Convocada por la organización de arte público Creative Time de New York, la artista francesa Sophie Calle -que visitó Buenos Aires en 2015 durante la 1a. Bienal de Performance- escuchó y enterró durante el último fin de semana de abril los secretos del público que asistió para tal fin al cementerio de Green Wood en Brooklyn. La cosa fue así: se construyó en el cementerio una cripta con forma de obelisco para que quien lo desease pudiese enterrar sus secretos escritos en un papel ensobrado. El arranque de la sepultura de los secretos estuvo a cargo de Sophie Calle quien escuchó a cada uno de los visitantes que querían enterrar su secreto, sentada en una silla ubicada a pocos metros de la tumba-obelisco. Antes del entierro de cada secreto ella fue la destinataria del relato. Calle convertida en sacerdotisa, exorcista, chamana.
Cuando la cripta estalle de papeles con los secretos allí enterrados, Calle asistirá nuevamente al cementerio y repetirá el rito de la escucha y la sepultura. La tumba le fue otorgada por veinticinco años.
Para esta acción, Calle escribió unas instrucciones, siempre en su tono tan íntimo, comenzando por el relato de una historia de su propia vida, o eso parece. Dice: “Estaba enamorada de él, pero decidió dejarme. Para suavizar la ruptura, sugirió un viaje de despedida de una semana a Sevilla. Me gustó la idea aunque me pareció dolorosa. Acepté y fuimos. El último día, mirando mis lágrimas, H. me contó un secreto. Era un secreto terrible, uno que había envenenado su vida. Y me lo estaba confiando a mí. Solo a mí. En el mismo momento en que me quitaba su amor, ese hombre me ofreció, a través de una confesión, la última prueba de nuestra intimidad. Nunca revelé el secreto de H. y asi sucederá con los secretos que compartan conmigo durante el 29 y 30 de abril. Estaré esperando recibir sus secretos junto a una cripta dedicada a ellos en Bay Grove Hill, en el cementerio Green Wood de Brooklyn. Escucharé y anotaré lo que me cuenten en un papel antes de colocarlo en un sobre. También cada uno puede traer su secreto ya escrito, leérmelo y cerrar el sobre allí mismo. No tomaré fotografías. No sabré tu nombre. Podría tener un recuerdo de tu historia, pero esta permanecerá anónima. Deslizarás el papel con tu secreto en la ranura que está hecha en la base de la cripta. Si me conoces y preferís no contarme tu historia o si preferís confiarla directamente en la cripta, entonces no hay necesidad de que me visites durante esos días. Podés guardar tu secreto cualquier otro día. Ese espacio del cementerio me fue otorgado ‘a perpetuidad’ lo que significa que el proyecto continuará durante 25 años. Cada cierto tiempo, cuando la tumba esté llena, organizaremos una ceremonia para quemar los papeles que hayan sobrevivido al paso del tiempo. Un pedido simple: para asegurar que estos días sean placenteros y poéticos, les agradeceré que nos olvidemos de las selfies, autográfos o cualquier otro pedido que no concierna estrictamente a tu secreto”.
Y así sucedió. No hubo colas tumultuosas, pero a lo largo del fin de semana más de cien personas, en perfecto orden y obedeciendo las consignas, asistieron para contar su secreto a Sophie y luego enterrarlo.
La tumba obelisco tiene una ranura en la base, una suerte de vagina devoradora, por donde se ingresan los papeles con los secretos escritos anónimamente.
Luego de la ceremonia, Calle contó que “mucha gente lloró. Otrxs se sintieron orgullosxs de sus secretos, no avergonzadxs. No sé si la gente los inventó o no”
A Calle los cementerios no le resultan espacios extraños. Cuando era niña cruzaba cada día el cementerio para ir a la escuela y casi lo tomaba como un patio para jugar. Cuando va a una ciudad siempre visita su cementerio. Con respecto a la acción actual explica: “Quizá las muertes de mi padre y de mi madre ahora son parte de la motivación de crear esta poética en un cementerio. Todo mi trabajo tiene la tendencia de dar vueltas alrededor de la ausencia”-remata mientras se prepara para inaugurar a fin de mes su retrospectiva “Missing” en el Fort Mason Center de San Francisco.