A las 17.15 una voz metálica se escuchó por el parlante en el hall de Plaza Constitución: “el tren de las 17.27 con destino a Villa Elisa va a salir por el andén número 12”. El grupo de gente que ocupaba toda la plataforma del andén 9 dio la vuelta, como una marea, hacia la plataforma 12; algunos, a modo de atajo, cruzaron por el medio de las vías. Otro gran grupo de personas que entraban corriendo a la estación no tardó en completar el andén. “En general viajo en el 79, pocas veces tomo el tren. Siempre se viaja mal, pero hoy es mucho peor”, explicó Clara, que buscaba la forma de volver a su casa en Lomas de Zamora. “Cansa más el viaje que el trabajo. Hoy llegué una hora tarde y mi jefe dijo que quizás me descontaban el día”. “Quizás”, repitió y dejó salir una risa nerviosa. “Me quedé toda la jornada, obvio, y ni pregunté si podía salir antes”, agregó.
Las paradas de colectivos sobre avenida Brasil dejaban ver espacios vacíos, que en horas pico de la semana suelen quedar desbordadas hasta derramarse en la calle. El paro de 60 líneas de la zona sur del conurbano bonaerense provocó que todos los que viajaban hacia allí convergieran en el tren Roca. Desde su puesto de revistas ubicado al pie de la plataforma, Beto contemplaba las oleadas que cruzaban los molinetes. “Se está llenando más temprano que lo normal”, reflexionó mientras cebaba un mate. “Me pidieron indicaciones durante todo el día: cómo ir para tal lado, qué tren tomar, en cuál anden. Se nota que hay gente que nunca viajó en el Roca, sobre todo por el desconcierto”, apuntó. Las miradas de los viajantes se detenían en los carteles digitales que hay sobre cada andén. Sólo marcan la hora y el destino; para el que nunca viajó en esa línea, las estaciones del medio son un misterio. Beto tomó un mate, orientó a un hombre que iba para Lanús y aseguró: “cuando hay tanto quilombo de gente no vendo un carajo”.
En el medio de otra fila interminable que esperaba el tren a Claypole de las 17.51, Ariel preguntaba cómo llegar a Florencio Varela. “Siempre tomo el 148. Creo que ahora me tengo que bajar en Claypole y después tomar otro tren. Hoy a la mañana tardé el doble en llegar al trabajo y no sé a que hora llegaré a casa”, indicó. Ofelia, adelante de él en la fila, no supo contestarle. “Yo también tomo el 148”, fue su réplica. Su día fue largo: “Tenía turno con el médico en el hospital Argerich. Tuve que caminar 20 cuadras para tomarme la combi, que me cobró 60 pesos. Para la vuelta me quedé sin plata, por eso vine a Constitución. Me parece que tengo que bajar en Claypole y tomar un colectivo”.
Sabrina Navarro, trabajadora de la Línea General Roca, tuvo que cumplir la doble tarea de controlar los molinetes y guiar a quienes no viajan usualmente en el Roca. “Hay muchísima gente, y hay muchos que no saben qué tren tomar”. “¿Cómo llego a Ezpeleta?; ¿Para viajar a Temperley?; ¿Dónde saco boleto?”, consultaron tres pasajeros en menos de un minuto. “Hay gente que no sabe ni cómo pagar con la SUBE. Hay demasiados pasajeros, y no se puede aumentar la frecuencia porque en el diagrama no entran más trenes”, explicó.
Cerca de las 18, el aluvión de personas que subía desde el subte y que entraba desde las paradas de colectivos era todavía más multitudinario. Los trenes se llenaban apenas abrían las puertas; la gente que quedaba afuera migraba hacia otra plataforma y se reiniciaba el ciclo. “Tres horas tardé a la mañana en llegar al laburo”, dijo Marcelo, con más cansancio que enojo. Usó los dedos para calcular cuántos transportes había tomado durante el día. “Seis bondis y dos subtes”, resolvió. “Siempre me tomo el 169 y el 85. Soy de Temperley, y trabajo en Flores. Me tuve que ir hasta Adrogué a tomar el tren”, detalló. Según contó después, en su trabajo no fueron tan severos con el horario: “me dejaron salir una hora antes, no hubo problema, pero mañana tengo que recuperar dos horas”.
Informe: Juan Funes.