Hace ya un par de años que la Electronic Entertainment Expo (E3) dejó de marcar agenda en el nicho internacional de los videojuegos. La estrepitosa caída en picada de la credibilidad que sufrieron las grandes distribuidoras post Gamergate y la poca intuición a la hora de equilibrar los deseos de sus consumidores junto a imperantes microtransacciones hicieron que una de las conferencias de prensa más grandes del mundo se convirtiera en el show de la incertidumbre.
No fue menor que la edición 2017 abriera sus puertas e incluyera al público general entre prensa gamer e influencers. Esta vez, los gigantes del gaming tuvieron que jugarla de marketing directo y salieron a la cancha mucho más que tímidos. Sólo la distribuidora indie Devolver Digital (productores de Serious Sam y Hotline Miami) se permitió bromear sobre los tabúes de la industria y cristalizó las preocupaciones del usuario con respecto al contenido adicional descargable, el Early Access y la carrera armamentística sobre qué distribuidora será dueña del gaming del porvenir.
Aunque la E3 suele interpretarse como una competencia por la atención de los consumidores, el coqueteo mágico se disolvió en la transmisión. Un anuncio tan intenso como la nueva consola de Microsoft –con el desafortunadísimo nombre de Xbox One X– perdió su brillo ante la imposibilidad de las desarrolladoras de hacer realmente viables proyectos en resolución 4K. En contraste, el resto de las empresas gastaron sus energías en apelar al storytelling entre pocas ideas nuevas y muchísimas otras clásicas.
Ubisoft devolvió un poco el sabor de la expectativa cuando presentó el espectacular trailer de Beyond Good and Evil 2, la segunda entrega del mundo distópico estrenado hace 15 años, y Skull & Bones un multijugador donde los equipos navegan como piratas, pero con mayor atractivo en términos gráficos que el todavía por estrenar Sea of Thieves de Microsoft.
Por supuesto que en términos de IPs que todavía sirven, Sony no se quedó atrás. La empresa se animó a anunciar el lanzamiento del Destiny 2, volvió a mostrar el nuevo God of War, reconfirmó el Marvel vs Capcom versión 2017 y también mostró un clasiquete de Spiderman. Pero sus nuevos anuncios se perdieron entre las ideas de nuevos DLCs para juegos ya en el mercado e ideas desvariantes de Realidad Virtual.
Bethesda (responsable de The Elder Scrolls y los últimos Fallout) salió del closet directo al mundo del e-sport. En un tráiler completamente explícito como bajada de línea, afirmó sus deseos de convertir al nuevo Quake Champions en un digno contrincante ante el imperante Blizzard (Overwatch, Starcraft) en términos de deportes electrónicos.
Mientras tanto, EA se durmió en sus lanzamientos clásicos de deportes pero anunció una nueva idea de un mundo futurístico espacial que no se llama Mass Effect Andromeda, sino Anthem. Salvando las distancias, Nintendo también revolvió entre sus ideas usuales y rellenó el catálogo de la nueva Nintendo Switch con un nuevo Metroid, el clásico Fire Emblem y una promesa muy efímera de un nuevo RPG de Pokemón.
El resultado de la E32017 definitivamente no fue cualitativo, aunque sí demostró un cambio en la actitud de los distribuidores. El regreso a las temáticas imbatibles simboliza un tierno intento para recuperar la confianza del usuario hurgando en el profundo de su nostalgia. Indudablemente, las grandes compañías ya no se atreven a inflar expectativas al público consumidor y apuestan a lo seguro.