Desde hace dos años el grupo de investigación-acción Mapeos Feministas insiste en destapar la olla y mirar qué se esconde en el gris guisado neolibral racista y patriarcal, que nunca nos alimentó y cada vez nos envenena más. Para eso ha puesto en diálogo las voces de quienes están en la primera línea en los territorios creando y defendiendo la vida, a través del podcast Destapar la crisis.
Durante la primera temporada se mapeó lo que la pandemia exacerbó y visibilizó: que travestis, trans, lesbianxs, no binaries y mujeres sostienen la reproducción de la vida con trabajos de cuidados precarizados y desvalorizados. El mote de “esenciales” asignado durante el ASPO a algunos de estos trabajos, como los de cuidado de personas enfermas, de niñeces, de adultos mayores, los de cocina y limpieza, por más de que daba cuenta de su imprescindibilidad para el conjunto de la sociedad, en los hechos implicó una nueva sobrecarga y una mayor esencialización de las personas feminizadas como las únicas capaces y responsables de llevar adelante esos trabajos. Lejos de garantizar la infraestructura necesaria para su desarrollo y acceso democrático, su redistribución social y su retribución económica y simbólica, el Estado se encargó de privatizar y precarizar aún más los trabajos de cuidado y reproducción de la sociedad.
Durante el 2021 y comienzos del 2022 se produjo y publicó la segunda temporada del podcast. Esta vez se mapearon los ingredientes fundamentales de aquél guisado: los distintos extractivismos que arrancan riquezas de nuestros territorios-cuerpos-tierras y tiempos vitales. Y, como contracara, las resistencias que se multiplican en defensa de la vida y de lo común.
Por qué el extractivismo agudiza la desigualdad
El episodio cero, Cuerpos-territorios en disputa, abre la temporada con un profundo y enriquecedor diálogo entre Adriana Guzman y Mina Navarros. Desde Bolivia y México, desde los feminismos comunitarios y las luchas en defensa de la vida; ambas pensadoras y militantes ofrecen coordenadas fundamentales para entender cómo opera el metabolismo necrótico del capital y cómo se reactiva la memoria ancestral de comunidad en distintos territorios de Abya-Yala en confrontación con aquella lógica.
Parten del diagnóstico común: durante la pandemia no todo se detuvo pues hemos presenciado una profundización y ampliación de distintas prácticas extractivas, presentadas como único modelo de desarrollo y que resultaron la apuesta más fuerte de los estados para la reactivación económica. Con ella, los estados reactualizaron su pacto con el sistema capitalista-colonial-patriarcal mientras se agudizaba la desigualdad y proliferaban los conflictos capital-vida en nuestro continente.
Desde este diagnóstico nos lanzan una provocación: si el capital realiza una apropiación barata y gratuita de las tramas de interdependencia que sostienen la vida y busca conectar todo a la lógica del valor para incorporarlo al circuito de despojo-mercantilización-deshecho, la pregunta por qué feminismos necesitamos se torna urgente. Afirman que un feminismo institucional que sin la anuencia del estado no sabe qué hacer, no nos sirve. Como así tampoco las soluciones desde el control. Más bien reivindican la creación de soluciones situadas, concretas y la apuesta por la comunidad y lo común como opción política, responsabilidad por la vida y una convocatoria abierta y real.
El episodio uno, Tierra para vivir, feminismos para habitar, explora cómo el extractivismo opera en las ciudades. La especulación inmobiliaria es el principal mecanismo de despojo de los bienes comunes urbanos. La vivienda deja de ser un derecho para ser un negocio, en ciudades cada vez más desiguales, hacinadas y violentas.
Caren Tepp, concejala por Ciudad Futura-FSP, cuenta la experiencia del barrio Nuevo Alberdi en Rosario que se enfrenta a la lógica de segmentación y fragmentación urbana bajo la cual las opciones de hábitat se dividen entre barrios privados o villas de emergencia. La lucha por democratizar el acceso al suelo se contrapone a la creciente concentración y privatización de la vivienda y los espacios públicos o comunitarios.Proponen una mirada feminista de las cuidades que supone una nueva manera de vincularnos entre nosotres y los terrirotios urbanos que habitamos, socializando los cuidados y dando lugar al deseo.
Alejandra Rodriguez, quien acompañó el proceso de recuperación de tierras en Guernica, durante el 2020 como integrante del Colectivo político, Transfeminista y Carcelario «Yo No Fui», analiza sus alcances y significados. En las asambleas transfeministas que allí se organizaron se hablaba de crear una época de recuperación de la tierra, de la política y de recreación de los vínculos. Y Alejandra considera que así es, que estamos creando una época, pues en una época se ponen en juego los modos de existencia y eso fue lo que expresó toda la organización para construir un barrio popular en Guernica.
Por último, Florencia Montes Paez, integrante de No Tan Distintes-Mujeres y personas LGTBQI+ en Situación de Vulnerabilidad Social, cuenta que se organizan como una red de afectos y de recursos. Si el capital mundial integrado produce centros y marginalidades, elles buscan romper esa dicotomía y multiplicar la militancia por la vivienda digna. Lo popular de nuestros feminismos, considera, se refleja en activismos amplios que puedan acoger distintas problemáticas más allá de la temática o el frente que aborden. Un ejemplo práctico: que nuestros locales cuenten con una señalética de aliades para que quienes están en la calle sepan que allí pueden contar con nosotres y con un espacio de cuidados.
¡Soberanía alimentaria ya!
En el segundo episodio, Tierra para producir, feminismos para alimentar, se mapea el extractivismo operado por el agronegocio, que es definido por Deolinda Carrizo del MOCASE como la estrategia del capitalismo patriarcal en el campo. Como así también las múltiples experiencias que cultivan estrategias antagónicas. La Deo también analiza cuál es el modelo de producción de alimentos que impuso el neoliberalismo: cómo se privatizaron los bienes comunes y avanzaron los transgénicos y los agrotóxicos de la mano de las trasnacionales. Y por qué tenemos que volver a discutir la función social de la tierra desde una mirada feminista y popular.
Paula de la Cooperativa de Producción Agroecológica, CO.P.A, en Guernica y Marenise Oliveira, militante del Movimento CETA de Bahía, Brasil, analizan de conjunto qué significa la soberanía alimentaria en momentos en que América Latina vuelve al mapa del hambre y se cierran acuerdos con el FMI. Ambas guardianas de semillas, sostienen que ese como otros cuidados tienen que socializarse lo más posible, que no sólo las personas feminizadas tienen que asumir esas tareas como históricamente lo han hecho. Y que la agroecología se conecta con los feminismos porque ambas perspectivas implican equilibrio en las relaciones sociales y con la naturaleza así como también una búsqueda del autogobierno sobre nuestros cuerpos y tierras.
Desde el congreso, en pleno verdurazo, compañeras de la UTT -muchas de las cuales han roto con la organización recientemente denunciando prácticas machistas y violentas de parte de su conducción- comparten la importancia de democratizar el acceso a la tierra. Sobre todo para ellas pues implicaría, además de la posibilidad de salir de la precariedad y construir casas de material; el tener la independencia y la libertad para decidir qué plantar, qué hacer con sus vidas y con sus cuerpos.
En el tercer y último episodio de la temporada, Tierra para defender, feminismos para luchar, se mapean las crisis socioambientales en América Latina desde las voces de los (eco)feminismos indígenas, populares y comunitarios. Soraya Maiconio, del Log Cuchamen, Chubut y miembro del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, reflexiona cómo el extractivismo también afecta la vida social e implica, no sólo la explotación del ambiente, mas también de las vidas. Ser mapuche, explica, significa ser parte de la tierra. Por lo que defenderla y cuidarla implica defenderse y cuidarse y viceversa.
Vilma Rocío Almendra Tiguanás del pueblo Nasa y del pueblo Misak del Cauca, Colombia, integrante de Pueblos en Camino, cuenta sus luchas para la liberación de la madre tierra y para construir procesos de Paz en las casas y en los territorios. También analiza los significados y proyecciones del Paro Nacional a partir de la Minga urbano-rural. Y reflexiona sobre la importancia de la autogestión y la autonomía así como los desafíos y límites de los procesos institucionales.
Soledad Ferrería y Sofía Astelarra de la organización Río Feminista, a orillas del Paraná, dan cuenta de la importancia estratégica de los humedales y la defensa de los territorios líquidos. Explican que la intensificación de los proyectos inmobiliarios, el avance de la frontera agrícola, los incendios intencionales, la contaminación de las aguas, redunda en un aumento de los conflictos socio-ambientales. Y comentan, también, sobre los avances y retrocesos de la Ley de Humedales.
Los temas que se tratan en la segunda temporada del podcast Destapar la crisis son acuciantes ante la crisis de reproducción de todas las formas de vida que estamos asistiendo. Conocer las luchas y experiencias de formas de vida, producción y relaciones otras que se acuerpan en territorios bien diversos de América Latina nos mueve de la resignación y el quietismo ante las catástrofes. Se trata de apostar una y otra vez por las vidas que resisten e insisten en existir. Los cuatro episodios que componen la segunda temporada ofrecen un mapa posible de las voces que exigen tierra para vivir, producir y defender y construyen a diario feminismos para habitar, alimentar y luchar.
Todos los episodios se encuentran en Spotify, Youtube e Ivox como Destapar la crisis