Florencia Osuna pertenece a la generación de historiadoras que, urgida por desentrañar los horrores de la última dictadura, se zambulló de lleno a investigar el pasado reciente en busca de memoria y justicia. Eran los albores del siglo XXI. Se estaban reabriendo los juicios de lesa humanidad contra los responsables de la represión dictatorial y en esa senda entró ella: “Había cobrado mucha fuerza la reflexión y el debate sobre esos años en la agenda pública”, enmarca ella. O va enmarcando, dicho mejor, porque la dinámica interna del paso al gerundio da para empezar por la década del setenta –sus primeras investigaciones tienen que ver con el período—, pero más aún para internarse en las entrañas del movimiento nacional que la explica: el peronismo. “El estudio de las dos últimas dictaduras me hizo ver que había actores, ideas, diagnósticos, prácticas y procesos que tenían su origen en el peronismo”, refrenda la escritora, docente, investigadora del CONICET, y pareja del cantor de Bombay Bs As, Ale Guyot, y así va llegando a la causa matriz de la entrevista con PáginaI12: la flamante edición de 1951, Historia y Mitos de Eva Duarte y el peronismo, publicado por el Grupo Editorial Sur.

En efecto, el ensayo ocupa sus 233 páginas en divulgar lo ocurrido durante ese año clave para la historia argentina. “Aunque es uno de los períodos más estudiados del siglo XX, me pareció interesante abordarlo desde esa ventana particular que es mirar lo ocurrido a lo largo de aquel año puntual”, adentra Osuna. “Al analizar de cerca ese año pude ver que, en varios sentidos, fue un momento bisagra. En términos políticos, supuso el comienzo de otro tipo de participación política de las mujeres. Pero también apareció la construcción de cuadros políticos pensando en la posteridad y, a raíz del intento de golpe, una radicalización del discurso y de la identidad peronistas que tuvo reverberancias en el futuro de la militancia”. 

--Y con Eva Perón como eje esencial del entramado… nada más “evitista” que 1951.

--Eva es central, sí, por el gran poder político que concentró su figura a pesar de que las mujeres en esa época a nivel mundial no llegaban a ocupar lugares políticos tan expuestos y relevantes. De hecho, Eva estuvo a punto de ser la primera vicepresidenta mujer electa de la historia. En relación con esto, su “Renunciamiento” y el discurso dado el 17 de octubre, destinado a defender con la vida a Perón son acontecimientos centrales de la memoria del peronismo.

-¿Cuál de los hechos analizados para el libro considerás personalmente más relevante, mirado desde el hoy?

-Podría mencionar distintos temas. Entre ellos, la lucha por la participación y representación femeninas en la política, y el campo de las iniciativas hacia la niñez. Pero lo más significativo mirado desde hoy, para mí, son las discusiones en torno a la relación entre los medios de comunicación, la política y la libertad de prensa. Este debate se instaló a partir de la expropiación del diario “La Prensa”, en el marco de la VII Conferencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que se celebró en Montevideo. En ese contexto, algunos periodistas latinoamericanos consideraban que la SIP estaba controlada por Estados Unidos y se posicionaron contra la injerencia de ese país en las políticas de medios de los Estados de América Latina. Es cierto que aquellas discusiones eran propias de la Guerra Fría cultural, pero tienen resonancias en la actualidad porque desde ese momento quedó al desnudo el carácter ideológico de los medios, sobre todo en contextos en los que los puntos de vista se polarizan, se diversifican o se democratizan.

-Es reveladora la relectura que hacés de La razón de mi vida, en uno de los capítulos más lúcidos del libro. ¿Cómo podrías sintetizar tu mirada sobre ese escrito emblemático para el movimiento nacional?

-La razón de mi vida es un material sobre el que se ha dicho mucho, pero se lo ha analizado poco de manera rigurosa. Es más, cuando lo empecé a trabajar tenía en mente el típico prejuicio sobre el material que señala el carácter conservador de Eva, la defensa de la familia y el lugar de la mujer en la casa. Pero hay dos cuestiones para señalar sobre esto: por un lado, desde el peronismo o la oposición, a Eva siempre se la ha intentado encasillar en algún rol sobredimensionando las características que se le atribuyeron: la chica de pueblo, la puta, la actriz, la hija ilegítima, la plebeya, la reaccionaria, la madre, la señora, la buena esposa, la santa, la mártir, la guerrillera, o la dirigente política, entre otras. Por eso ha sido difícil pensar en qué sentidos ella podía ser todo eso al mismo tiempo, con la complejidad y las contradicciones que eso supone. Y por otro lado, aunque no hay muchos análisis sobre esta obra, me encontré con la interpretación de Julia Rosemberg que marca su carácter público y político. Coincido con esa lectura y parto de ahí, porque el objetivo de La Razón de mi vida no fue mantener a la madre de familia adentro de la casa, sino buscar la politización de las mujeres trabajadoras, teniendo en cuenta sus valores y condiciones materiales de existencia. Eso explica incluso el estilo melodramático del texto que recupera un género muy en boga en esas décadas con gran recepción entre los sectores populares. La forma y el contenido del libro buscan generar identificación con las mujeres de esos sectores para poder interpelarlas con el objetivo de que se politizaran.

-Otro hecho clave de 1951 pasa por el tercermundismo doctrinario, motorizado por Juan Perón y su gobierno. 

-Sí, porque es destacable la postura del gobierno en la defensa de una tercera posición en ese marco mundial polarizado de la Guerra Fría, sobre todo por la resistencia a los intentos de Estados Unidos de imponer sus costumbres, valores e ideas por medio de la propaganda. Me parecen muy elocuentes al respecto las posturas de los periodistas que se agruparon y publicaron el Libro Azul y Blanco de la prensa argentina durante ese año. Ellos justamente definen su lugar de enunciación a partir de la recuperación de un ideario antiimperialista que recupera tradiciones, líderes e ideas surgidas a partir de la experiencia histórica latinoamericana.

-El año tampoco se puede contar sin reparar en Mordisquito, y su influencia en el ánimo social de entonces.

-Es que Discépolo es una figura fascinante, claro… su derrotero a lo largo del 51 prefigura los sentidos de ese año bisagra, que es heroico y trágico a la vez. Su participación en el programa de Mordisquito en la campaña electoral lo catapulta, lo pone en un primer plano, y a la vez lo condena y lo consume. Hay mucha épica y poesía en su obra y también en cada una de sus acciones.