“Los dos vicios más destacados del mundo económico contemporáneo, son que primero el pleno empleo no está asegurado y segundo que la distribución del patrimonio y del ingreso es arbitraria y desigual” escribió Keynes al final de la Teoría General.
Los análisis sobre la desigualdad del ingreso realizados por Simón Kuznets en los años 1930 y en la actualidad por Thomas Piketty muestran que existe una correlación entre esta desigualdad y la concentración del patrimonio. El 50 por ciento de los que menos tienen poseen entre el 2 y el 5 por ciento del patrimonio mundial y el 10 por ciento más rico posee entre el 60 y el 80 por ciento del mismo.
Al profundizar el origen de este último se observa que los poseedores de grandes patrimonios los han heredados y conforman una herentocracia. Jeff Bezos, Bill Gates, Elon Musk, Steve Jobs y algunos otros multimillonarios son excepciones. Con estas cifras se puede comprender mejor el círculo vicioso en el cual las desigualdades patrimoniales de hoy están creando las desigualdades del patrimonio y del ingreso de mañana. Y los efectos de dominación política que esto supone, pero a la vez como conllevan una tendencia profunda al estancamiento económico.
Evasión y fuga
Aparece a diario en múltiples declaraciones de propietarios de grandes empresas de la producción o de la distribución y el comercio o de los grandes terratenientes que existe una homogeneidad social. Los más ricos tienen el mismo tipo de conductas, algunas de ellas francamente delictivas, y no sólo posen mansiones, tierras, empresas, sino que la mayor parte de esa riqueza está financiarizada con altos rendimientos reales, entre el 7 y el 8 por ciento después del pago de eventuales impuestos.
Las elites económicas argentinas, como lo muestran los escándalos de la lista Falciani, conocida como SwissLeaks, cuentas offshore de la filial Ginebra del banco HSBC que incluía 4400 fugadores argentinos, o los Panamá Papers, han practicado una evasión fiscal sistémica, acompañada de una fuga de capitales metódica hacia las guaridas fiscales.
La concentración del patrimonio y del ingreso es responsable de la disminución del crecimiento económico por dos razones que Keynes expuso claramente. Vale recordar en este sentido que el producto global es igual al consumo más el ahorro y que también es igual a los salarios más los beneficios y, a la vez, igual al consumo más la inversión. En primer lugar, a un nivel elevado de ingreso individual (los 5 por ciento que ganan más), a medida que el ingreso aumenta la parte del mismo gastada en consumo disminuye puesto que este tiene un límite físico. En segundo lugar, a nivel macroeconómico si los ingresos de los más acaudalados constituidos de beneficios empresariales se incrementan, la parte de los beneficios en el producto global aumenta y la de los salarios disminuye.
Consumo, ingreso y recesión
Se sabe además que los trabajadores sean activos o jubilados gastan todo lo que ganan en consumo, con lo cual cuando la parte de los salarios dentro del producto global disminuye lo hace también el consumo agregado. De esto se deduce que, como el consumo representa alrededor del 80 por ciento del PIB, la desigualdad de la distribución del ingreso, señalada por Keynes, es un factor recesivo de la economía.
Esto explica la razón por la cual la remarcación de los precios de los productos es un factor de estancamiento económico porque justamente incrementa los beneficios, que deben ser inmediatos. Y como el producto global es igual a los salarios más los beneficios, cuando estos últimos aumentan los salarios disminuyen y la demanda efectiva también. Vale decir, el incremento de los salarios en las paritarias o de las jubilaciones corre el riesgo de no tener efecto arrastre del crecimiento económico si no está acompañado por un control de precios preciso y riguroso que impida la perdida del poder adquisitivo.
En efecto, los trabajadores que sean activos o jubilados gastan todo lo que ganan en consumo, mientras que los que poseen ingresos elevados deprimen la demanda global, lo cual hace que los aumentos no generen el efecto de arrastre esperado y el incremento de la demanda efectiva del crecimiento económico.
La disminución parcial de las desigualdades del ingreso en algunos países avanzados fue lograda por una política fiscal progresiva sobre el ingreso y los patrimonios, que por un lado permitía una redistribución del mismo y por el otro incrementó los ingresos del Estado que financia y provee así los bienes públicos como educación, salud, transporte o un sistema tarifario adecuado que en su conjunto aumentan los salarios reales indirectos y, por ende, el consumo y el crecimiento económico.
El Mercado y el Estado
Se observa así que los aparatosos discursos sobre el “rol esencial” que jugarían los grandes capitalistas e inversores en el crecimiento está cargado de una ideología que busca justificar un desteñido rol económico. Lo señalado más arriba permite indicar que la redistribución negativa del ingreso, cuando los más ricos aumentan sus ingresos más que los sectores medios y populares, no significa que la inversión aumente porque ésta no depende de los beneficios realizados en el pasado sino de las perspectivas de beneficios futuros.
Las confesiones de la remarcación de los precios avalan ese análisis y muestran la falsedad de esta premisa, amén del hecho de que constituyen la base de la fuga de capitales que empobrece el país.
Nuestra cultura grecolatina condena en nombre de la moral las desigualdades económicas excesivas en el seno de la comunidad y postula que la igualdad es moralmente más justa y deseable, pero la impronta keynesiana postula, como hemos indicado, que, desde el punto de vista de la eficacia económica, la igualdad no es sólo un problema de orden moral, sino que técnicamente desde un punto de vista estrictamente económico es más eficaz que la desigualdad.
El rechazo de las recomendaciones de economistas ortodoxos que postulan “le laissez faire” y la supremacía de la regulación por el “mercado”, se apoya justamente en que defienden la ineficacia económica para justificar la percepción de una remuneración excesiva del capital.
Es aquí donde interviene el rol del Estado que debe velar a que la distribución del ingreso sea lo más justa posible, no sólo porque su rol es de promover el crecimiento económico e impedir o mitigar la pobreza de los ciudadanos y su exclusión económica, sino porque debe promover la igualdad para velar a la concordia en la comunidad organizada y a la justicia social, que es económicamente más eficaz en términos de crecimiento económico que el “libre mercado”.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.