La disminución del sentido del olfato de una persona a lo largo del tiempo no solo puede predecir la pérdida de la función cognitiva, sino que también puede prever cambios estructurales en regiones del cerebro que son importantes para la enfermedad de Alzheimer y la demencia, en general.
La conclusión resultó de una investigación de la Universidad de Medicina de Chicago que brindó nuevas pistas de cómo la pérdida del sentido del olfato alerta sobre complejidades estructurales en regiones específicas del cerebro.
En este sentido, la otorrinolaringóloga argentina y experta en olfato, Stella Maris Cuevas, aseguró que “todas las enfermedades neurocognitivas debutan con una hiposmia, que es una disminución del olfato. Esto es un indicativo importante”.
Y agregó: "En el caso del Alzheimer aparecen además otros síntomas que podemos asociar con este diagnóstico, como la pérdida de memoria, los trastornos del sueño, o la desorientación. En ese momento empezamos a trabajar en forma interdisciplinaria, para tratar al paciente y que tenga la mejor calidad de vida posible, que se puede lograr, y es a lo que apuntamos los médicos", aseguró la especialista.
Por qué se pierde el olfato
El estudio de la Universidad de Chicago se basó en el seguimiento de 515 pacientes adultos mayores. Allí se pudo comprobar que la memoria desempeña un papel fundamental en la capacidad humana para reconocer los olores.
Los pacientes se sometieron a pruebas anuales para comprobar su capacidad de identificar ciertos olores, su función cognitiva o los signos de demencia; a algunos también se les realizó una resonancia magnética.
En sus observaciones, los científicos descubrieron que un rápido declive del sentido del olfato de una persona durante un período de cognición normal, predice múltiples características de la enfermedad de Alzheimer, incluyendo un menor volumen de materia gris en las áreas del cerebro relacionadas con el olfato y la memoria, una peor cognición y un mayor riesgo de demencia.
De hecho, el riesgo de pérdida del sentido del olfato era similar al de ser portador del gen APOE-e4, un conocido factor de riesgo genético para desarrollar la forma ese trastorno cognitivo.
La investigación arrojó cambios notables en las regiones olfativas primarias, incluyendo la amígdala y corteza entorrinal, que es una entrada importante al hipocampo, un sitio crítico en la enfermedad de Alzheimer.
En un resumen del proceso, los científicos determinaron que el sentido del olfato y los cambios en el mismo son un componente importante en el contexto de una serie de factores que afectan al cerebro en la salud y el envejecimiento.