Hoy se cumplen 56 años del lanzamiento de Revolver. El álbum de los Beatles tan moderno, complejo y psicodélico que siempre está de vuelta. No sólo porque se rumorea que Apple, su sello, planea un lanzamiento deluxe y remezclado en algún momento de 2022 (como las reediciones que comenzaron en 2017 con Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band ), sino porque la pólvora de sus canciones se mantiene intacta.
Año 1966. La Beatlemania es un ruido que empieza a ensordecer a los fab four, los cuatro músicos más creativos del mundo. Las giras son interminables y la fama, tan tanguera, es puro cuento: les impide salir a la calle o siquiera llegar hasta los estudios de TV londinense para tocar en vivo (y así nacerá la idea de realizar fimaciones o “promos” para evitar trasladarse: el video clip).
Todos quieren ser amigos de John, Paul, George y Ringo. Y lo único “más grande que Jesucristo” —la frase de Lennon que llevó a la quema de sus discos en EE. UU— es ese acoso mediático que nada tiene de rock o de swing. Los Beatles parecen gritar: “ayuda, necesito a alguien”
Ese algo o alguien vino en forma revelación. De revuelta. Los Beatles entendieron que además de ser "los mejores amigos del mundo" (algo que repiten en el documental Anthology, como si el tiempo post-beatle hubiera roto ese pacto), eran cuatro individuos diferentes.
Los Beatles antes de Revolver
George Harrison estaba imbuido en la música y espiritualidad de Ravi Shankar; McCartney, descubría la música contemporánea, se codeaba con Allen Ginsberg y William Burroughs y hacía proyecciones de sus films experimentales con Andy Warhol. En Lennon, el LSD transformaba su experiencia compositiva. Y Ringo... seguía siendo su amable y perfecto baterista.
Revolver se disparó. Fue la vuelta de la revuelta, el tiro certero de todas sus facultades creativas de los Beatles. Con su disco séptimo disco, los Beatles, alienígenas en tierra, dioses del siglo 20, no se sentaron a descansar, sino que compusieron un nuevo testamento. El estudio de grabación dejó de ser una herramienta para transformarse en un medio para proyectar el fonograma: casi todos los temas de Revolver nacieron en Abbey Road, compuestos en “tiempo real” y no en ensayos previos o pre-producción.
Y los Beatles se revuelan y rebelan también. Comienzan a exigir vez más tiempo de los estudios de grabación que aún se regían aún por costumbres de lastre inglés tan de posguerra (en Abbey Road los ordenanzas usaban guardapolvo marrón; los técnicos iban de blanco y los ingenieros de sonido, de saco y corbata). Le comienzan a pedir a George Martin más experimentación, juegos con la electrónica, loops, instrumentos hindúes y armonías cada vez más complejas.
The Beatles Yesterday and today y la tapa que no fue
Una historia curiosa que rodea este disco es que apenas dos meses antes de su lanzamiento en Inglaterra, en EE. UU. se lanzó un álbum oficial que ya contenía tres canciones de Revolver. Capitol, el sello estadounidense de Los Beatles, hasta ese entonces tenía una estrategia de mercado en la que “reordenaba” y recompilaba para el público americano (la palabra vale porque éstos eran los discos que llegaban a la Argentina) el contenido original de discos previos. Hoy se los conoce como “The U.S. Albums”.
Pero The Beatles Yesterday and Today fue un caso singular. En su tapa original, conocida como la "portada del carnicero", aparecían los cuatro Beatles riéndose, con delantales blancos, con muñecas descabezadas y pedazos de carne. La tapa al día de hoy sigue luciendo bastante perturbadora y ciertamente genial. Fue censurada por la discográfica estadounidense y reemplazada por una tapa mucho más anodina en la que posaban junto a un baúl. Al juzgar por sus caras largas y los trajes de mafiosos demasiado holgados que lucen, los cuatro de Liverpool hubieran preferido la anterior.
La tapa de Revolver fue diseñada por Klaus Voorman. Amigo de los Beatles desde sus año formativos en Hamburgo, él y Astrid Kirchherr fueron los padres del look de los cuatro de Liverpool, incluyendo su famoso corte de pelo. La portada es un extraordinario collage de dibujos y fotos personales que se les pidió a cada beatle. El blanco y negro contrasta con la hegemonía multicolor y psicodélica de ese entonces. En una entrevista con el diario The Guardian explicó como hizo esta obra maestra del pop visual: sobre una pequeña tabla de cocina y en el ático de su casa. Le pagaron 50 libras inglesas.
Cómo se grabó Revolver
Escuchado hoy, Revolver no comienza con la filosa “Taxman”, de Harrison. No. Empieza antes, con su “One, two, three, four; one two...” entre toces y cintas pasadas al revés. Esos primeros segundos se grabaron aparte y allí la voz de Lennon cita el Big Bang Beatle: el conteo inicial en “I saw her standing there”, primera canción del primer disco, Please please me. Pero ya no se trata de la cuenta para emular la sensación de “en vivo”, tampoco son las típicas humoradas scouse (el dialecto de Liverpool) de Lennon. ¿Qué quisieron decir o hacer?
Aquí, como en “Sin aliento” de Godard —que interrumpe el flujo del relato con cortes y saltos de eje—, hay autoconsciencia. Una autoconsciencia beatle que nos dice: “miren, esto está siendo grabado ahora”. Revolver sería al rock, lo que la Nouvelle Vague al cine: libertad, citas, melomanía, montaje en la sala de estudio, práctica y teoría musical. La música como autoconocimiento personal.
En un lapso de diez semanas de grabación, cada canción desafió límites. En “Eleanor Rigby” el doble cuarteto de cuerdas fue influenciado por la banda de sonido de “Psicosis. Y fue el ingeniero de sonido Geoff Emmerick y no George Martin, quien encontró ese sonido. Posicionar los micrófonos tan cerca de los instrumentos (desafiando las ferrea distancias reglamentarias de los estudios) le costó un reto por parte de sus superiores en EMI. Pero así nació ese sonido mordiente de chelos. El sonido, para siempre, de toda la gente solitaria.
Según se cuenta, durante la grabación de “Yellow submarine” la nube de marihuana invadió todo el estudio mientras Mick Jagger y Brian Jones revoloteaban como invitados. Que se haya intentado ponerle un preservativo al micrófono y sumergirlo para lograr un efecto hídrico mientras Lennon hacía burbujitas en un vaso, ayuda a deducir el espíritu delirante de la grabación. Durante los ensayos trataron a la canción de infantil... y llegó el número 1 en las radios.
Tomorrow never knows, hoy
Desconectá tu mente, relájate y dejate llevar, se escucha en la canción que es el comienzo del fin: “Tomorrow never knows”. La que cierra el disco y su frecuencia espiritual más alta. “Dalai Lennon” pidió que su voz sonara “como cientos de monjes tibetanos cantando al mismo tiempo” y en palabras de Ian MacDonald, autor de Revolution in the Head: The Beatles' Records and the Sixties”, la canción es un “puro acontecimiento sonoro”. Adelantada a su época en décadas, se convirtió en el dogma portátil de la música electrónica desde que The Chemical brothers la reinventaron y renombraron como “Setting sun”. El disco también terminó de demostrar, con “Love you to” y “I want to tell you”, que Harrison era un compositor innegable.
El 5 de agosto de 1966 salía a la venta Revolver. Su título alude tanto a un arma de tambor como a la rotación de la bandeja de vinilos (to revolve). Guillermo Cabrera Infante, para desactivar una de la frases más infames del nazismo (“cuando escucho la palabra cultura, desenfundo mi revolver”) dijo alguna vez, con su típico ingenio, “cuando escucho la palabra revolver, desenfundo mi cultura”. Hay que desenfundar, una y otra vez, en vinilo, CD o streaming, Revolver. Es un disco detonado de cultura musical. Un arsenal sonoro que continúa, 56 años después, cargado de futuro.