Incluso si no conocés a Chuck Leavell por el nombre, seguramente lo escuchaste tocar. Lo conocés por su trabajo al piano en el emocionante instrumental de los Allman Brothers "Jessica", grabado en 1973, que lo hizo omnipresente como banda de sonido del programa sobre autos Top Gear. Y estuvieron sus sesiones para bandas como Train, que puso a Leavell al frente y al centro en su enorme hit de 2001 "Drops of Jupiter". De manera alternativa, si sos uno de los incontables millones de personas que vieron a The Rolling Stones en vivo en cualquier punto desde que empezó a tocar con ellos en 1982, te habrás percatado de su ecuánime presencia dándole un anclaje a la más grande banda de rock and roll desde detrás de los teclados. El hombre de 70 años con rostro de querubín y barba blanca como la nieve nacido en Birmingham, Alabama, le atribuye su casi medio siglo de éxito a la habilidad de prestarle un toque de la autenticidad de rock sureño a cualquier canción que engalane. "Mis manos tienen acento sureño", dice un sonriente Leavell, levantándolas como si fuera a tocar un riff en un piano invisible.
El músico está hablando por video desde una habitación de hotel en Amsterdam, al día siguiente de un show en el que los Stones continuaron su celebración por 60 años de carrera frente a una audiencia de 53 mil personas. El show había sido pospuesto en junio, cuando Mick Jagger dio positivo de covid, pero se recuperó totalmente a tiempo para las masivas apariciones de la banda en el Hyde Park de Londres. "Mick está de regreso en perfecta forma. Es un lunático corriendo por todas partes. Debe ser de otro planeta, es todo lo que podemos suponer", dice Leavell con un asombro palpable. "La mayoría de nosotros sintió que entre el segundo show del Hyde Park y el de Milán estuvieron los dos mejores conciertos de la gira hasta ahora, pero todos fueron muy consistentes."
Leavell dice eso con una nota de orgullo en la voz. Cuando se trata de los Stones, la consistencia es su departamento. Desde la gira Steel Wheels de 1989, Leavell ha estado tomando notas meticulosamente, apuntando cómo estuvieron los Stones cada noche en el escenario. "Tomé notas a mano de acordes para cada canción", explica. "Y también tomé notas del tempo. Si necesitábamos subir un poco el tempo, o si se sentía mejor bajarlo un poquito."
En lo que es quizás un ejemplo del yin-yang esencial que pulsa en el corazón de los Stones, en los primeros días Leavell descubrió que Jagger tendía a querer que las canciones fueran más rápido, mientras que el guitarrista Keith Richards estaba perpetuamente intentando tranquilizar un punto las cosas. "¡Creo que de algún modo, a través de todo este tiempo, encontramos el balance para el tempo justo!", dice el pianista, cuyos anotadores enciclopédicos se han convertido en la Biblia de la banda. "Me han dado el apodo de 'director musical', que me hace gracia", dice. "Porque Mick y Keith son los directores musicales de los Rolling Stones."
A través de las últimas cuatro décadas, a Leavell se le ha concedido el punto de perfecta ventaja para observar la milagrosa, a veces fracturada, sociedad Jagger-Richards. En ese tiempo el dúo se ha disparado mutuamente, se ha peleado y ha hecho bromas públicas sobre sus genitales, pero aún así, de algún modo siguen juntos. ¿Cuál es su secreto? "En primer lugar, son las canciones", dice Leavell de modo reverencial. "Algunas de las más grandes canciones alguna vez escritas en el rock'n'roll. La gente me pregunta '¿No te cansás nunca de tocar ‘You Can’t Always Get What You Want’? ¡Carajo, no! Tocaré ‘Jumpin’ Jack Flash’ cualquier día de la semana, amigo, y dos veces los domingos."
Más allá de la música, dice Leavell, Jagger y Richards han alcanzado su aniversario de diamante del mismo modo que cualquier pareja: superándose. "Sí, han atravesado tiempos turbulentos y han tenido sus diferencias", dice. "Pero es como un buen matrimonio, man. Yo he estado casado 49 años. ¿Tuvimos algunos choques en el camino? Por supuesto, pero eso hizo más fuerte nuestra relación. Creo que lo mismo corre para Mick y Keith."
En una banda de quilomberos notorios, el estable matrimonio de medio siglo de Leavell y sus modales afables lo ubican en otro lugar, pero dice haber disfrutado su cuota de noches salvajes. "Mirá, cada banda en la que estuve y cada artista con el que he trabajado, en algún punto de su carrera ha experimentado con esto, aquello y lo otro y, sabés... ¡culpable!", dice, levantando las manos. "He probado de todo, pero lo suficiente para saber que, para mí, lo importante es ser capaz de tocar música."
Los tiempos ciertamente han cambiado desde aquellas perversas giras de los Stones en los setenta. En estos días la banda es lo que Leavell llama "una gran organización", con cientos de integrantes en el equipo, y las drogas del backstage vienen con prescripción médica. "Tenemos un equipo de médicos que van y vienen", explica. "Tenemos un oficial que hace cumplir las reglas de covid. Tenemos enfermeras. Tenemos algunas máquinas de testeo rápido PCR, y todos nos testeamos al menos tres veces por semana."
Leavell siempre soñó con ser parte de "una gran organización" como los Stones. Cuando tenía 13 años y crecía en Tuscaloosa, fue con su hermana a ver a Ray Charles. Nunca fue el mismo después de eso. "Me voló la cabeza, por completo", dice con nostalgia. "Estaban las Raelettes y todo el show completo. Billy Preston tocaba el órgano, y Fathead Newman el saxo. Me quedé pensando 'Wow, si alguna vez pudiera estar en una banda que conmueva a la gente como me conmovieron a mí, entonces eso es lo que quiero hacer.' Fue algo que me cambió la vida."
Para entonces, Leavell llevaba la mitad de su vida aprendiendo piano. Su madre, Frances, era una instrumentista aficionada que lo tenía ocupado sentándolo a su lado frente a las teclas. "Ella decía 'Hey, Chuck, ¿cómo pensás que sonaría si hubiera una gran tormenta afuera?'", recuerda. "Entonces yo tocaba en las notas graves y hacía unos golpes de relámpagos. Entonces ella podía preguntarme '¿cómo creés que sonaría si hicieras un home run?' Ella me instiló la idea de pensar la música en términos de sentimientos y emociones en vez de solo acordes y melodías."
A los 18 años, Leavell se mudó a Macon, Georgia, hogar de Capricorn Records, donde su futura esposa Rose Lane White trabajaba como asistente. El estaba intentando conseguir trabajo como pianista, y uno de sus primeros encargos fue con el legendario blusero de New Orleans Mac Rebennack, más conocido como Dr. John, que no tenía problemas en poner a prueba a aspirantes a músicos. Luego de que Rebennack le dijera a la banda que quizá no estuvieran a la altura de lo que pretendía, Leavell decidió visitarlo en el Holiday Inn para conocerlo mejor. "Hablamos un poco y me dijo 'Hey Chuckie, ahora vuelvo', y fue al baño. Yo sabía que estaba tomando metadona, pero no sabía que la conseguía en las calles. Pasó el tiempo y vi un cuaderno. La curiosidad me pudo y lo abrí, y en la primera página estaba el nombre de todos los de la banda, y en un costado una serie de símbolos vudú. Pensé 'Oh mi Dios, ¿en qué me estoy metiendo?'". Resultó que los símbolos eran amuletos de la suerte. En un encuentro que tuvieron años después, Rebenack le regaló un sobre lleno de verdaderos amuletos. "¡Y, de verdad, desde entonces he tenido buena suerte!", dice Leavell con una amplia sonrisa.
Fue mientras tocaba con Dr. John que Leavell capturó la atención de Gregg Allman, quien lo invitó a tocar en su primer disco solista Laid Back. Eventualmente, Leavell empezó a zapar con el resto de la Allman Brothers Band, que todavía estaba recuperándose de la trágica muerte de su principal guitarrista Duane Allman, en un accidente de moto en 1971. Para su sorpresa, el grupo lo invitó a sumarse como miembro permanente.
Unirse a los Allman Brothers catapultó a Leavell a la cumbre de la estratósfera del rock. Los conciertos de la banda eran material de leyenda, y Leavell estuvo en julio de 1973 en Watkins Glen, en el estado de New York, cuando 600 mil personas se presentaron para ver a la banda junto a Grateful Dead y The Band. La colosal asistencia rompió el record establecido por Woodstock. En agosto de ese año lanzaron Brothers and Sisters, el primer disco con Leavell y su album más exitoso. Contenía clásicos atemporales como "Ramblin' Man" y "Jessica", que hacía lucir especialmente a Leavell. "Me tomó un tiempo enterarme que era la música de Top Gear, hasta que un amigo me dijo 'Hey, man, ¿sabías que esa canción abre cada episodio?'"
Cuando los Allman Brothers se separaron en 1976. Leavell siguió tocando con el bajista Lamar Williams y el baterista Jaimoe unos años más, bajo el nombre de Sea Level (un chiste sobre el "C Leavell" que el pianista había estampado en sus cajas de gira). Hacia 1981, de todas formas, Leavell pensó que sus días como músico de gira habían quedado atrás. Rose Lane había heredado unas tierras en Georgia, y Leavell le dijo a su esposa que quizá debería enfocarse en construirse una nueva carrera como granjero de árboles. El destino tenía otras ideas. "Ella me escuchó pacientemente, y luego me dijo: 'Bueno, eso suena muy interesante, pero hoy te llamaron los Rolling Stones'", recuerda el músico.
36 horas más tarde, Leavell estaba en un avión rumbo de Massachusetts para hacer una audición. Aunque el ex tecladista de los Faces Ian McLagan había sido elegido para esa gira, Leavell impresionó a Jagger y Richards lo suficiente como para que hiciera una aparición como incitado cuando la gira pasó por Atlanta, y luego se unió a la banda a tiempo completo en su trayecto por Europa en 1982. Está allí desde entonces, un componente esencial de una alineación que se mantuvo destacablemente sin cambios hasta la muerte del baterista Charlie Watts, tras una operación del corazón en agosto de 2021. "Aún nos duele mucho, de verdad duele", dice Leavell. "Fue un impacto tremendo, porque todos creíamos que Charlie se iba a recuperar, incluyendo a sus médicos. Nunca hubo una sensación de 'Ey, vamos a perder a Charlie'. Era solo 'Bueno, tiene que resolver este asunto y en dos o tres meses estará bien. Pero no sucedió así. Es una gran pérdida en todos los sentidos, personal y musicalmente. Pienso en él todos los días, lo extraño todos los días."
Más allá del trabajo en la banda, Leavell siguió adelante con su plan de cultivar árboles. En 1999, Rose Lane y él fueron nombrados "Granjeros de árboles destacados del año". "Realmente necesitamos empezar a pensar en serio sobre no seguir jodiendo", dice cuando se le pregunta qué cosas le han enseñado sobre el futuro del planeta sus esfuerzos de conservación. "Para mí hay una conexión personal. ¿De dónde viene el piano? El don que se me ha dado me brindó mucho disfrute y una gran carrera. Para mí hay una conexión espiritual con la madera."
Tal como bromea el vocalista Bernard Fowler en The Tree Man, un documental sobre Leavell realizado en 2020, el músico "no solo es bueno en el piano, es bueno para el medio ambiente." Se ha convertido, como Keith Richards señaló una vez, en "el propio caballero sureño de los Stones." Ocasionalmente, todavía le gusta volver a ocupar el centro de la escena. Su disco de 2018 Chuck Gets Big, grabado en vivo con la Frankfurt Radio Big Band, lo encontró revisitando música de su extensa vida, con canciones de los Stones, Allman Brothers y Sea Level integrando la lista. "Quería tener una representación de quién soy y qué hago, y también quería asegurarme de que las canciones pudieran adaptarse bien a los arreglos de una big band. Nos divertimos mucho haciendo eso, fue todo un viaje."
Leavell parece mucho más feliz, de todos modos, cuando está interpretando su parte dentro de los más grandes rockers. Después de cuatro décadas y cientos de conciertos, ¿hay algún show que se destaque por encima de los demás? Leavell tiene su respuesta lista: Praga, 18 de agosto de 1990. El primer gran evento cultural en Checoslovaquia tras la "Revolución de Terciopelo" y la caída del Muro de Berlín. "Václav Havel acababa de subir al poder, y era un disidente y un gran ser humano que se encontró con la banda", recuerda Leavell. "Se podía sentir este asombroso sentimiento de libertad a través del país y la ciudad, y tocamos para 130 mil personas." Los ojos del pianista se iluminan ante el recuerdo. "La mejor parte fue los posters que decían 'Los tanques se están yendo, los Stones están llegando'. ¡Fantástico!"
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.