Una muerte inútil. Así tituló Vero Marzano una nota del 28 de febrero de 2014 en este suplemento.  Denunciaba que una adolescente había muerto a causa de una infección post aborto. Porque ir al hospital provoca miedo a ser detenida, a quedar atada a una cama, a ser insultada, golpeada o escrachada filtrando el nombre a los medios. Vero conocía bien los circuitos opresivos por los cuales las mujeres,  en riesgo de salud, se quedan en sus casas.

El viernes 9 la noticia del accidente empezó a multiplicarse desde temprano. Llamadas incrédulas que buscaban confirmación al mismo tiempo que querían postergar la tragedia. Que fuera un malentendido. Una falsa alarma de la que íbamos a reírnos después con ella. No podía pasarle nada, si era invencible.

La fatalidad ocurrió la noche del jueves 8 de junio a las 22:10 mientras manejaba el Ford Ka  al que con Coco Gonorazky -su pareja- habían llamado Greta. “Una mujer murió en un accidente con el tren Belgrano Sur en Villa Lugano” titularon los diarios. 

Coco y Vero se casaron, hicieron juntas la revista Baruyera, escribieron sobre el orgullo monstruo, discutieron teoría queer, exorcizaron plazas, denunciaron la lesbofobia cuando la Pepa fue asesinada. Se amaron hondamente. Fueron potencia tortillera.  

Esa noche Vero había llevado a Victoria Montenegro hasta su casa. “Veníamos hablando de que había salido un comunicado de compañeros de base que acompañan  a Cristina,  y celebrábamos este momento en que volvió Cristina y todos esos machitos que andaban ahí cacareando reculaban y se fijaban cómo acomodarse. Amando la política, soñando con cambiar el mundo todos los días. Esta idea de nuestros viejos de que la victoria estaba a la vuelta de la esquina Vero lo hizo carne todos los días de su vida”.

Cada duelo tiene su propio latido. Su territorio. Su tiempo. Su red. El de Vero es colectivo. Transita las calles del conurbano, las aulas del Instituto Madres de Plaza de Mayo donde daba clases de Trabajo Social, los pasillos de la Universidad de Avellaneda donde estudiaba Abogacía. Las calles, las conspiraciones feministas, las unidades básicas. Los corazones de incontables compañeras. 

“Soy lesbiana, peronista y vengo a hablarles de aborto” se presentaba en los talleres de Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto, recuerda Paula Torricella, y explicaba el uso del misoprostol con manuales en que la iconografía la protagonizaban Evita y Cristina.

¿Una lesbiana militando el aborto? ¿Una peronista que se asumía conducida por Cristina hablando de la descriminalización?  Las ortodoxias nunca fueron lo suyo. En abril de 2012 organizó un Congreso de “Acceso Igualitario al Aborto Seguro” junto a las Madres de Plaza de Mayo con Hebe de Bonafini, Florencia Saintout e Inés Vázquez en la apertura.  

Los recuerdos se superponen. Todas tienen algo para contar. “Vamos de pie, siempre estando ahí, siempre diciendo dale que vos podes” le resuena la voz grave a Daniela Mendoza, integrante del Frente Hilda Torres. Laura Gutiérrez evoca: “Vero era una persona que conocías y transformaba tu realidad, te abría los ojos y daba vuelta todo en dos segundos. Te enchufaba Teoría King Kong para aprender el feminismo, te fortalecía y daba coraje, y a salir, como sea. Ella dio vuelta el mundo estructurado que conocía de la educación formal, me hizo ver la importancia de la militancia, de llevar las teorías a la práctica en los barrios, y de creer en mí misma”. 

Fue junto a Iris Pezzarini , quien fuera Directora Nacional de Formación de Cooperativas del Ministerio de Desarrollo Social durante la gestión de Alicia Kirchner que desarrollaron el programa “Ellas Hacen”. Una iniciativa dirigida a mujeres víctimas de violencia, madres de más de tres hijxs o de personas con discapacidad. Impulsando como política pública la autonomía económica y el empoderamiento subjetivo como estrategias para salir de vínculos violentos.  

Paloma Ochoa, fiscala federal, también la evoca: “Conocí a Vero en su trabajo en el Consejo Nacional de las Mujeres y después volví a encontrarla como estudiante de Introducción al Derecho. Me contactó para iniciar un grupo de lectura sobre género y derecho. Ese grupo no llegó a concretar su primera reunión, pero sé que más temprano que tarde seguimos los pasos de quienes marcan camino”. 

En el CNM asesoró el trabajo de Victoria Montenegro al frente de la Unidad de Coordinación Nacional para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia Contra las Mujeres del Consejo Nacional de Mujeres. Se fortaleció la línea 144 de asistencia en violencia. Y se multiplicaron los abordajes territoriales con talleres de masculinidades, noviazgos violentos, educación sexual integral en todo el país. 

Paula Viturro, abogada e investigadora en género y derecho no escapó a su influjo: “Nos conocimos hace muchos años en un aula del Rojas, nos juntábamos todas las semanas a leer y discutir textos sobre militancia feminista, lesbiana y queer. Nos reencontramos en muchas plazas, y tejimos en varios frentes. Fue tan importante en mi trayectoria como docente que hace apenas unos pocos días pedí tener un curso en la facultad donde ella estaba estudiando derecho. Quería reencontrarla en un aula.”

El sábado una caravana feminista nacional y popular fue a despedirla a Pergamino. María Inés Carro, su mamá y su hermana Paula habían dispuesto velarla en la Cooperativa Eléctrica, en la esquina de Florencio Sánchez y Castelli.

Fue un día de sol intenso en el pueblo de la infancia al que siempre volvía. Una marcha con banderas y cantitos la acompañó hasta el cementerio. “Ella no queda acá, es un espíritu libre” dijo la madre. Y confesó lo que le había costado soltar a esa niña rubia de ojos claros. 

La casa familiar se transformó en espacio de una asamblea amorosa. La marcha peronista se cantó en su honor. Y se anunció que junto al mural que recuerda a Paco, Franco Pizarro, el vecino de enfrente que murió en el incendio de la Comisaría 1º de Pergamino en marzo pasado, habrá uno con el rostro de Vero. Y un centro cultural. Y el Frente por la Igualdad Vero Marzano creado por Anita Díaz.  

Esa tarde de jueves, antes de todo, hablamos del cansancio que causa el neoliberalismo, de cómo será el armado electoral de Cristina, de si un seminario o un grupo de investigación para combatir  la misoginia judicial. De Higui y de su posible libertad, de que queríamos visitarla. De la cena de los armenios a la que iba a ir con Victoria Montenegro. “Vero es profundamente peronista, profundamente feminista y profundamente compañera” dice Viki en tiempo presente “me acompañó desde el principio, y me ayudó y ayudándome a mí ayudó a un montón de compañeras y compañeros a crecer, a entender porque veníamos de otro palo, de otra historia.”  

Las palabras no alcanzan a abarcarla. Más que decir que Vero era entrañable habría que decir que nos habita las entrañas a quienes la tuvimos cerca. Que su voz potente nos sigue potenciando ante cada duda. Es contar con su ironía que todo lo desdramatizaba. 

“Cuando te conocía te militaba dos cosas: que vayas a estudiar y que te hagas torta” se ríe Sabrina García. “Yo había dejado de militar. Me devolvió la esperanza, la fe, la creencia en la política, además de ponerle un poco más de teoría a mi feminismo.” 

Todas teníamos proyectos con ella. O ella con nosotras. Íbamos a ser socias de un estudio jurídico para defender mujeres víctimas de violencia y con el dinero que les sacaríamos a los señores pensábamos en plan Thelma y Louise ir en 4 x 4 a los Encuentros Nacionales de Mujeres con todas las compañeras. 

Gabi  Díaz Villa comparte: “Estos últimos días estoy tratando de acompañar a Coco, y compañeras de distintos lados me contactan para ponerse a disposición, para colaborar. Todo el tiempo estoy con la sensación de la increíble construcción de Vero que nos sigue ayudando, nos sigue conduciendo”.  

En los muros de facebook, esos espacios de duelo virtual y compartido, se multiplica el afecto, el reconocimiento y la gratitud. Y hasta hay quien cree que la libertad de Higui, es Vero.