Javier Calamaro está transitando un presente luminoso, activo y auspicioso. Más allá de sus novedades musicales, que tiene varias para contar, su ciclo televisivo dominical, La cocina de los Calamaro, está funcionando muy bien en la pantalla de El Nueve. “Nos imaginábamos que iba a durar dos meses, pero ya lleva un año al aire”, celebra. De hecho, ya tiene grabados los programas hasta octubre. En su reciente disco El regalo (2021), decidió darle una nueva vida un conjunto de canciones descatalogadas y a la vez entregar varias composiciones nuevas, como la que le escribió a su hija Sacha, que aparece en la portada. “La canción que da nombre al disco es la más emocional y la más vigente. Es un tema que juega con emociones muy profundas y a veces me cuesta cantarla. Es la única toma de mi voz que pude registrar, estoy llorando mientras la canto”, cuenta sobre esta especie de canción de cuna. Todas estas canciones sonarán el viernes 5 de agosto a las 21.30 en Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348).”La sala es preciosa y la banda suena tremendo”, se entusiasma Calamaro. “El show en vivo es una terapia: cuando no toco, me agarra el síndrome de abstinencia”, dice.

-¿Cómo llegás a El regalo? Algunas canciones ya las habías grabado en Próxima vida (2015), ¿no?

-Sí, gran parte del repertorio del disco, en realidad, lo tenía de antes. Varias de estas canciones las había sacado en un disco que editó Popart, pero quedé muy enojado con ellos, porque no me gustó para nada el trato que le dieron y le retiré las canciones. Trataron tan mal al disco que es como si fueran inéditas. Entonces, algunas de esas canciones volví a mezclarlas y las edité un poquito; y el resto del disco son versiones y canciones inéditas que hice durante la cuarentena, como el caso de "Quitapenas", que hice una versión nueva con Ulises Bueno. La que da nombre al disco, "El regalo", es una canción completamente inédita que le escribí a mi hija, que ahora tiene un año y medio. También hay un tangazo, "La vida es afano", que es alucinante y lo volví a grabar. Y "La cocina" es el tema del programa de televisión. Próxima vida no existe más, está descatalogado.

-¿Y el disco está inspirado en los afectos?

-Sí, hay muchas canciones de amor. Para mí es algo muy curioso porque no soy de hacer canciones de amor. Pero si hay un hilo conductor, es ése. Y todo ese amor tiene que ver con mi familia; no son canciones ficticias, se corresponden con mi realidad actual. De seis canciones, tres se las escribí a Paola, mi mujer. Es un disco bastante testimonial y habla de tomar la vida misma como una creación, sobre todo después de la pandemia. Hay un compromiso emocional gigante en estas canciones, hay mucho de mí y de mi vida. Por eso quise ponerle al disco un título muy representativo de este momento.

-Es un álbum festivo, variado en colores (hay blues, cumbia, rock), con un carisma bailable incluso. ¿Fue la búsqueda?

-Sí, no es para nada intimista ni "baladesco". Incluso las canciones lentas que tiene hablan de cosas muy luminosos, como "Parte de mí". No son lentas porque sean tristes. Pero son canciones muy de sacar para afuera sentimientos puros y luminosos, como si fuera un baile. Fue absolutamente a propósito. Las canciones que de antemano tenían mucha intensidad en sus versiones originales, como "El kiosco de la felicidad" y "Quitapenas", las viré para el lado bailable, de exteriorizar aún más. Quería impregnar de alegría este álbum.

-En este sentido, ¿cómo se dio el encuentro con Ulises Bueno para grabar la versión cumbiera y potente de tu hit "Quitapenas"?

-Fue una canción que hace veinte años estuvo primera en la lista de difusión nacional. Hace tiempo que tenía ganas de hacer una nueva versión de "Quitapenas". Con el bajista de mi banda empezamos a hacer una versión medio punk rock. Pero en ese momento, a fines de 2019, me llamó Ulises para invitarme a cantar al Luna Park. Le dije que sí, encantado, pero le propuse también cantar juntos "Quitapenas", porque ya había pasado mucho tiempo y no había mejor manera de probar una versión nueva de "Quitapenas" que no fuese delante de cinco mil personas que habían pagado una entrada para ver a otro artista. No existe prueba más fuerte para una canción que ésa. Era una oportunidad que no iba a repetirse. Y la probamos en vivo y a la gente le encantó. Después la grabamos y me ayudó el arreglador de Mala Fama, Nacho Godoy, por eso tiene esa cosa de cumbia villera auténtica. Y Dani Oroño, mi guitarrista, metió cosas de blues y rock. Y claramente descarté aquella base de punk rock. Es muy difícil hacer una versión nueva de una canción que sonó tanto y a la que candidatearon para los Gardel en el rubro "Mejor canción de rock".

-¿Qué representa hoy en tu carrera la experiencia del ciclo dominical en Canal 9 La cocina de los Calamaro?

-La idea creo que es brillante. ¿Por qué? Porque no hay nada más real que esto, el ritual que hice toda la vida. Es decir, cocinar para los amigos, cantar, charlar y disfrutar del momento. Esa es la semilla, es la idea que hace que el programa esté bueno. Y porque es una cosa real, me pasa a mí o al vecino de al lado. Entonces, me sentí muy expuesto, porque es lo que hice toda mi vida, pero con cámaras adelante. Y el hecho de involucrar a mi familia y mis amigos le dio un valor agregado muy potente a todo esto. Y también tiene que ver un poco con todo este periodo de encierro que vivimos.