Carlos huye porque robó. Y ahora se hunde en el barro. Literalmente. Corren tiempos coloniales, y este europeo se encuentra atenazado por la frondosidad de una selva que todo lo devora. A partir del cuento de Carlos Masinger, la directora Paula Manaker lleva adelante la puesta teatral de Hombre Enterrado, una experiencia que cruza lenguajes y ella define como una pieza visual. La primera función fue anoche, las próximas tendrán lugar hoy y el fin de semana próximo –viernes a domingo–, a las 20.30 en el Teatro del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el Río).
Con producción del CCPE y el Centro Cultural de España “Juan de Salazar” de Asunción, Hombre Enterrado devuelve a Manaker a su escenario preciado, y como ella dice a Rosario/12: “Salgo de la maternidad y de la pandemia con esta obra que para mí fue un tobogán, una cosa muy hermosa, con las ganas de volver a pensar una cosa pública en este inicio nuevo”. Con arte visual a cargo del francés Ange Potier y participación de la artista paraguaya y maestra de la cerámica Ediltrudis Noguera, Hombre Enterrado reúne en su elenco a Federico Alejandro Tomé, Marcelo Díaz, Yanina Silva, María Cecilia Mastria y Mauro Lemaire. Ahora bien, ¿cómo y de qué manera surgió el proyecto?: “Nos fuimos dando cuenta que el inicio tuvo que ver con nuestros viajes a Paraguay, cuando tuvimos la oportunidad de reestrenar, después de 8 años, Un dios que se va, obra creada sobre textos de Rafael Barrett. Viajamos invitados por el Centro Cultural "Juan de Salazar" a reponer la obra, y eso para nosotros fue un sueño, porque tuvo que ver con algo que no habíamos podido concretar. Y fue una hermosura, porque Barrett estuvo viviendo en esas tierras y había escrito desde ahí. Así que estrenar la obra allí fue un lujo. Éste fue el primer enlace, no sólo porque la época en la que vivió Barrett se parece a la de nuestra obra actual, sino también por ciertas premisas, paradigmas y preguntas, que las atravesaban”.
“Allí hubo un germen”, sintetiza Manaker, y agrega: “También conocí unas festividades que tienen que ver con cómo, de algún modo, se repasa la sincretización o relación con los colonizadores y los pueblos originarios; en ese sentido, hubo algo que siguió resonando y se transformó con el tiempo. A estas fiestas paganas las desconocía y fueron muy interesantes, una es la de San Pedro y San Pablo que se hace en Altos, otra es la de San Francisco Solano que es en Emboscada, está la de Arete Guazú, en todas hay una representación del colonizador y del indio y una especie de vuelta sobre esa relación. Algo de todo eso quedó vibrando”.
El preámbulo que comenta la directora es fundamental, porque habla de una obra en curso, cuyo camino encuentra ahora expresión en Hombre Enterrado: “Estos condimentos flotaban alrededor nuestro, fue algo que nos quedó prendido. Y ahí apareció el cuento de Carlos Masinger. Trabajar con un cuento tan concreto, situado con personajes, fue una experiencia novedosa, al menos para mí, porque un cuento nunca había sido la materia de nuestros trabajos. Ange Potier, el realizador de la puesta artística y compañero de muchos años de trabajo, hacía un tiempo que había vuelto a la cerámica y al barro y estuvo vinculado a algunos artesanos paraguayos, que en este proceso invitamos. Como todo, no es algo que tejo sola, sino que se va llevando a cabo entre los cuerpos del equipo, que lo hacen más rico todavía”.
-¿Cómo fue el proceso de cruzar, además, varios lenguajes?
-Cuando empezamos a leer el cuento me gustó el desafío de ya tener el relato armado, antes de empezar el proceso. Al ir leyendo encontraba en las imágenes del cuento cosas para que Ange las dibuje o las pinte y le ponga su magia, así que había allí algo cifrado, como una invitación muy concreta a nuestros cuerpos. No era cualquier cuento, sino una intención de Masinger de provocarnos. Y a diferencia de otros trabajos, aquí el proceso de creación tuvo un anclaje muy importante y casi sin querer en la creación concreta de un escenario y de un paisaje. Ahí apareció algo muy especial: nos dedicamos a construir el retablo que después habitaron los actores. Este proceso de pensar cómo producir este paisaje teatral, que inspiraba el cuento, se dio a la par de ideas que nos venían dando vueltas, y que cada uno pudo desarrollar a partir de su propia relación con el monte, la selva, y la propia representación. En cuanto al elenco, había roles muy determinados y algunos un poco teatrales, que compartían algo propio del teatro, de la cosa situada, pero planteados de una manera no convencional. Hay algo que la hace casi una obra visual, pero que sin embargo se desarrolla en el teatro. Me cuesta mucho, por momentos, poder definir si es o no teatro, pero tiene que ver con las artes escénicas.
-¿Y en cuanto al abordaje temático?
-No abordamos la problemática de la ecología ni de los pueblos originarios en sí, sino la posibilidad de poder situar una relación que es, diría, una especie de clásico de nuestro continente respecto de Europa. Tiene que ver más con las relaciones entre personas, y hay dos cosas que se repiten: una es el hombre abandonado, el que no recibe ayuda sino hostilidad, al que se le niega la hospitalidad. Hay algo ahí que puede reverberar en las distintas relaciones humanas. Y después está la naturaleza devoradora; más allá de todos los recursos y logros humanos, la naturaleza avanza y lo hace devoradoramente. En ese sentido, creo que es algo que podría situarse en cualquier momento y que tiene una cuestión política. Todo lo que digo y abordamos son cosas que empezamos a pensar en un momento pero que después crecieron como algo medio nuevo, de una teoría propia (risas).
Hombre Enterrado incluye también a Carlos Masinger (autor, construcción escenográfica, música original), Ramiro Sorrequieta (vestuario y FX), y Diego López (diseño lumínico). Como señala la directora, la obra “no habría sido posible sin este equipo y elenco de lujo. Tuvimos la producción de dos Centros Culturales de España, fue una experiencia muy hermosa y facilitadora. La obra se estrenó en Paraguay y ahora lo hace acá, pero renovada. Y siento que invita a ser vista por gente que tal vez no asiste al teatro. Es una obra creada muy artesanalmente, hace mucho que no vemos cosas así, y lo artesanal para mí es muy valioso. Ediltrudis Noguera hizo unas piezas que son expuestas como una especie de instalación en el final de la obra, así que la invitación es siempre a compartir una experiencia que, a diferencia de otros espectáculos, podría interesar a un público más amplio”.