Esta columna repasa a modo de racconto escenas y sucedidos de los últimos días. Empecemos por el último acto de ayer: la presentación del ministro de Economía, Sergio Massa, del primer paquete de medidas. Massa leyó con suficiencia un discurso del que no se apartó nunca. Contestó con calma las preguntas de periodistas. Negó ser un superministro, ninguneó la metáfora de la bala de plata. Pero se mostró (o se ostentó) como un decisionista, muy bien informado. Como un funcionario activo que ya celebró sigilosamente reuniones con las corporaciones empresarias y, según asevera, con resultados contantes y sonantes en dólares. Como el nuevo jefe de una administración renovada (autocriticada) que controlará despilfarros en la asignación de gastos públicos y abusos del sector privado (subfacturaciones y sobrefacturaciones amañadas). Escatimó hasta la avaricia el sentido del humor que prodigaba en Diputados.

Las medidas son analizadas por los colegas especializados de Economía en esta misma edición. Para calibrarlas será también necesario escuchar los debates que suscitarán.

La prioridad es recuperar reservas. Los peligros de una corrida persisten, la idea central es reforzar las arcas del Banco Central como ancla para el conjunto de la economía. La contradicción principal, parafraseando al olvidado compañero Mao. Massa negó de modo tajante y fundado la perspectiva de una devaluación decidida por el Estado.

A primera vista de un profano reluce el recorte de recursos del sector público en Nación y provincias. Confirmación en sustancia de la aparición inicial de su antecesora Silvina Batakis. Más detallada y fortalecida por los gestos de autoridad.

Levantará polémicas y reproches, quizás incluso internos, el cierre de la inscripción para pedir segmentación de subsidios. No habrá período de gracia para nuevos beneficiarios, algo que se consideraba posible. Además, se impondrán topes al consumo subsidiado de los beneficiarios. Massa le puso cifras al máximo que podrán usar. Ya se escuchan voces críticas.

Se anunció un refuerzo adicional para los jubilados, una acción reparadora. La cantidad se dará a conocer la semana que viene, lo que impide justipreciarla.

El potencial incremento general de salarios para trabajadores del sector privado queda supeditado a reuniones de las centrales obreras y patronales. Hasta ahora, ha sido un método que no dio resultados. 

No se nombró ninguna acción de corto plazo para los trabajadores de la economía popular o los inscriptos en el plan Potenciar Trabajo.

Para valerse de otra expresión en boga, Massa se mostró en control. Su oferta básica es reforzar las reservas en divisas y garantizar que no se reperfilará la deuda pública en pesos. La solvencia primero, en yunta con el cumplimiento de las metas pactadas con el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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Seguimos con el racconto, un par de horas antes.

El Salón Blanco de la Casa Rosada viene quedando chico para las juras convocantes desde hace rato. Massa quiso una ceremonia “a mi manera”, con tribuna colmada. De cajón, tocaba el Museo de Bicentenario.

El Presidente pronunció pocas palabras antes de leer la fórmula del juramento. Lucía emocionado. Le agradeció a les ex ministres Silvina Batakis y Daniel Scioli. El ex secretario Gustavo Beliz no mereció mención: entró en el pasado. Massa juró en voz bien alta. Firmaron ambos, luego el escribano rubricó, dando fe como cuadra. El notario se quedó con la lapicera en sentido literal. Massa la esgrime en el sentido figurado que Cristina puso de moda: goza de una cuota contundente de poder.

Fernández subrayó el “coraje” del flamante ministro. En efecto, Massa se juega una parada brava. Arriesga mucho, es intrépido. El Presidente se retiró por un costado, Massa quedó en el centro del Museo, repartiendo y recibiendo abrazos y besos. La escena quedó fotografiada, será tendencia en memes y en redes.

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La vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner no estuvo, era clavado. En una cultura política signada por las imágenes y las “señales”, una foto entrambos protagonistas bastó para patentizar el aval, sin cláusulas conocidas ni detalles.

Moria Casán imantó cámaras con presencia, carisma, barbijo celeste y blanco. La visibilidad y cierta euforia del exministro y actual empresario José Luis Manzano motivará comentarios durante días.

Los nombramientos que Massa informó en cuotas no sorprendieron, no hay figuras descollantes. Quienes lo acompañaron en el Frente Renovador (FR) durante momentos dichosos o de declive ocuparon varias plazas: es de manual. La designación de Daniel Marx robó cámara; concitó las mayores y merecidas críticas internas por motivos rejunados.

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El dólar blue bajó su cotización de entrada, volvió a subirla. El Banco Central debió vender una cifra importante de reservas. Alerta, desmentida, para voluntaristas que supusieron que el “mensaje político de unidad” encuadraba a los mercados. La amenaza de corrida está latente, no muerta. Sería instructivo saber cuántos empresarios que aplaudían ayer son especuladores que siguen buscando la devaluación. Sin confesiones de parte ni otras pruebas, a puro costumbrismo, el cronista intuye: no serían tantos, imposible que no hubiera ninguno. Unos pocos, con capacidad de daño... lo que se sabe desde siempre.

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Cristina y Alberto, por necesidad y urgencia, volvieron a conversar tras la dañina renuncia de Martín Guzmán. Ambos y Massa reformularon el diseño del FdT y del Gobierno. Massa da un paso al frente. De la diarquía sin precedentes se deriva a otro diseño inédito: un ministro con amplias potestades que se mueven en subibaja con el caudal imaginario del Presidente. Fernández es el único titular del Ejecutivo según la Constitución escrita. En los hechos, el reparto es diferente.

El Gobierno necesitaba reorganizar su organigrama, poner coto al tabicamiento de reparticiones, promover un liderazgo que dejara atrás “el vacío de poder”. Dichos pasos se han cumplido. La reorganización política era imprescindible.

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El ministro dejó claro que habrá nuevas medidas y rehusó anticipar algo al respecto. Se cuidó, hizo bien.

Puesto a imaginar un escenario, sin fuentes oficiales pues, este cronista cree que las movidas iniciáticas persiguen fondear al Banco Central y reducir la brecha cambiaria en un plazo breve. Y con la economía más calmada, lanzar algo parecido a un plan de estabilización con un acuerdo de precios y salarios. La falta de anuncios específicos sobre acciones referidas a la inflación sustenta la hipótesis que, se ratifica, solo es eso.

Estas historias continuarán.

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