En la vida real los sueños, sueños son. La ciencia neurológica aporta sus apreciaciones y la psicología tiene sus berretines interpretativos. Pero desde tiempos inmemoriales, el cosmos onírico –el diurno y el nocturno, pero sobre todo este último– fue objeto de elucubraciones de lo más variopintas, partiendo de la futurología y abriéndose camino hacia universos paralelos y otras yerbas. En el terreno de la fantasía creativa, desde luego, el abandono de la vigilia ha permitido que cada una de esas instancias propulsadas por la mente durante su engañoso descanso generara invenciones de todo tenor. En 1989, con las primeras entregas de la historieta The Sandman, el escritor británico Neil Richard MacKinnon Gaiman creó una mitología para DC Comics basada en personajes olvidados, reinventándolos y dotándolos de nueva energía vital. Un universo eterno pero cambiante, comandado con mano firme por entidades --que son una familia, además-- como Deseo, Destino, Desesperación, Delirio, Muerte y Sueño. El hombre de la arena, Sandman, es el otro nombre con el cual se conoce a Sueño, también llamado Morfeo, amo y señor de los encantos amables y placenteros, pero también de las pesadillas más oscuras. Morfeo posee tres elementos que hacen que su trabajo sea más sencillo, y sin ellos su poder se ve reducido: una pequeña bolsa con arena, elemento mágico que permite realizar proezas mucho más imponentes de lo que podría imaginarse a primera vista; un rubí aún más poderoso, fuente de prodigios impensados; y una particular máscara, de formas similares a las utilizadas contra el gas mostaza hace más de un siglo. En el comienzo del comic, en 1916, Sandman es conjurado erróneamente por un cónclave de magos y termina atrapado en nuestro mundo durante varias décadas, sin posibilidad de escape, comienzo de un desbarajuste entre los diversos universos que costará sangre, sudor y lágrimas volver a equilibrar. La publicación de las primeras ocho entregas, conocidas más tarde bajo el título Preludios y nocturnos, señaló un camino de maduración para la compañía DC durante los años 80 y 90, a través del sub-sello Vertigo, que también vio la aparición de títulos como V de Vendetta y Hellblazer, acompañando un período general “adulto” del género, que dio a luz títulos canónicos como la saga de El caballero oscuro de Frank Miller. En otras palabras, la era en la cual la historieta dejó de ser cosa de chicos y adolescentes para entrar por la puerta grande en los salones de la alta cultura. The Sandman, ilustrada entre otros por figuras como Marc Hempel, Dave McKean, Michael Zulli y Jill Thompson, seguiría ese mismo derrotero, alabada por la crítica literaria más exquisita y abrazada por autores prominentes ligados al género fantástico.
La tentación de trasladar la creación de Neil Gaiman al universo audiovisual siempre fue enorme, pero, en palabras de Mariana Enriquez en estas mismas páginas, en un texto publicado en 2014 y dedicado a todas las cosas gaimanescas, “The Sandman es el único comic con ese nivel de prestigio y popularidad que fracasa una y otra vez cuando se intenta adaptarlo para cine”. Es que intentos hubo varios, de las más diversas calañas. La compañía de Jim Henson fue una de los primeras en acercarse al autor para intentar llevar el comic al cine, sin éxito, y Warner Brothers, que desde siempre ha detentado los derechos para esa posible adaptación por ser la dueña de DC Comics, hizo circular la idea durante tres décadas sin poder apretar el interruptor que enciende la luz verde. “Durante años no quise saber nada con la idea de una versión cinematográfica, ya que sabía que iban a arruinarlo todo”, declaró en su momento Gaiman. Pero la espera terminó. Y si bien la adaptación no es cinematográfica sino seriada, y para una plataforma de streaming, finalmente los fans de la historieta podrán ver reflejados en pantalla los conceptos y relatos creados por Gaiman hace más de tres décadas. Sandman, la serie (en español el título pierde el artículo definido “The”), desembarca en Netflix el próximo viernes 5 de agosto. Once capítulos que reconstruyen y, en más de un caso, reinventan varias de las líneas narrativas de los Preludios y nocturnos originales, además de incluir el eje central del segundo volumen de las historietas, La casa de muñecas, y una pizca del tercero, País de sueños. Según se afirma en un extenso artículo publicado la semana pasada en la revista publicada por The Washington Post, la primera noticia que tuvo Gaiman del proyecto, desarrollado por el guionista Allan Heinberg, ocurrió en 2017, cuando se encontraba en plena producción de la adaptación de otra de sus obras, la novela Buenos presagios, coescrita junto a Terry Pratchett. De allí a estar muy involucrado hubo apenas un solo paso, y el autor original del universo del hombre de la arena terminó como productor ejecutivo de la serie. Garantía no necesariamente de calidad, pero sí al menos de que cada una de las decisiones creativas estaría filtrada por su mirada.
“Cuando ves el primer episodio puedes pensar que estás ante Downton Abbey, pero con magia”, declaró Gaiman en una entrevista publicada por la revista Empire a comienzos de este año. “Luego no podrás impedir un ‘qué diablos es esto?’ al llegar al segundo capítulo, al conocer a Gregory la Gárgola en Ensoñación. El quinto es tan oscuro y traumático como puede imaginarse y luego está el sexto, que probablemente sea el más feliz de todos los episodios”. Finalmente, casi como un vendedor callejero afirmando que eso no es todo, que hay más por el mismo precio, el escritor declara con rotundidad que “si a un espectador no le gusta un capítulo de Juego de tronos es probable que no le guste ningún otro. Con Sandman, en cambio, se trata de sorprenderte. Todo gira sobre la idea de la reinvención. Es como asistir a un viaje diferente a todos los demás que hayas hecho”. Algo de razón tiene, sin embargo. Tal vez bastante. El primer capítulo, “El sueño de los justos”, parece una cruza de la exitosa serie británica creada por Julian Fellowes y un film de horror tardío de Hammer Films, aderezado con unas pizcas de Harry Potter. El deseo humano por traer de vuelta a la vida a aquellos que fueron arrancados de raíz por la muerte antes de tiempo tiene un efecto inesperado, y Sueño (el londinense Tom Sturridge, con un fuerte acento dark en su talante, vestimenta y apariencia general) termina atrapado en una cápsula vidriada a la espera de una difícil vía de escape. El mundo de la vigilia contrasta desde luego con el de Ensueño, su castillo y alrededores, que el tráiler oficial de la serie presentó en sociedad hace algunos días. Las reacciones no se hicieron esperar y reflejaron tanto la fascinación como el rechazo virulento. Esto último era de esperarse: el traspaso de un universo a otro, del papel a la pantalla, siempre implica una traición, y en tiempos de uso y abuso de las tecnologías digitales para generar imágenes “realistas” nacidas en el imperio de la fantasía no siempre terminan en buenos puertos artísticos. Más en el caso de The Sandman, cuyo autor consideró durante tanto tiempo que su obra era difícil de adaptar, sino imposible.
Reparto no le falta a Sandman: además de Sturridge y otros jóvenes talentos como Jenna Coleman (la novia del criminal titular en La serpiente), Kirby Howell-Baptiste (Killing Eve) y la debutante Kyo Ra, la lista incluye a veteranos de varias batallas como Charles Dance, David Thewlis, Joely Richardson y Mark Hamill, prestándole su voz a Merv Pumpkinhead. Todo muy british, por otro lado, con las excepciones del caso. Según Allan Heinberg, entrevistado por The Washington Post, “Sandman es profundamente oportuna, teniendo en cuenta lo universales que son nuestras preocupaciones, particularmente en un momento en el que nuestra nación y el mundo están tan divididos”. Llevando un poco al límite la alegoría, afirma también que “todos estamos en campos separados, generalmente demarcados por nuestras afiliaciones y creencias religiosas. Lo que puede aprenderse a través de esta historia es que no importa de qué religión seas, no importa qué mitología tengas, las preocupaciones humanas son siempre las mismas. Y como los sueños pertenecen a todos los panteones y a todos los ciudadanos del mundo, Neil está narrando una historia que trasciende esas divisiones que hemos construido en nuestras culturas”. Claro que el mundo (los mundos) que describe Gaiman son muy diferentes al nuestro, como lo demuestra el comienzo mismo de la aventura, cuando Morfeo debe abandonar su recientemente recuperada Ensueño para salir en busca del rubí, la máscara y la bolsa de arena, y en el camino ser testigo de un exorcismo en una iglesia (por allí aparece Clare Higgins, la protagonista del clásico de Clive Barker Hellraiser), asistir a una cita con el mismísimo Lucifer en el Infierno (ecos visuales de la Divina comedia y las ilustraciones de Botticelli y Doré) y enfrentarse a un descendiente de su antiguo captor, poseedor de conocimientos de los cuales nunca debería haber oído hablar. Suelto en el camino, haciendo de las suyas, el Corintio, asesino serial obsesionado con los órganos centrales de la vista, venerado por un grupo de hombres y mujeres que, como él, hacen del “coleccionismo” un truculento arte, aunque desconozcan por completo su origen poco humano.
Neil Gaiman defiende a rajatabla la versión seriada, contra viento y marea. Incluso ha discutido en redes sociales con palabras fuertes ante ciertas posturas críticas respecto de los cambios de sexo y color de piel de algunos de los personajes, indudable signo de los tiempos. En una entrevista virtual con Collider Gaiman piensa y dice que el concepto de la adaptación giró alrededor de la idea de “no cambiar nada. Adaptar sí, pero siendo fiel, manteniendo las cosas de la misma manera. Tener el control sabiendo que las puertas están abiertas”. ¿Es la serie sustancialmente distinta a la historieta. “Sí y no. Creo que si eres alguien que ama los comics vas a amar la serie, y tendrás una ventaja en términos de conocer la trama de antemano”. Los capítulos cinco y seis, mencionados por Gaiman como el más oscuro y el más luminoso, respectivamente, son pequeños desvíos de la trama central de Sandman, la serie. A tal punto que pueden funcionar como historias autónomas, un poco a la manera de las viejas entregas de La dimensión desconocida. En el primero de ellos, el rubí, manipulado por manos ajenas, permite que la humanidad contenida en un pequeño diner deje de lado no sólo las hipocresías sino también las reglas de etiqueta de la amabilidad. En el segundo, el encuentro cada cien años de dos personajes saca a relucir el costado más entrañable de la saga. Preámbulos de la aparición del vórtice, un fenómeno inusual, poderoso y peligroso, que ocupa cuatro episodios completos. ¿Y el enigmático capítulo 11, que la prensa especializada no recibió de antemano, antes del estreno? Seguramente habrá alguna sorpresa, un portal quizás a una segunda temporada. En la antología de sus primeros cómics dedicados a The Sandman, Gaiman escribe que “Al releer hoy estas historias, debo confesar que muchas de ellas me parecen torpes y desgarbadas, aunque incluso la más torpe de ellas tiene algo; una frase, quizás, o una idea o una imagen de la que todavía estoy orgulloso. Pero allí es donde comienza la historia, y las semillas de mucho de lo que vendrá después”. ¿Pensará Gaiman, dentro de un tiempo prudencial, exactamente lo mismo de esta primera temporada de Sandman, la serie?