El Día del Holocausto del Pueblo Gitano es una fecha que pasa desapercibida para gran parte de a sociedad. Una conmemoración que recién en los últimos años comenzó a adquirir mayor visibilidad gracias a las acciones que la comunidad gitana impulso hacia afuera.
Si bien el pueblo gitano sufrió hostigamientos a lo largo de gran parte de su historia, fue el 2 de agosto de 1944, en el contexto de la Alemania nazi y su política antigitana, cuando más de 4000 niños y ancianos fueron asesinados e incinerados en el campo de exterminio de Auschwitz.
El hecho pasó a conocerse como Samnudaripen, Porrajmos o Genocidio Nazi del Pueblo Gitano, según las acepciones que cada comunidad le otorga en los diferentes territorios que hoy habitan los mas de 18 millones de gitanos y gitanas que viven en el mundo.
Esta comunidad nómade y transnacional es una de las mayores naciones sin territorio propio, y en su derrotero arribaron a América y también, y se afincaron en Salta.
Primeros migrantes
Elizabeth Infante de Juan es una referenta de la comunidad gitana en Salta. “Empecé a alzar la voz y a defender a los míos, entonces me toman como referente, pero soy una persona común y corriente. Solo que esta es mi comunidad, que amo, el pueblo que amo, mis hijos, mi esposo, mis nietos, y peleo por ella”, comienza su relato.
“A nosotros nos han contado que los gitanos llegaron a América alrededor de 1880, de Europa. Llegaron a los puertos de Buenos Aires, algunos por Brasil primero y luego empezaron a descender para el lado de de Argentina. En tanto, acá en el norte, donde casi todos son parientes en Tucumán, Salta y Jujuy, estamos desde el año 1960 aproximadamente”.
Los más de 400 gitanos residentes en Salta, como toda comunidad en dispersión, se agrupan en determinados territorios. En este caso, “Vivimos en comunidad en la zona oeste de la ciudad, en los barrios Santa Victoria y 25 de Mayo, que los separa solo una calle. Hay que decir también que existen otras comunidades en Metán, Orán Tartagal, Saravia y Quebrachal”.
Rasgos culturales
Si bien no están agrupados en una organización u ONG, reconocen que trabajan constantemente de diversas maneras y en diferentes ámbitos, por el resguardo de su cultura, tendiendo puentes con gitanos de otras provincias y localidades.
“En nuestra casa no hablamos castellano, hablamos romaní. La primera lengua es el romaní. Tenemos nuestra tradición de polleras largas, de pañuelo en la cabeza, cosas que para nosotros son formas de vida, una tradición arraigada con una historia comunitaria de seis mil años”, subraya Elizabeth, quien junto a los suyos conforma la primera familia gitana convertida al evangelismo.
“No tenemos territorio pero tenemos Nación, porque somos un pueblo transnacional. Nosotros, todos los gitanos del mundo, que somos 18 millones, hablamos la misma lengua. Yo tengo amigos en Rusia y Alemania, no sé hablar ruso ni alemán, pero sí hablo romaní y podemos comunicarnos perfectamente”, comenta con orgullo Infante de Juan.
Al margen de las tradiciones y características de la colectividad, como toda comunidad, el alimento forma parte sustancial de los rasgos identitarios. “Algunas comidas típicas gitanas son los niños envueltos, que los llamamos sarmas. Es carne de cerdo con carne de vaca y arroz, envueltas en hoja de repollo y cocidas en una salsa de tomate. También tenemos nuestra torta típica, el Guivanitza, y tomamos un té que se llama Chaio”.
En cuanto a las profesiones, “Todos somos comerciantes. Los hombres que tienen más poder adquisitivo compran y venden automóviles, y los que tienen menos recursos, compran lotes de chatarra, somos recicladores. Compramos chatarra, seleccionamos aluminio, cobre, bronce, los separamos y vendemos. Y las mujeres vendemos vasos, platos, telas, perfumes. Somos vendedores ambulantes. Hay muchos que también saben de hojalatería, se hacen unas pailas de cobre de muy buena calidad”.
Estigmatización
Uno de los grandes obstáculos que posee la comunidad gitana para su inserción en los diferentes territorios que habitan, es la gran estigmatización vinculada al desconocimiento de sus prácticas culturales, situación que genera segregación y discriminación.
En este sentido, Elizabeth comenta con dolor muchas de las historias que transitaron, y siguen transitando sus hermanos comunitarios. “Al principio, frente a la estigmatización, no decíamos nada, callábamos, no hablábamos. Por suerte hoy vamos visibilizando, hablamos para que nos conozcan, que no tengan temor, que vean que somos personas comunes, nada más que mantenemos el idioma romaní, las polleras largas, que son nuestras tradiciones, nuestra cultura. Pero somos ciudadanos argentinos, y en este caso ciudadanos salteños de etnia romaní”.
“Uno era discriminado, golpeado, insultado, teníamos temor. Siempre nos relacionan con hechos delictivos y en realidad no es así. Por suerte va cambiando esto. Los niños de nuestra comunidad tienen sus compañeros de escuela, ya nos conocen los padres. Llevó mucho tiempo hasta que los maestros y los directivos nos conozcan, poder insertarnos dentro de lo que es la comunidad educativa, de hecho yo misma fui presidente de la cooperadora muchos años. Ahora van mis nietos”, resalta la referente comunitaria.
A estas estigmatizaciones por razones culturales, Elizabeth agrega:“Como mujer gitana nos sentimos tres veces discriminadas: por etnia, por ser mujer y por cultura. Si muchas veces las mujeres son discriminadas en general, imagínense la mujer gitana, con solo verte vestida de gitana ya te hacen una discriminación simbólica. Sin decir palabra uno se siente discriminado porque la mirada discrimina, los actos discriminan”.
Sincretismos
La mirada estigmatizante también se refuerza con la idea de que comunidades como la gitana, solo fomentan y practican sus costumbres. Lejos de esto, cada quien en su territorio, genera un propio sincretismo que enriquece aún más la vida social del lugara donde se encuentran afincados.
“Al ser nosotros gitanos argentinos y salteños, comemos asado, tomamos mate, los hombres coquean, nos gusta el folklore. Escuchamos música romaní, pero también al Chaqueño Palavecino o Los Nocheros. Cuando nos reunimos, por ejemplo para un casamiento, hacemos las comidas tradicionales y hacemos asado también”.
En este sentido, Elizabeth comenta que son las nuevas generaciones las que contribuyen positivamente a la inserción en la comunidad local. “La juventud ya está inserta en la educación, algo que siempre fue mi anhelo más grande, que la gente joven se meta en la sociedad a través de la educación, porque para mí la educación abre muchas puertas. Hoy en día hay chicas que están estudiando en Tucumán la carrera de Abogacía, otras están estudiando Higiene y Seguridad, otras estudiando Contabilidad. O sea que próximamente va a haber gitanos profesionales dentro de la comunidad salteña”.
“Formamos parte del mosaico cultural que hay en Salta”, comenta Elizabeth enlazando sus realidades con las que vivencian muchas de las comunidades originarias locales, problematizando una cuestión poco observada: “Nos sentimos hermanados con los pueblos originarios, sentimos que es la misma lucha, buscamos reconocimiento. Por ejemplo, ellos usan su lengua materna ancestral, aymara, wichí, la lengua con la que ellos se comunican, y nosotros el romaní. Tenemos una lucha por la cultura, por la identidad”.
La referente del pueblo gitano en Salta comenta una anécdota que grafica este estrechamiento de lazos sociales: “Antes de la pandemia vino un grupo de wichí a la ciudad de Salta, reclamando por el agua. Tengo una amiga acá en el barrio y le digo, ‘mirá, estas personas están pidiendo agua al gobierno y nadie los está atendiendo, y tampoco le dan donde quedarse’, y tendrían muchos niños, eran como 40 o 50. Entonces decidimos ir hasta el centro vecinal a pedir ayuda. Hicimos mate cocido y juntamos plata para hacer comida. Después al estar comiendo y estar interactuando con ellos, me di cuenta que es lo mismo que nos está pasando a nosotros, nadie nos escucha y nos damos la mano unos a otros. Así fue que nos hicimos amigos con el cacique Simplicio de la Misión Salim 2. Es la misma lucha, por eso nos sentimos identificados”.
Reconocimiento y recordación
La Cámara de Diputados de la provincia de Salta proclamó con fuerza de Ley el Día Provincial del Pueblo Romaní/Gitano y el Día de la Cultura Gitana, en conmemoración del Primer Congreso Internacional Romaní/Gitano, el 8 de abril, una pelea que da cuenta de la férrea lucha de la colectividad gitana por sus derechos, y que continúa el proceso de afianzamiento y desarrollo de las libertades fundamentales de la comunidad en la provincia.
En el derrotero que la referente comunitaria transitó por diferentes rincones del país llevando la causa gitana y nutriéndose de otras experiencias, recogió una anécdota que todavía la sigue emocionando: “Tuve la oportunidad de conocer a Eugenia Unger. Ella es sobreviviente del Holocausto judío y me contaba que fue salvada por dos gitanas. Tenía 14 años, la golpearon tanto los nazis que la dieron por muerta y la tiraron en un charco de barro. En ese momento, por ahí pasan dos gitanas, vieron que se movía algo y era Eugenia. La rescataron, la llevaron a las barracas, le hicieron con unos papeles de diario una suerte de camisa y se pusieron unas encima para darle calor. Así fue rescatada Eugenia Unger de esta muerte segura. Yo lo escuché con mis oídos a la mujer… y ella abrazaba a mi esposo Roberto y nos decía ‘en este abrazo recuerdo a ellas y doy gracias’”.
Las palabras de Elizabeth resuenan. Nadie puede negar las atrocidades del nazismo hacia el pueblo judío, pero inmerso en aquel contexto, otras minorías étnicas fueron también perseguidas y sometidas a los peores vejámenes que el ser humano haya experimentado.
Sin embargo, la fuerza del colectivo romaní no pudo ser doblegada. Reafirmando prácticas sociales y comunitarias, rehaciendo su vida una y otra vez en los más diversos territorios y resguardándose dentro del colectivo cultural, el pueblo gitano continúa su camino abriendo nuevos desafíos y horizontes.