Dos potencias se saludan, qué duda cabe. En un rincón, Juan “Tata” Cedrón. 83 años. Dueño de una extraordinaria capacidad para musicalizar poetas, desde que arrancó con el Cuarteto en 1964 hasta hoy. Poemas de Raúl González Tuñón, Homero Manzi, Juan Gelman, Juan Carlos Bustriazo Ortiz Héctor Pedro Blomberg o Leopoldo Marechal, entre otros, fueron enriquecidos con su talento musical. En el otro rincón, Rodolfo Mederos. 82 años. Bandoneonista, compositor y pedagogo nacido en Buenos Aires y criado en Córdoba. Su pasado lo ve tocando al lado de Astor Piazzolla, Osvaldo Pugliese o Luis Alberto Spinetta. O haciéndose camino al andar entre aquella intrépida agrupación llamada Generación 0, el Quinteto Guardia Nueva, o el dócil péndulo que activó entre su Orquesta Típica y el Trío durante buena parte del siglo XXI.
La escena del encuentro entre los dos no es un ring, claro, sino una de las mesas del Torquato Tasso, la casa musical de Defensa al 1575 donde ambos confluirán durante todos los sábados de agosto para mostrar cada quien lo suyo, sin pretensiones marketineras. “La verdad es que yo no soy de compartir mucho el escenario, voy y toco lo mío, qué se yo, porque si no parece que en vez de un concierto es una especie de mercado persa, donde cada uno hace un bocadillo y al final no se sabe bien qué es. De todas formas, en este caso, creo que el `Tata` es como la otra parte de uno”, se sensibiliza Mederos ante PáginaI12, y ante un cafecito que ameniza la juntada. “Este encuentro se caía de maduro”, refuerza.
Ambos se divierten mucho durante la sesión de fotos, y hasta ensayan una versión de “El once”, viejo y lúdico tango de los hermanos Fresedo. Tal vez sea una especie de adelanto del cruce final, ese que a menudo sucede cuando dos potencias se saludan, aunque ambos prefieran dibujarle un signo de interrogación a la posibilidad. “Esto es algo que no se prevé, porque si no entramos en esa cosa de plástico tipo Hollywood. Si se da que nos crucemos al final, bien, y sino, también. Tiene que ser algo espontáneo, no algo especulado como objetivo de venta. Es como cuando uno hace una fiesta y dice `invítalo a fulano, porque trae vino`… ¿pero por qué lo invito, para que traiga vino o para estar con él?... Bueno, esto es algo así”, dispara el bandoneonista y compositor.
-Decías antes que el encuentro con el “Tata” caía de maduro, Rodolfo. ¿Motivos?
Rodolfo Mederos: -Y, mirá, si ves un pescado por un lado y agua por el otro ¿no los vas a juntar? Nosotros somos como eso. Si bien nuestras músicas son diferentes, también son complementarias. No hay un enfrentamiento, una oposición o un atropello entre ellas… acá está lo del pez y el agua, la música y la poesía, ¿no? Y además nos unen las ganas, la honestidad, y una mística que tiene que ver con la historia profunda del tango.
Juan Cedrón: -Y la parte de juntar que siempre promueve el Tasso, ¿no? Como dice Rodolfo, la verdad es que nos agradó mutuamente juntarnos. Como decía él, nosotros con mi cuarteto vamos a hacer nuestra música, y él la suya, músicas ambas que, si bien son diferentes, tienen a la vez en común un bagaje, una historia.
R.M.: -Para una persona como yo con la edad que tengo, encontrarme con una persona como Juan, y recibir esa oleada de frescura y autenticidad sin ningún retorcimiento de nada, es algo revitalizador, porque la verdad es que estoy muy agobiado de la cosmética, la puesta en escena, o el marketing. Me rebelo contra esas prácticas nocivas para con el arte… siempre estoy valorando mirar a la cara del otro. Por eso, y más allá de todas las diferencias que podemos tener con Juan, porque todos los seres humanos somos diferentes, hay un encuentro de sensibilidad, de sensación, de ideología. Todo esto es lo que me decide a decir sí a este compartir con él.
J.C.: -Rodolfo compone, hace tangos tradicionales que yo escucho con atención. El está más en lo instrumental, y yo me enfoco en la canción, pero hay una manera de componer que nos identifica a la dos…y es la de estar ligados a la memoria. No se puede no reconocer a los clásicos, y nosotros los reconocemos. Y no solo a los del tango, sino también músicos como Los Hermanos Abalos o La Tropilla de Huachi Pampa.
El nosotros antedicho del “Tata” se refiere al cuarteto que comanda en la actualidad al servicio de valses, tangos y milongas. El plural de Mederos, en tanto, refiere al trío que completan Sergio Rivas en contrabajo y Armando de la Vega, en guitarra. “Pienso hacer una especie de repaso de la historia del tango con un fin pedagógico, porque mucha gente no sabe cómo fue esta historia… por eso hay que mostrarla”, adelanta Mederos. “Por otro lado, está mi disfrute, dado que tocar estas cosas es como estar en casa, ¿no?, como volver al viejo hogar, y sentir el olor al kerosene del calentador Primus o al mate cocido de las mañanas de invierno, y a la vez compensar con una actitud diametralmente opuesta, basada en una búsqueda que necesito, porque sino mi vida no tendría más que un geriátrico en el futuro. Necesito encontrar una música que siempre busqué, resumo.
-¿Después de tanta batalla?
R.M.: -Es que las batallas sirven para eso, para seguir batallando. Las batallas no son para ganarlas, sino para seguir peleando. Y en este camino, ya que estoy informo, está volviendo Generación Cero.
-¿Volviendo cómo?
R.M.: -Con otros músicos, con otra música, y con otro Mederos, porque sé que hay otra música que necesito encontrar antes de abandonar este planeta. Es un desafío que no puedo rechazar, porque sería como tener sed, estar frente a un vaso de agua y no beberlo, ¿no? La vuelta de Generación Cero, además, es como volver a casa para ver si estaba todo en orden, tomar un mate con mis viejos, y volver a salir. Lo necesito porque, a ver, no quiero ser discepoleano, pero la época que nos toca vivir no es precisamente un ejemplo de frescura, de honestidad y de autenticidad.
-¿La recorrida que vas a hacer por la historia del tango tiene algo que ver con la que realizó Astor Piazzolla en “Tristeza de un doble A”, pieza en la fue mostrando los estilos del tango, a través de sus grandes bandoneonistas?
R.M.: -Diría que son mis interpretaciones de las músicas de la Guardia Vieja y de la década del cuarenta. Hago esto porque si no hay memoria no hay futuro.
Cedrón y Mederos se conocieron allá lejos en el tiempo –1963—cuando el “Tata” fue a tocar a una exposición en Córdoba, donde vio tocar al joven Mederos, en un concierto de la Facultad de Arquitectura. “Y bueno, me gustó, imaginate”, evoca, abriendo mucho sus ojos expresivos. El guitarrista está hablando de una secuencia vivida hace casi sesenta años, y la recuerda como si fuera hoy. “La segunda vez que lo vi a Rodolfo fue durante otra excursión a la provincia. Recuerdo que habíamos ido con Paco Urondo, Juan Gelman, Miguel Praino y César Stroscio a presentar un espectáculo de tango y poesía. Esa vez lo terminé invitando a Gotan”.
Gotan era uno de los Café Concert más referenciados de la década del sesenta, y Cedrón cortaba el bacalao allí. El lugar opera como otro vector histórico para encontrar a los dos en un devenir afín. Allí, tras la invitación de Cedrón, Mederos se encontró con una bohemia vernácula sesentista que cruzaba a Eduardo Rovira con La Porteña Jazz Band, Mercedes Sosa, y Astor Piazzolla. “Piazzolla y Rovira bajo un mismo techo… era como juntar el agua y el aceite”, se ríe Mederos. “Hay una anécdota inolvidable”, se enciende otra vez el “Tata”, cuya memoria es prodigiosa. “Yo no sé por qué pasaba eso entre ellos, che. La cosa fue que una noche estaban Rovira tocando, Astor escuchando, y éste quiso tocar en el boliche. Entonces lo fui a buscar al hotel Tres Sargentos, donde vivía por entonces, me exigió el horario, le dije que parara, que el dueño de la pelota era yo, y que el horario lo iba a compartir con Rovira, conmigo y con La Porteña. Bueno, pero lo que pasó la primera noche fue que, mientras tocaba Rovira, Astor se levantó y se fue al boliche de la esquina. Había mucho roce, mucha bronca entre ellos”.
-Volvamos a ustedes dos. ¿Qué más hay de aquellos encuentros primigenios durante la década del sesenta?
J.C.: -Yo venía del campo, de Mar del Plata, donde las radios pasaban a Corsini, a Magaldi, a los payadores camperos, a nuestros clásicos, y a la vez me empezó a interesar musicalizar los poemas de Tuñón, de Gelman. Era un momento de hacer cosas, de hacer sin razonar demasiado, y de conocer, sobre todo. Entonces, cuando me invitaron a escuchar a un músico joven en Córdoba, fui… no pregunté si era moderno, clásico o lo que sea, fui, y me gustó lo que estaba haciendo Rodolfo. Por eso lo invité a que viniera a tocar a Gotan, en Buenos Aires.
R.M.: Así fueron los primeros encuentros, sí. Después, a fines de la década, también nos cruzamos en Michelángelo con Osvaldo Pugliese.
T.C.: Siiii, me acuerdo que tuvimos que alquilar un smoking, y nos dieron solamente una pechera (risas).
Otra coincidencia entre Mederos y Cedrón fue la de haber trabajado musicalmente, aunque desde diferentes estilos, claro, textos de Juan Gelman. El primero fue el “Tata”, a través del disco Madrugada, en 1964, donde ambos compartieron la composición de 19 piezas. “Grabé cincuenta acetatos con eso… tenía que juntar plata para comprarme el traje de casamiento”, se ríe el cantor. “Luego llegaron Cuerpo que me quieres y Fábulas, también míos con Gelman, y Del amor, el trabajo que hicieron juntos Juan y Rodolfo. También marcaría otras cosas que tenemos en común con Mederos… nuestra amistad con Rodolfo Alchourrón o el cruce con bandas de rock de otros tiempo, en fin, yo viajaba mucho en esa época, estaba mucho afuera, pero sabía que Mederos era un músico argentino que estaba activo, que hacía cine, que viajaba a Cuba”. “Qué viaje ese a Cuba, sí… dimos la vuelta al mundo para llegar”, tercia Mederos. “Como era una época brava, no podía figurar Cuba en el pasaporte, y entonces tuvimos que ir hasta Praga, donde nos sellaron el pasaporte, y de ahí a La Habana… inolvidable”.
Y así fluyen las anécdotas, siguen su curso. Cedrón y Mederos se suben a un hermoso tren del tiempo, con cuatro estaciones en el camino inmediato: 6, 13, 20 y 27 de agosto, ramal San Telmo.