad energética de la papa, de ese alimento tan común, que se ingiere casi sin verlo, porque no hay día sin papa en cualquier habitante del planeta, es porque intento proveer de una imagen totalizadora que destruya o debilite esa especie de ceguera que la ha vuelto casi invisible para la mayoría. Simplemente se la usa, se la come. Se olvida lo que es, todo lo que supone. Todo responde a una cosmovisión, a ese estado interior, a esa forma de vida”, dijo el internacionalmente reconocido artista conceptual nacido en Junín.
Sobre la utilización de la papa y su alegoría, la investigadora argentina Ana Longoni, en el ensayo que integra el catálogo de la retrospectiva de Grippo realizada en el Malba con curaduría de Marcelo Pacheco (2004), recuerda que “algunos autores señalan que la analogía entre la energía de la papa y la expansión de la conciencia se sostiene en la equiparación entre el tubérculo y el cerebro (en tanto órgano de la conciencia), lo que podría remitir a la tradición de las culturas andinas prehispánicas de ensayar en papas la operación de trepanar cráneos. En dichas culturas, incluso, la papa se representaba mediante figuras de arcilla con rasgos humanos”.
La muestra incluye Vida, muerte, resurrección, obra que tiene cinco versiones. Se activaron en la galería Arte múltiple, en el ICI, en Ikon Gallery (Birmingham) y en el Malba. Una pieza integra la colección permanente del MoMA. Ahora la familia del artista decidió que se activara la quinta y última obra de esta serie en el ex Hotel de Inmigrantes. Incluye cinco pares de cuerpos geométricos (cono, cubo, cilindro, pirámide y paralelepípedo) hechos con plomo y que en su interior contienen porotos. Al activarse con agua (por un orificio), los porotos, al expandirse naturalmente, hacen estallar hasta destruir los recipientes de plomo sellado que los contienen. Ya en la sala del museo comenzó el proceso: la vida en movimiento constante arrasó con la violencia que encarna el plomo.
Grippo contaba que mientras muchos consideraban que la química era una evolución de la alquimia, en su caso ocurrió lo contrario: buscó salir de una mirada “cerrada y seca, como en los laboratorios” para adentrarse en “algo mucho más humano y natural, vinculado a la poética y al arte”. Para él, la alquimia estuvo ligada a la condición humana. Tal era su interés que llegó a proponer “un humanismo para el futuro que contuviera o integrara las máximas circunstancias del hombre, como catalizador positivo, como transformador, y como ser constructivo”.
Hijo de inmigrantes italianos, Grippo trabajó incansablemente en su casa – taller en las calles Juncal y Azcuénaga, enCcapital (en la muestra se exhibe un croquis de esa gran propiedad)--. “Trabajaba en su taller como un obrero, como un científico, como un alquimista. Todos los días de jornadas interminables, coronadas muchas veces por cenas que incluían papas, porotos, tostadas finitas cortadas a cuchillo, queso, pan y vino”, recuerda Paulina Vera, hija del artista e impulsora de la exhibición.
En un patio en la entrada al Centro de Arte Contemporáneo, sede Hotel de Inmigrantes, se ve un horno construido con los planos originales con los que Grippo hizo su intervención pública Construcción de un horno popular para hacer pan en la Plaza Roberto Arlt. Grippo, junto con el artista Jorge Gamarra y con A. Rossi, un trabajador rural que fue con un ayudante, construyeron un horno de barro para hacer pan. La acción en el espacio público integró la fabricación de pan, la partición y el reparto del alimento entre la gente que pasaba por la plaza, junto con la explicación del objetivo de la obra. Aquel horno emblemático, que fue destruido por la policía, puso el foco en los procesos de cooperación, producción y alimentación.
Desde el Centro de Arte Contemporáneo anuncian que el horno que se construyó para la exhibición quedará en forma permanente en el lugar y que durante la muestra habrá activaciones con la participación de panaderos y artistas.
La comida del artista es una instalación en la que al cruzar una puerta uno se encuentra con una mesa larga, construida sobre tablones, cubierta con un mantel blanco, impecable. A ambos lados de la mesa hay una serie de platos con huevos (símbolo del germen de la creación), pan, maíz, y berenjenas. Con la ausencia de cubiertos, el mantel impoluto (ningún comensal ha pasado por esa mesa), y las berenjenas y un huevo quemados hasta carbonizarse, la obra alude a la falta de comida. Cuando Grippo presentó esta instalación en el ICI, la acompañó con un dibujo con un texto que decía "sopa de agua".
Todo en marcha (Índice del movimiento general de los seres y las cosas) es una mesa (hecha con un tablón blanco apoyada sobre dos caballetes) con recipientes abiertos y otros cerrados que contienen una serie de elementos químicos que, tras haber sido disueltos en agua, se transforman en líquidos de colores deslumbrantes. Los líquidos que se encuentran en los recipientes abiertos, con los días, al evaporarse se transformarán en cristales. Los líquidos de los recipientes cerrados dan cuenta del color y la apariencia que tuvieron los que mutaron.
“Todo acto creativo se apoya en algo preexistente y ordena, construye, algo que implica un recorrido que va más allá”, dijo este artista cuya obra escapa a las certezas. Hay en ellas, sí, un frágil equilibrio inestable que deviene transformación constante. Acaso como la vorágine de la vida. Quedan testimonios irrefutables en sala: los porotos que estaban dentro de los cuerpos geométricos quebraron las estructuras de plomo que los contenían. Es posible que con los días germinen: el milagro de la vida y del arte.
Preexistencias de Victor Grippo se puede ver en Centro de Arte Contemporáneo Muntref, Sede Hotel de Inmigrantes, Av. Antártida Argentina (entre Dirección Nacional de Migraciones y Buquebus), entrada por Apostadero Naval. Puerto Madero. De martes a domingos de 11 a 18.