La trayectoria del crecimiento económico que muestran las estadísticas del primer trimestre 2022, publicada por el Indec, es alentadora y sorprende a los economistas ortodoxos que vaticinaban una recesión.
Los medios especializados tratan de minimizar el significado de este resultado y su significado, pero en el contexto mundial donde reina la cautela y el escepticismo debido a las dificultades de aprovisionamiento por los problemas comerciales entre Europa y los Estados Unidos con China y la guerra en Ucrania, la evolución económica argentina puede calificarse de positiva.
En el primer trimestre 2022, el PIB subió 6 por ciento respecto del mismo período del año pasado y 3,9 en relación al de 2019, y esta tendencia ha continuado en el segundo trimestre. Es verdad que, como decían los manifestantes del mayo del '68 en París, "uno no se enamora de una tasa de crecimiento", pero siempre es mejor ese indicador sea positivo.
La capacidad industrial instalada ociosa es de 33 por ciento, lejos del 50 por ciento dejado por el gobierno de Macri y, a medida que esa variable disminuye, los empresarios deben plantearse la necesidad de invertir para satisfacer la demanda creciente, lo cual ha hecho que desde hace 16 meses se observa un incremento de la inversión privada. En el primer trimestre del 2022, esta variable aumentó 12,7 por ciento respecto al mismo período de 2021 y es superior en 28,5 por ciento en relación al primer trimestre de 2019.
Incremento de la demanda agregada
Los datos de la evolución de la actividad económica muestran una tendencia de fondo positiva, lo cual confirma el diagnóstico de que la orientación económica es la correcta, pero que se debe perseverar y profundizar acelerando las medidas de transformación. Las medidas de política económica de sostén de la demanda efectiva han dado los resultados previstos.
El consumo privado aumentó 9,3 por ciento en el primer trimestre de 2022 respecto del mismo trimestre del año anterior y 2,3 por ciento respecto del mismo período del 2019, e incluso es 1,6 por ciento superior al mismo período del 2015, aunque debido al crecimiento de la población el consumo privado per capita se mantiene por debajo del record histórico de ese año.
Existe, no obstante, un desempleo keynesiano de 7 por ciento, aunque se sabe que los criterios de la Organización Internacional del Trabajo son demasiado estrictos. El desempleo real es probablemente superior, no sólo ahora sino también antes durante el macrismo que anotaba 12 por ciento de desempleo cuando era casi el doble. En el segundo semestre de este año, el Estado debería acentuar los controles para formalizar trabajadores no declarados, así como multiplicar las fiscalizaciones de precios para limitar la inflación.
El aumento de la demanda ha sido logrado mediante la satisfacción de las exigencias gremiales por mejores sueldos y por las ayudas sociales, a lo que hay que agregar el incremento del ingreso indirecto por el aumento moderado de las tarifas y el control de los precios de la nafta y otros combustibles que en los países avanzados registran aumentos fulgurantes que están embalando la inflación. Estos tres componentes han permitido el incremento de la demanda efectiva que permite un aumento del consumo privado.
Riesgos externos y desafíos locales
Las dificultades económicas en los países avanzados dejan vislumbrar un período de tensiones en la política monetaria y de incremento de la tasa de interés. Esto provocará una ralentización del crecimiento de la demanda global. Es por esto muy importante descartar los cantos de las sirenas liberales que proponen una política de austeridad cuando se vislumbran los nubarrones de recesión económica en el mundo.
Para proseguir en el sendero de la reactivación económica y de crecimiento se deben superar estos escollos y seguir la política de ayudas sociales que incrementan los ingresos de los sectores populares más afectados por la crisis macrista y la pandemia.
El Estado debe insistir en la política de impulso al incremento de los salarios directos e indirectos, ya que esto hará que los empresarios mantengan una corriente de inversión, que es muy importante ya que permite vislumbrar la creación de nuevos puestos de trabajo. El dinamismo de la demanda de bienes de consumo, de nuevas inversiones y la creación de puestos de trabajo está ligada a la política de reindustrialización, que es una política de Estado.
No obstante, se observa una obstrucción a la política de crecimiento económico conducida por los sectores del capital concentrado orientado a impedir una dinámica de crecimiento endógeno en la economía.
Resistencias del poder económico
En este período de incremento de la demanda efectiva, la resistencia proviene de las corporaciones, en particular las del complejo agroindustrial productor de alimentos, que ha sido la más favorecida por la dinámica económica, ya que los alimentos y bebidas constituyen casi el 30 por ciento del consumo privado, lo cual hace que cuando los trabajadores, sean activos o jubilados, ven aumentar su ingreso gastan casi un tercio de ese total en esos bienes.
El sector más concentrado del sector agroalimentario y de la distribución ha sido favorecido no sólo por el incremento del volumen de ventas y el aumento del precio de las materias primas, sino también porque practica una política de remarcación de precios para incrementar aun más las ganancias.
Esta maniobra no sólo es un determinante de la inflación, sino además un factor de estancamiento económico que se manifiesta de dos maneras:
1. En la medida en que este sector monopólico acapara una parte creciente del ingreso global perjudica no sólo a los consumidores por la alzas de precios, sino también a los otros sectores de la producción de bienes y servicios por la consiguiente restricción de la demanda efectiva
2. Dada su posición de oligopolio, no necesitan invertir para mejorar su eficacia por lo cual fugan sus beneficios. El aumento del dólar en el mercado negro es el producto de las compras de este sector con las ganancias que deberían, según la teoría ortodoxa, ser reinvertidas.
La absorción del desempleo keynesiano y la disminución de la capacidad instalada ociosa es importante. Pero existe también una masa de desempleados superior a los puestos de trabajo disponibles. Terminar con la exclusión laboral de estos sectores supone un incremento constante de la acumulación del capital a través de la inversión productiva destinada a incrementar la tasa de ocupación y disminuir el desempleo disfrazado.
La dinámica económica inclusiva debe ser reintegrar aquellos trabajadores que desalentados en la búsqueda de contratación ya no figuran en las estadísticas del desempleo, pero que se reflejan en la tasa de ocupación que en Argentina es casi 30 puntos porcentuales inferior a los de los países avanzados.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de La economía oligárquica de Macri, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019.