“Película 16 Mm Dibujo B/n Mudo Dibujante Cristiani Única!!”. El título de la publicación de Mercado Libre llegó a los ojos de un conocido de los investigadores Raúl Manrupe y Alejandra Portela. Rápidamente les mandó el link a los autores de Un diccionario de films argentinos. No podía no hacerlo: Quirino Cristiani es uno de los baluartes del cine de animación nacional, un pionero que en 1917 dirigió el primer largo animado la historia, El apóstol, y en 1931 hizo lo propio con el primero sonoro, Peludópolis. Como la mayoría de las películas filmadas antes de 1950, de casi todas las realizaciones del caricaturista nacido en Italia en 1896 no quedan más que algunas imágenes sacadas de diarios y revistas de la época.

La posibilidad del hallazgo de un material del que hasta ahora solo se sabía por fuentes indirectas generó la salivación descontrolada de los investigadores. Adquirida por la Fundación Cineteca Vida, aquella película era, efectivamente, una creación de Cristiani de 1941 llamada Entre pitos y flautas, la misma que podrá verse en pantalla grande por primera vez en varias décadas este jueves a las 20 en el Centro Cultural 25 de Mayo (Avenida Triunvirato 4444).

“Vi el fotograma que habían puesto en la publicación y supuse que muy probablemente era Entre pitos y flautas, del cual se conocían un par de imágenes que habían salido en folletos de esos años. En uno se veía no sé si a San Pedro o a Dios pateando una pelota y en el otro, a los jugadores con el referí en el medio. Pero la película de Mercado Libre tenía otro título: Un gran partido de fútbol. Muchas veces esos cortos se comercializaban a quienes tenían proyectores y los renombraban. En aquella época no había una única copia, por lo que es muy posible que haya más cosas de Cristiani guardadas”, cuenta Manrupe a Página/12.

El autor del libro Breve historia del dibujo animado en la Argentina estará a cargo, este jueves, de coordinar una charla en la que participarán Héctor Cristiani, el nieto de Quirino, la conservadora y restauradora de la Cineteca Vida Laura Gómez y el animador Juan Pablo Zaramella, uno de los referentes contemporáneos del arte del grafito. El estreno de Entre pitos y flautas se completará con la proyección del documental sobre Cristiani Sin dejar rastros (2016), presentada por su director Diego Germán Kartaszewicz.

“Los soportes hablan”

“El rollo estaba en muy buen estado. La persona que lo tenía lo había comprado dentro de una caja de latas. Lo revisó la restauradora y lo mandamos a digitalizar. Por lo que sabemos de su filmografía, y si la fecha de datación es correcta, éste sería el anteúltimo trabajo de Cristiani, quien después desinteresó de la animación porque tenía laboratorios y estaba más dedicado al subtitulado”, cuenta Portela, y agrega: “La digitalización no supone restauración, sino el paso a otro formato. Al principio la copia estaba un poco blanca, después pedimos otra de mejor contraste y quedó muy bien”.

Pero había un dato que no cuadraba con lo documentado hasta ahora: “En la conservación de cine, los soportes hablan. No es lo mismo que sea un rollo de 35 milímetros que uno de 16. Acá había algunas rarezas, como que la marca del rollo era Kodak France, un soporte hecho en 1935 y que, por lo tanto, no coincidía con la fecha en la que hizo la película”, dice Portela. Pero Manrupe tiene una explicación: “Muchas veces esos materiales se compraban para stockearse, así que puede ser un material virgen de 1935 que se usó recién a principios de la década de 1940. Eso suele crear dudas sobre cuándo está hecha la copia”.

Más allá de los rollos que puedan estar juntando polvo en vaya uno a saber dónde, lo cierto es que Entre pitos y flauta pasó a integrar la ínfima porción de la obra de Cristiani que sobrevivió hasta el presente: el corto El mono relojero (1938), que cuenta con la voz de un referente del humor radial de la época como Pepe Iglesias, los hallazgos eventuales del Museo del Cine, un comercial en manos de un coleccionista uruguayo y algunos testimonios recogidos por documentalistas durante la primera mitad del siglo pasado. “El hallazgo es muy bueno porque se conoce muy poco de su trabajo. Entre pitos y flautas tenía mucho de mítico porque solo circulaban un par de fotogramas sacados de algún programa de cine de hace 40 o 50 años. De hecho, en Breve historia del dibujo animado incluimos solo un fotograma porque era lo único que había. Que aparezca de una manera tan visible es una alegría y un goce muy grande”, dice Manrupe.

La huella de Quirino

Animador con proyección internacional gracias a un contrato con el estudio MGM, publicista durante gran parte de los años 30 y dueño de un laboratorio de revelado y subtitulado al que se dedicó de manera casi exclusiva a partir de mediados de la década de 1940, Quirino Cristiani tuvo varias vidas en una. Llegado a la Argentina desde Italia junto a su familia en 1900, de adolescente se volcó a la ilustración aun cuando sus padres querían que estudiara Medicina. Esas imposiciones, sin embargo, no impidieron que el jovencito huyera del colegio para tomar cursos con referentes del dibujo de la época. Un fugaz paso por la Academia de Bellas Artes fue el trampolín para sus primeros trabajos como caricaturista de diarios, donde empezó a desarrollar una obra caracterizada por una fuerte impronta satírica.

Una impronta que mantuvo cuando saltó al terreno audiovisual, como demuestran El apóstol (1917), que según los registros periodísticos disparaba dardos venenosos a la gestión del por entonces Presidente de la Nación Hipólito Yrigoyen, y Peludópolis (1931), cuyo título refiere al apodo peyorativo del mandatario radical derrocado. ¿De qué trata, entonces, Entre pitos y flautas? “Es sobre un partido de fútbol en el que se mete una suerte de fakir, roba la pelota, la tira hacia el cielo y la agarra quien para mí es Dios, que la para, la pisa y la patea de nuevo a la cancha, como si hubiera una intervención divina”, cuenta Portela, mientras que Manrupe agrega: “Tiene algunas cosas surrealistas, como que en un momento patean y la pelota agujerea al árbitro. Sorprende la calidad de conservación y la nitidez, así como también una técnica de animación mucho más clásica que El apóstol o Peludópolis, donde había usado figuras recortadas”. El jueves será, entonces, una cita con la historia grande del cine argentino.