Las futbolistas de la selección argentina juegan sabroso, como diría Francia Marquez, la vicepresidenta electa de Colombia, el país en donde se jugó la última edición de la Copa América de fútbol femenino: la selección argentina se hizo un banquete que se debía y ahora disfruta de la sobremesa en donde tiene asegurado el bronce como fresco botín y un pase directo al próximo mundial en Australia-Nueva Zelanda 2023.
Pero ¿Cuál fue la cocina de esta selección? ¿Quiénes encendieron el fuego palito a palito? Cinco años atrás ¿Era éste un escenario posible -o imaginado- en el fútbol femenino en Argentina?
La misma semana que las jugadoras argentinas digerían a puro disfrute este valioso paso por la Copa América en Colombia, Cristian Tirone, jugador de la liga regional de Tres Arroyos le pegó una piña por la espalda a la árbitra del partido que lo había expulsado. El episodio fue noticia y la imagen de la agresión se viralizó en redes sociales y en programas de televisión con un repudio unificado y una línea muy clara en la comunicación: a Dalma Magali Cortadi le pegaron por ejercer un lugar reservado para los varones y por ser mujer. También en esa semana se inscribieron 2500 chicas para jugar en las categorías sub 14 y 16 de River, un récord para uno de los clubes más importantes del país. Y también, esa misma semana, del otro lado del océano, en el Estadio de Wembley londinense, las selecciones femeninas de Inglaterra y Alemania jugaron la final de la Eurocopa, el triunfo se lo llevaron las inglesas pero el dato más importante no es ese. Durante la final se rompieron récords de asistencia y cobertura de radio y televisión, como si fuese cualquiera de los partidos en donde jugadores musculosos y bien peinados deleitan al público con sus jugadas magistrales. Eso antes no pasaba.
Ahora que sí nos ven
Un nuevo “ahora que sí nos ven” pareciera entrar en el punto de hervor en las canchas del deporte al que si algo le sobra es brecha: 37.800 pesos es el sueldo bruto de las jugadoras en esta era semiprofesional en Argentina. Sin embargo, hay un rumor que podría poner la discusión no solo en “lo que vende” o “lo que rinde” el fútbol en las arenas de “lo femenino”, sino también preguntarse ¿Qué vienen a proponer?
En primer lugar una línea de tiempo que los últimos años se aceleró virulenta: en 2019 la futbolista Macarena Sánchez pronunció su inquietud y preocupación por haber sido desvinculada del Club UAI en un marco de ausencia absoluta de profesionalización del deporte. En aquel lejano 2019 pre pandémico, la futbolista provocaba un revuelo en las redes contando su historia. Durante el año anterior, las jugadoras de la selección habían participado de la Copa América 2018 en Chile haciendo visible un reclamo que parecía insólito: ropa, canchas para entrenar, viáticos y un espacio en AFA. En esa competencia lograron un tercer puesto que les permitió clasificar para los Juegos Panamericanos Lima 2019. Otra vez 2019, un año clave para la albiceleste femenina porque además también clasificaba en un repechaje histórico para el Mundial de Francia. Hacía 12 años que no lograban llegar a esa competencia, lo habían hecho en 2007 y en 2003.
El país estaba a pasitos de legalizar el aborto, en ese partido del repechaje contra Panamá, los pañuelos verdes le ponían la frutilla a la torta en un estadio que también batía records: 11.500 espectadorxs y una selección que a la falta de ingredientes le ponía creatividad. Allá en la cancha de Arsenal le ganaban 4 a 0 a Panamá con goles de Mariana Larroquette, Eliana Stábile en dos ocasiones y Yamila Rodríguez, esta última artífice del reciente remonte contra Paraguay en Colombia. ¿Qué imágenes épicas como la que nuestra memoria afectiva evoca de Maradona o Messi tenemos de las chicas de la Selección? En primer lugar es muy importante poder verlas (recién se transmitió por la televisión pública el partido de semifinales, es decir, el anteúltimo) y en segundo lugar, que puedan jugar.
Un final épico, que anuncia futuros finales
Mientras tanto, sumemos una instantánea como parte de la cocina de esta cantera y como obsequio a la memoria futbolera en la que jueguen todxs: Argentina pierde 1 a 0, faltan poco más de diez minutos para que se termine el partido y quedar afuera del Mundial. Yamila Rodriguez con su corte casco platinado recibe la pelota y corre abriéndose paso, con el pecho bien inflado viene dando brazadas en el aire hasta llegar a la arquera. Patea cruzado, mete el gol del empate y corre al córner a festejar. Se tira boca abajo y apoya la cara contra el brazo. Está llorando pero solo el césped la puede ver. Se levanta. El reloj marca 77 minutos. Quedan 13 más lo que adicione la arbitra. A los 89 el gol llega en los pies de Florencia Bonsegundo. De tiro libre ¡Cómo lo grita!, la número 15 estira los puños de lado a lado y corre con las venas que la atraviesan como autopistas en el cuello. Todas están pensando que falta muy poquito para hacer historia. Ya con tiempo cumplido, otra vez Rodriguez, la que tiene tatuajes de Ronaldo y Maradona, pero que también tiene, en la pierna derecha, con la que hace el tercer gol para Argentina, uno de ella misma gritando un gol en la bombonera con la palabra “amor”.
En estos últimos cinco años se publicaron libros a troche y moche sobre fútbol femenino y su decantación en feminista, se escribieron tesis y se hicieron películas. Lxs pibxs se abrieron paso en los clubes de barrio, la discusión no se cerró únicamente a la cuestión de la profesionalización y el dinero. Hubo revisión histórica y una recuperación de las pioneras que jugaron partidos borrados, hubo periodistas feministas que viajaron a Francia a cubrir el Mundial. Muchos clubes inauguraron sus comisiones de género. Y sin embargo, y ahora viene la especia picante: ¿Cuánto hay de feminista en este fútbol? ¿hay riesgo de caer de una lectura feminista ilustrada sobre las luchas ganadas en este deporte? ¿el sueño para las pibas no sigue atrapado en esa idea de fútbol triunfalista que saca de la pobreza a unxs pocxs? ¿qué puede venir a decir un fútbol feminista sobre la competencia, el mercado y la coreografía patriarcal que deja muchas corporalidades de lado?
Hay un horizonte para las que quieren vivir del fútbol pero también para quienes ya no tienen que mirar desde afuera del potrero ni encerrarse en las trampas del género. Un horizonte que debe ser visto con la meticulosidad y la obstinación que tienen esos feminismos por cambiarlo todo.
Queda mucha cancha por correr pero también mucho juego por saborear.