Dos mujeres, turistas por la tonada ajena a toda localía, observan atónitas a la Niña del Rayo. Transcurren los primeros días de las vacaciones de invierno de 2022 con largas filas frente al lugar que la exhibe. Nadie sabe su verdadero nombre. Es, simplemente, el cuerpo inerte de una pequeña que se calculó de seis años. Asoma desde el vidrio que protege la cápsula criogénica que ralentiza su deterioro natural, emulando las condiciones de la cima de la montaña donde estuvo por 500 años.
Su rostro petrificado no transmite paz, ni nada que se parezca a la promesa del reencuentro feliz con sus antepasados. Al menos, es el argumento que leen los turistas en el recorrido previo al encuentro. Se trata de un guión audiovisual. Ofrece una explicación contextual de las piezas extraídas en marzo de 1999. Todo se exhibe dentro del Museo de Arqueología de Alta Montaña, o MAAM, por sus siglas, en el Casco Histórico de Salta capital.
“O sea que aparte de morir en esas condiciones, le cayó un rayo”, comentó una turista a la otra. Su compañera de viaje asintió con la cabeza sin ocultar el horror que le produjo imaginarlo. Muy cerca de ellas, un niño de la edad de esa Niña arrancada de su tumba a fines del siglo XX, gritó al verla. “¡La momia, la momia!” y abrazó rápidamente a su madre ¿Bastaría hoy con algunas fotos de les Niñes del Llullaillaco para que el museo continúe con récord absoluto de visitas? ¿O reditúa más el morbo que provoca la exhibición de tres cuerpos sin vida sepultados hace cinco siglos? Por los datos estadísticos, la respuesta a la última pregunta se inclina afirmativa.
Los primeros años el museo no sobresalía del resto de “escenarios de la memoria experta” que coexisten dentro del espacio turístico salteño. Esto ocurrió durante el tiempo que media entre su inauguración en noviembre de 2004 y la exhibición rotativa de los cuerpos a principios de setiembre de 2007. Todo cambió durante ese mes consagrado a la festividad del Milagro en Salta. Al resto de los museos provinciales les resultó muy difícil competir con los cuerpos mejor conservados del planeta. Desde entonces, el piso de visitas del MAAM no baja de las cien mil anuales. Quedaron rezagados la Casa de Güemes o el Cabildo Histórico en la capital provincial. Incluso el Museo del Vino en Cafayate y la ciudadela de Santa Rosa de Tastil camino a San Antonio de Los Cobres.
En 2014, el año en que la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad el Sistema Vial Andino o Qhapac Ñan, las visitas al MAAM rozaron las 180 mil. En 2022, marcará un nuevo hito. Entre los meses de enero y mediados de julio, los turistas y salteños que pasaron por él, lograron que supere su propio mínimo histórico. Se puede especular que, como en 2019, a fin del año en curso rebasará nuevamente la barrera de las 200 mil visitas. Todo un éxito, si se piensa que podría ser superado solamente por el cuerpo embalsamado de Evita, si fuese exhibido tal como imaginó Perón en la sede de la CGT sobre calle Azopardo.
Del volcán más alto de Salta a la manzana turística de La Linda
Esos días de marzo de 1999 eran tormentosos para buena parte del pueblo argentino. Mes y año del hallazgo de les Niñes a 6700 metros de altura, cerca de la cima del Llullaillaco, el gobierno de Salta presentaba como “bondades” el progreso financiado por organismos internacionales. Anunciaba la construcción de dos hoteles cinco estrellas dentro de la ciudad. Mientras tanto, restauraba la deteriorada Basílica Menor de San Francisco sobre el actual Corredor Caseros, y a pocos metros, el viejo centro administrativo de los 80 mutaba a Casco Histórico. Los edificios de época alrededor de la plaza principal ocupados por organismos públicos se mudaban lejos del centro de visibilidad. Fue el caso de la actual sede del MAAM, que albergó por décadas al Consejo General de Educación.
“Desde que asume Juan Carlos Romero en 1995, se introduce el discurso del patrimonio. Es una etapa relacionada con la reforma del Estado y el paso de uno de bienestar a otro neoliberal”, recordó la antropóloga salteña Mónica Flores Klarik, autora del libro “La construcción de Salta La Linda”. Su mención al gobernador de Salta en el contexto del último lustro de los años 90, permite citar un dato poco conocido de Romero mientras aún era senador nacional en 1992. Presentó un proyecto de comunicación (611/92) donde solicitaba al gobierno nacional realizar las gestiones pertinentes ante la UNESCO, “para incluir al centro histórico de la ciudad de Salta en el listado del Patrimonio Mundial de la Humanidad”.
El proyecto fue aprobado en noviembre de ese año, aunque nada se sabe de las gestiones posteriores y el derrotero final del pedido. Se relacionan con el año de presentación de aquella iniciativa, un par de hitos que permiten ubicar el vaciamiento simbólico del centro de la ciudad. Entre fines de los 80 y los primeros años de la década infame de los 90, hubo dos jugadas estratégicas. La primera ocurrió en 1987, cuando la sede oficial del Poder Ejecutivo se mudó del viejo palacete estilo francés frente a la plaza principal, al Centro Cívico ubicado en un barrio en formación en el oeste de la ciudad. El “Grand Bourg” se encontraba lo suficientemente lejos del centro para disipar protestas sociales.
El segundo ocurrió en 1994, cuando unos viejos galpones de acopio de tabaco se transformaron en el primer shopping. Desplazó la práctica de recorrer vidrieras y peatonales céntricas fuera del horario de trabajo. Al mismo tiempo, acomodó el área comercial popular por debajo de la Avenida San Martín. En una palabra, liberó el centro para otros usos y costumbres más ligadas al consumo exótico, estético y turístico.
La iniciativa de Romero de 1992 contrasta con la conflictividad social en franco ascenso. Flores Klarik lo explicó durante la entrevista con Salta/12. “La provincia empezó a tener inversiones extranjeras del Banco Mundial, que implicaron la desregulación de políticas sociales y la flexibilización laboral. Aparecieron los excedentes”, recordó, “gente que en muchos casos perdió su trabajo mientras se rearmaba la burocracia. También apareció el conflicto de los trabajadores de YPF en el norte salteño, Tartagal y Mosconi (1997). Y en esos años de la reorganización del Estado, Romero teje sus vínculos con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)”.
Al mes siguiente del hallazgo de los tres cuerpos conservados, ya se pensaba declarar a la cumbre del Llullaillaco Patrimonio de la Humanidad. Incluso se firmó un acuerdo entre Juan Carlos Tedesco, del Instituto de Planeamiento Educativo de la UNESCO, y el ministro de Educación de Salta, Antonio Lovaglio. Con Juan Carlos Romero en campaña, en pleno Abril Cultural Salteño, y en medio de noticias sobre los distintos estudios que se realizaban a les niñes (tomografías y ADN), científicos del mundo se congregaban en Salta en torno al primer Seminario Internacional deArqueología de Alta Montaña.
Había un clima cientificista que llevaba a los especialistas a declarar públicamente sobre el futuro museo y el centro de investigación. El gobierno aseguraba que ese complejo se ubicaría en el viejo edificio de La Palúdica, en otro rincón turístico de la ciudad, camino al Monumento a Güemes. Los científicos declararon que “no eran reacios al turismo”, aunque pronto borraban lo dicho con el codo. Recomendaron que “el hecho cultural debía anteponerse siempre a los intereses comerciales”. En medio de todo ese frenesí que vivían los ciudadanos salteños con promesas de progreso gracias al turismo científico, cultural y arqueológico, el FMI declaraba confiar en la solidez de la moneda nacional. Faltaba poco para diciembre de 2001.
Durante los primeros años de la década siguiente (2003), Salta firmó con el BID un préstamo por US$ 34,1 millones para el desarrollo integrado del turismo (AR 0292). Por ese crédito se llegó a instalar en 2007 la cámara criogénica desarrollada por el INVAP en Bariloche para la conservación de los tres cuerpos y se acondicionó el edificio de época sobre la calle Mitre que actualmente se conoce por MAAM.
Justamente en 2003, continuó la estetización “del centro salteño y todo lo que no fuese acorde con esa mirada”, recordó Flores Klarik. “Se borró la pobreza del espacio céntrico de Salta y se remodeló la plaza principal. También se reacondicionaron los museos desde la idea de una cultura de élite. Se creó la orquesta provincial y el Museo de Arte Contemporáneo”, enumeró, “todo para borrar la interpretación de la cultura como símbolo de atraso”.
“En ese proceso”, prosiguió Flores Klarik, “se rescató como exótico al pasado hispano e indígena”. Asimismo, explicó que estetizar los espacios respondió a un proceso que se conoce hoy por gentrificación. “Implicó la recualificación para la valoración estética posterior desde la mirada de la burguesía. Pero además, fue una mirada tecnocrática con fuerte sentido hegemónico, porque frente a lo bello siempre aparece lo feo. La construcción de una nueva imagen turística dentro del modelo de patrimonio, se impuso como marca desde ese momento”.
“El pasado vende mejor que el futuro”
La frase corresponde al investigador alemán Andreas Huyssen, y fue citada en un paper publicado en 2011 por la comunicadora de la UBA, Cecilia Melella. En él desarrolló su idea del museo como mercancía en el caso puntual del MAAM. “Creo que en el museo en Salta se juega con el morbo y la espectacularización. Al fin de cuentas, lo que exhiben son seres humanos”, respondió a la consulta de Salta/12. “Mi visita coincidió con la quita de cuerpos humanos de pueblos originarios de otros museos (caso La Plata). Me impresionó en aquel momento, porque no podía dejar de ver unos niños. Al mismo tiempo, me impresionaba el estado de esos cuerpos, e inmediatamente sentí una presión ética o moral de cuestionar la exhibición”.
"Me parece que el discurso científico cobra un lugar especial”, comentó en otro tramo de la entrevista. “La justificación en el MAAM está dada por un discurso esencialista sumado a toda la inversión tecnológica que se hizo. Es claro que esos cuerpos se convirtieron en un atractivo turístico. Por eso hay una pregunta que debe hacerse: ¿es necesario que exhibirlos? Creo que hay una clara deshumanización: primero fueron un sujeto arqueológico e inmediatamente se convirtieron en mercancía”.
Para la investigadora, estos temas no forman parte de la agenda cotidiana. “Se nombra a UNESCO y parece algo positivo, pero no hay un gran debate sobre el rol que esos organismos cumplen. Por otro lado, la museificación del mundo parece ocurrir sólo para aprender de manera banal. Construimos algo que nos une, pero que al mismo tiempoes artificial, un simulacro, mera imagen y recorte. El MAAM es un ejemplo paradigmático. Por un lado, avala la existencia de pueblos originarios. Por oto se concentran solo en uno (por el pasado Inca en el NOA). Finalmente no se aceptan otras posibilidades ante el reclamo de quienes no estamos de acuerdo o de las propias comunidades originarias”.
Sancionada en 2001 y reglamentada en 2010, Salta tiene pendiente la adhesión a la Ley 25.517. La norma establece que los restos mortales de aborígenes, cualquiera fuera su característica étnica y que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas, deberán ser puestos a disposición de los Pueblos Indígenas o comunidades que los reclamen. Aparece como un bache jurídico muy oportuno: al no adherir una provincia a una ley nacional, el sistema federal considera que no puede aplicarse la norma sobre ese territorio. El vacío legal permite la exhibición de les Niñes en el MAAM, más allá incluso del Convenio 169 de la OIT o sugerencias de organismos internacionales como el ICOM (International Council of Museums) en su Código de Ética Profesional de 2005.
¿Podría un grupo de arqueólogos de la National Geographic exhumar la tumba de Enrique VIII de Inglaterra, que fue coetáneo a les Niñes (1491-1547), para exhibirlo luego como botín científico? Queda claro que no. De la misma manera, en Argentina exhibir a Eva Perón embalsamada en algún museo de la ciudad de Buenos Aires es hoy inimaginable. Su mera mención aún despierta el oleaje embravecido de quienes todavía la odian ¿Por qué no gozan de respeto los restos humanos de las comunidades originarias?
En el 2014 la comunidad Diaguita Calchaquí de El Divisadero, junto con la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita de Salta, presentaron ante el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) un pedido de restitución sobre la denominada “Doncella del Cerro Chuscha” o “Momia de los Quilmes”. Sus restos, extraídos del Cerro Chuscha en 1920, son exhibidos actualmente en el Museo de Arqueología de Alta Montaña de Salta. Esta cronista fue testigo durante su visita al MAAM de como una pareja de turistas se tomaba una selfie con los restos momificados detrás. ¿Por qué ese cuerpo no se restituye al Pueblo Diaguita que lo reclama? La respuesta del científico como único tutor y resguardo ante futuros saqueos o huaqueos no parece ser suficiente. Los museos que argumentan el resguardo con la exhibición en nombre del patrimonio, tampoco.