Ella me dijo algo que tiene la fuerza de una verdad "A los ancianos, presos, niños y pacientes mentales se los ubica en otro estatus de humanidad. No se tiene en cuenta su palabra".

A raíz de sus dificultades motrices ella debió ingresar, durante el viaje de su hijo, a una casa de Arroyito, con nombre de flor, que alojaba ancianas. En ella estaría cuidada mientras durara esa ausencia. La del hijo al que ella no quería importunar, pero al que recurría con frecuencia.

Cuando ella llegó a la casa, que era antigua pero restaurada, supo que eran once las señoras allí alojadas. De ellas, cuatro no hablaban y salvo una que deambulaba, sin sosiego, las otras usaban silla de ruedas casi todo el tiempo y la que podía, andador.

Cuando la visité, me comentó de la casa bonita y cuidada, la asistencia en higiene, la puntualidad en las comidas, y lo que podía describirse como una atención a sus necesidades materiales, atención prolija y sin fallas. Pero bajo el cumplimiento de esas condiciones… subterráneamente transcurría otra historia.

El clima era de indiferencia a lo que no fuera concreto y visible, pisos brillantes, las cuatro comidas a tiempo, la ropa lavada.

Ella me planteaba la situación de destrato bajo una forma de sordera a las llamadas. Si insistía la respuesta era: "Estoy cambiando pañales", "Bueno, vení después", …pero sucedía que después tampoco venían. Sí venían puntuales y diligentes a lo pautado, llevarlas al comedor, al baño, a alguna actividad.

Hubo otras facetas: las crueldades cuando había una crítica o una desobediencia. Cuando ella no quiso someterse, fue con suero a la cama. ¿Penitencia de la cual aprender? El silencio desde allí, como otro castigo, como si ignorarla, no hablarla, no mirarla, era la prueba de que ella no existía.

Ella y yo, encontramos en esto, estridentes equivalencias entre lo que sucedía allí con las ancianas y lo estudiado por Spìtz (1) sobre Hospitalismo (niños con asistencia a necesidades materiales, pero que sin un vínculo afectivo de sostén se debilitaban y morían).

¿Sería una de las razones por las que ancianos y ancianas no sobreviven mucho tiempo en los geriátricos? ¿Cabe considerar esta posibilidad como atinada? ¿Las ancianas como rehenes, bajo un control férreo, expuestas por su impotencia y fragilidad a sanciones si se rebelaban?

A poco de estar supo que las mujeres no recordaban su nombre, su edad, la dirección donde vivían antes. Desubjetivadas por la vejez, algunas por la patología que portaban y todas por las circunstancias. Con un penoso empobrecimiento y corrosión de saberes y posibilidades.

Sabiendo la importancia del nombre propio, ella se lo preguntó a cada una. Las invitaba cada mañana a recordarlo y repetirlo. Como quien pasa lista y confiando en que fuera útil. Trató de inventar juegos para incentivarlas.

La palabra silenciada y el movimiento impedido. Así estaban sus compañeras. Y se propuso tratar de incidir.

Las cuidadoras eran varias y por turnos, la encargada una, que rendía cuentas a la administrativa, que era el nexo con un dueño invisible, que jamás conoció.

La que estaba en mayor contacto con ellas era Ángeles, la encargada, presente casi siempre. Sargento vengativa de un ejército de sometidas: cuidadoras e internas. La pensé como se describe y nombra a los capataces de los quebrachales. Al capanga, con látigo y actitud de mando.

A una de las cuidadoras que se llamaba Edith dijo que no era nombre para el lugar y la rebautizó Ramona. Cuidadoras y también internas le temían por su trato brusco y despectivo.

La mayor ironía pasaba por su nombre: Ángeles, parecía contrastar con su trato. Supo hacer referencia a "tolerancia cero" para referirse a la dimensión de su paciencia. Cuando Rudy Giuliani (2) lo utilizó, no se imaginó ni en la fantasía más remota que iba a estar asociado al destrato de ancianas, en otro momento, en otro país, en otro contexto.

¿Por qué alguien se sitúa en esa posición? ¿Podemos suponer una historia de frustraciones bajo esa agresividad? ¿Podemos adivinar un abuso muy humano de la cuota de poder que implica el cargo? ¿Podemos entender su intolerancia por lo ingrato de la dependencia de las internas, por lo irritante de ese desvalimiento para quien debía asumir la responsabilidad? Sí, podemos encontrar razones que den cuenta de su aspereza, pero…

En la casa resaltaba la estridencia de la cumbia y la de la voz autoritaria y autorizada de Ángeles frente al silencio o el murmullo de las internas. Silenciarse como empobrecimiento pero también como defensa. Una forma de no provocar la impaciencia y el malhumor. Una restricción de sí misma. A ella ese silencio también la impregnaba cuando estaba en la casa.

A veces las cuidadoras eran amables. A veces burlonas. Las bromas eróticas constantes y el baile de unas frente a la quietud de las otras (silla de ruedas y andador casi todas) parecía un despropósito. ¿Una forma de contraste y compensación al clima de silencio e inmovilidad? ¿Una respuesta maníaca en unas, como afirmación vital y renegación de la imposibilidad e impotencia de las otras? Esa erotización confrontando lo penoso de la declinación, el deterioro la enfermedad y la próxima muerte. ¿Una compensación por lo abrumador de una tarea ingrata y difícil? No ha de ser fácil mirarse en el espejo de lo que nos trae el tiempo y la pérdida de capacidades.

Lo que prevalecía era la intimidación ante el eventual desacato, el control por el miedo. Las amenazas cobrando una dimensión terrorífica, lo horripilante. ¿Amenazas? El suero forzado, el baño forzado, la privación de cuidados para quien no puede proveérselo a sí misma y depende para todo de las otras.

Así en la institución: orden y asistencia en lo visible, dolor y miedo subyacentes.

A los familiares se les hace incómodo creer, es más fácil que piensen que exageran, las que pueden contar.

A esos familiares, la dificultad de hacerse cargo, como un pesar cotidiano la complicada ingeniería del cuidado en domicilio. Entonces entra en escena la institución como recurso. En algunos casos por el riesgo para la anciana de vivir sola. En otros, el peor, por impaciencia que termina en despojo, la casa utilizada de antemano por nietos o sobrinos que se instalan allí.

La "limpieza" descartando sus recuerdos en la intención de ordenar. Y al hacer ese orden tiran lo que parece basura, pero es la historia.

Cuando ella pudo huir y volver a su casa, pensó en olvidar y silenciarse, pero allá quedan otras mujeres, otras víctimas. Recordé la consigna puesta en marcha en los casos de abuso y la pensé pertinente para esta situación "Hermana: yo sí te creo". Por eso la estimulé a que escribamos.

Ella me dijo algo que repito, porque lo creo transparente en su verdad: "Ancianos, presos, niños, pacientes mentales son tenidos en otro estatus de humanidad. No se tiene en cuenta su palabra".

 

(1) Depresión anaclítica o Síndrome de hospitalismo es un término creado por el psicoanalista Rene Spitz en 1945 para designar un síndrome depresivo sobrevenido en el curso del primer año de vida del niño, consecutivo al alejamiento brutal y más o menos prolongado de la madre (hasta un máximo tres meses).

(2) Alcalde de Nueva York en 1993, reelegido en 1997. Implementó la controvertida "limpieza cívica" respecto a desorden social con la llamada "tolerancia cero" respecto al delito.