La economía de Estados Unidos registró una caída del 0,9 por ciento del PIB en el segundo trimestre. Una cifra que se suma a la contracción del 1,6 por ciento en los primeros tres meses del año. De esta manera, técnicamente entró en recesión al acumular dos trimestres seguidos en baja. El panorama podría plantearse más desalentador si se agrega que la Reserva Federal volvió a incrementar la tasa de interés de referencia en 75 puntos básicos. Se trata de una magnitud idéntica a la suba de junio. Desde principio de los '90 que no se registraban ajustes mensuales tan importantes.
En conferencia de prensa, el titular de la Reserva Federal, Jerome Powell, reiteró un mensaje duro. Dijo que no dudará en aplicar todas las medidas de contracción necesarias para llevar la inflación nuevamente al 2,0 por ciento anual. El último dato de precios había arrojado un pico de 9,1. En otras palabras: las autoridades económicas estadounidenses están dispuesta a generar y soportar toda la recesión necesaria para frenar el proceso inflacionario.
Sin embargo, en los papales empresarios eso no parece estar del todo claro y la reacción de Wall Street en las últimas semanas lo evidencia. El Dow Jones, el S&P y el Nasdaq acumularon en julio ganancias que se ubican entre el 5 y el 10 por ciento. Pero particularmente las empresas de tecnología e innovación que habían sentido en el primer trimestre el impacto del aumento de las tasas de interés mostraron rebotes impactantes.
Uno de los ejemplos es la suba de las acciones Tesla que en los primeros 28 días de julio acumularon un incremento del 25 por ciento. Este rally le permitió recortar buena parte de la caída acumulada del año. Con Amazon paso algo similar. A los rebotes de las primeras semanas de julio se sumó que presentó su balance trimestral. Las ganancias no estuvieron en línea con lo esperado, pero los ingresos de la firma superaron las expectativas. Luego de conocerse los datos, en las negociaciones que se hacen en el after market, sus acciones subieron más del 11 por ciento.
Los analistas comienzan a pensar que la Reserva Federal matizará sus posturas y que la política monetaria ajustará menos de lo previsto. De esa forma se interpretaron los ajustes de tasa de julio. Si bien hubo un aumento de 75 puntos básicos, no ocurrió el escenario más pesimista para los fondos de inversión, que consideraban la posibilidad de una suba de 100 puntos.
El trasfondo es que la decisión de concluir el ciclo de dinero barato, que se había iniciado en 2008 a partir del estallido de las hipotecas subprime, obligó a las autoridades monetarias de Estados Unidos a enfrentarse desde el inicio de este año a una encrucijada que por ahora sigue sin resolverse. Subir las tasas más de la cuenta genera riesgos de crisis difícil de adelantar, por su efecto cadena en distintos pasivos como las deudas corporativas. Pero subirla menos puede hacer que las expectativas de inflación pierdan todo ancla. Así lo plantean consultores de la elite norteamericana y críticos del sistema como el griego Yanis Varoufakis.
Por el momento en Wall Street parecen festejar que dieron un primer paso para empezar a destrabar la encrucijada e influir en el rumbo de la Reserva Federal. Consideran que el ajuste monetario quedará a medio camino, aunque no es claro lo que pueda pasar con los precios y el resto de las variables macro.