De alguna manera, fueron los extranjeros de la música argentina. Sin embargo, muchos de ellos tuvieron que ver, como sesionistas, arregladores o productores encargados, en muchos de los discos de circulación masiva con los que la industria de la música supo fabricar ídolos populares a medida de sueños e identidades. Muchos de los que tocaban en las orquestas de los Sandro o los Palito Ortega, le acomodaban el sonido a los folkloristas o le limaban cacofonías al naciente rock vernáculo, eran los mismos que a la noche ardían de swing en clubes pequeños, cuya dimensión física se agranda en el relato de una historia acaso todavía no contada del todo. Son los precursores del jazz argentino.
El jueves pasado comenzó en Bebop Club, un atractivo reducto en la zona histórica del centro porteño, un ciclo que reunirá cada semana a figuras de las primeras generaciones de jazzistas argentinos, recibidos en escena por un trío de jóvenes exponentes del género. Leyendas del jazz, se llama la idea del productor Alberto Grande, que además pone al frente y ensancha el concepto de improvisación más allá de la música: los músicos se encuentran apenas un par de horas antes del show y el público no sabe quiénes tocarán cada noche. Lo que sale, sale; siempre en nombre del jazz. Algo así como un “todos somos el jazz argentino”, consigna nutrida por una especie de profesión de fe por parte del público. Los encuentros continuarán todos los jueves en el local de Moreno 364, en San Telmo.
El pianista Alan Zimmerman, el contrabajista Jerónimo Carmona y el baterista Sebastián Groshaus, el ala joven de una noche en la que las únicas consideraciones posibles acerca del tiempo pasaron por el swing, formaron el trío de base de la primera cita del ciclo. Un blues para calentar el aire, sobre el que cada integrante del trío se presentó con un solo y enseguida la primera leyenda de la noche: Gustavo Bergalli. Trompetista capaz de atravesar estilos y latitudes con un sonido distinguido, que no confunde brillo con estridencia, Bergalli vivió, trabajó y se destacó entre los mejores durante casi treinta años en Suecia, por lo que es uno de los que encarna a una tipología recurrente de jazzista argentino: el que en algún momento tuvo que dejar el país para seguir su carrera. Enseguida otra leyenda, Luis Cerávolo, ocupó el lugar de Groshaus en la batería, y el trío extendió sus dinámicas de diálogo e improvisación con una balada. Cerávolo es de los músicos versátiles, que extendió las fronteras del jazz tocando con músicos de las más variadas razas, desde Astor Piazzolla hasta Luis Alberto Spinetta, pasando por Oscar Cardozo Ocampo, Rubén Rada, Manolo Juárez o el trío de Baby López Furst.
Y justamente el inolvidable pianista fue motivo del homenaje central del primer encuentro del ciclo. Ernesto Acher, amigo y aparcero en muchas aventuras, contó algunas anécdotas y lo recordó emocionado. “Baby tocaba con la misma naturalidad con la que hablaba”, destacó Acher antes de la proyección de un video con la figura de López Furst y momentos de su música.
La llegada del pianista Ángel Sucheras, otra de las leyendas de la noche y otro ejemplo de diáspora jazzera argentina –con quince años en Estados Unidos–, terminó de ponerle calor a la noche. En trío con Cerávolo y con Carmona, que como siempre tocó con solvencia y musicalidad atrapantes, y cuyos solos estuvieron entre lo mejor de la noche, Sucheras comenzó a desplegar su nutrida paleta de recursos sobre un blues. Enseguida, el trío recibió a quien sería la “Lady Leyenda” de la noche: la cantante Alejandra Martin. No había pasado la primera estrofa de “My Romance” y ya estaba claro por qué la de la dama es una de las voces más bellas del jazz de acá. Martin maneja el vibrato con gusto y sabe quebrar la voz para pasar de la tibieza al calor cuando la situación lo pide. En fin, canta jazz...
En el final, después del reconocimiento al clarinetista Beto Wassington –que estuvo presente pero no tocó– y con Bergalli otra vez en el escenario, la generosidad del jazz le otorgó a cada uno su solo de despedida. Terminaba así la primera noche de un ciclo que propone más música que nostalgia y que todos los jueves, en nombre del jazz argentino y su historia, promete sorpresas. Con la certeza de que entre Jorge Navarro, Jorge López Ruiz, Néstor Astarita, Chico Novarro, Américo Bellotto, Donna Caroll, Jorge Anders, Juan Carlos Cirigliano, Mauricio Percan, Enrique “Zurdo” Roizner, Santiago Giacobbe, Livia Barbosa o Ricardo Lew, o a quien le toque esa noche, todo puede pasar.