Para el imaginario cromático del jazz, el blue, el azul, es un color recurrente. Basta pensar en Kind of Blue, uno de los grandes discos del género, o en Blue Note, el mítico sello discográfico que marcó el gusto de generaciones de melómanos en todo el mundo. Para no hablar de las infinitas versiones de temas ya clásicos como “Afro Blue” y “Blue Moon”, por ejemplo. Sin embargo, en este rincón del planeta el blue suele ser un problema para el jazz. Y no por una cuestión de tonalidades, sugestiones u otros simbolismos, sino más bien de terrestres cotizaciones: pensar en impulsar un evento de jazz internacional, aquí y ahora, es hacer las cuentas con el “dólar blue” y la dinámica de sus especulaciones. Algo así como tener una piraña en el bidet.
No obstante los riesgos, Mariano Loiácono, uno de esos músicos que comprendió que no hay música posible sin gestión y en todo caso no hay mejor gestión que la propia, se las ingenia para mantener el diálogo, el suyo y el de la ciudad en la que vive, con jazzistas norteamericanos. Este año, en colaboración con Bebop Club, ya impulsó las visitas del pianista Anthony Wonsey, en marzo, y más recientemente de la notable cantante Eve Cornelious, para compartir sus actuaciones con músicos argentinos. En esta oportunidad llega a Buenos Aires uno de los grandes bateristas de la escena jazzística de New York: Willie Jones III.
El viernes y el sábado, en función doble a las 20 y a las 22.30, Jones se presentará en Bebop Club (Uriarte 1658) al frente de un cuarteto que se completa con Justin Robinson en saxo alto, Danton Boller en contrabajo y el mismo Loiácono en trompeta. Loiácono recuerda que alguna vez, conversando con Rudy Royston, el baterista que grabó en su disco Vibrations, este le dijo: “Si querés tocar straight ahead, swing, nadie mejor que Willie Jones”. De ahí nació la curiosidad que enseguida llevó al trompetista a buscar en los discos, hasta poder escucharlo en vivo. “La primera vez que fue en 2015, en New York. Yo había ido para tomar clases con Eddie Henderson, que tocaba en el grupo de Jones, y me invitó para escucharlos una noche en un club de Harlem. Fue muy impresionante, Jones y todo su grupo”, recuerda Loiácono.
“Para mí es una mezcla entre Philly Joe Jones y Billy Higgins, pero actualizada”, continua Loiácono. No es casual que apele a dos figuras históricas de la batería en el jazz para definir a Willie Jones. El baterista, nacido en Los Ángeles en 1968 y desde 1991 radicado en New York, ha sabido elaborar la tradición de su instrumento en función de una versatilidad que le permitió moverse con la misma solvencia al lado de músicos tan distintos, desde Milt Jackson hasta Arturo Sandoval, pasando por Roy Hargrove, Sonny Rollins, Wynton Marsalis, Cedar Walton, Michael Brecker, Herbie Hancock, Hank Jones, entre muchos otros. “Willie tiene un time feel que es perfecto. Cuando lo ves tocar pareciera que no hay nada de asombroso, porque con su técnica descomunal domina cada movimiento. Pero es una máquina de ritmo. El tipo basa su toque en el ride (uno de los platos de la batería) y desde ahí lleva el grupo adelante. Es raro encontrar un baterista que sea tan consistente con el tempo tocando en vivo. Tiene un control tremendo”, agrega Loiácono.
El trompetista se entusiasma en el relato. Cuenta que en una de sus visitas a New York fue a escuchar otra vez a Jones. El baterista tocaba en una big band donde también estaban Justin Robinson y Danton Boller. “Aquella vez me invitaron para el día siguiente a un ensayo con el trío y tocamos un buen rato juntos. Ahora, me sugirieron que sería bueno que esté con ellos para estas actuaciones de Bebop”, detalla Loiácono sin ocultar su alegría. “Poder sumarme a tocar con un trío así es un sueño. Estos son músicos que combinan eficiencia y creatividad de un modo increíble. Están entre la tradición y la vanguardia, con un espíritu muy hardbop, como me gusta a mí”, asegura.
Batería, contrabajo, saxo y trompeta. Willie Jones encabezará un cuarteto pianoless, que ofrecerá un repertorio abierto, “que no sabremos con precisión cuál es hasta el momento de subir al escenario”, asegura Loiácono. “Este formato de cuarteto es sin piano, un poco sobre el modelo de los que supo tener Max Roach, otro gran baterista. Y el sonido va por ese lado, muy hardbop, un poco agreta, si se quiere”, continúa el trompetista, que, ni lerdo ni perezoso, aprovechará la volada y el domingo, después de los conciertos de Bebop Club, entrará en un estudio con este cuarteto para grabar.
“La idea es grabar un disco a mi nombre con este cuarteto. Lo haremos con el repertorio de estos conciertos y seguramente algún tema mío”, anticipa el trompetista. El esfuerzo de producir una movida internacional de estas características rinde sus frutos. “Se necesita de mucha energía, lleva mucho tiempo y por supuesto tiene sus riesgos. Pero hay que hacerlo. Es importante poder escuchar y tocar con jazzistas de este calibre, que además llegan para dar clases a los músicos de acá que estén interesados. Ese es otro de los objetivos de estas movidas. Yo tengo que estar en la organización y cuidar cada detalle, pero sobre todo estudiar, para cuando llegue el momento estar listo para dar lo mejor y poder disfrutar”, concluye Loiácono.