Giorgio Chinaglia, el tano pesado con vínculos con la mafia que le copó la parada a Pelé en el Cosmos; George Best, el fenomenal irlandés que la rompía en el Manchester en los ‘60, un tempranero ídolo mundial encantado con la noche y con chuparse todo lo que tuviera a mano; Narciso Doval, el carasucia que por la misma época se convirtió en estrella del Flamengo y de las playas y los boliches cariocas; Lars Elstrup, el campeón danés angustiado por la presión del ambiente que se metió en una secta, sintió que podía salvar al mundo y cada tanto se aparecía desnudo, en la calle, con algún adicional provocador; Garrincha, que no necesita mayor presentación, el jugador más querido en la historia del fútbol brasileño, y Sócrates, su calidad exquisita y su militancia en el PT, médico, activista; el Turco García, pionero en teñido y permanente capilar, y el uruguayo O’Neill, que arrancó de chico con el trago y no reniega de eso, un volante talentosísimo que brilló en Nacional, Cagliari y Juventus, donde jugó a la par de Zidane, admirador de su estilo y su juego. 

   Son algunos de los integrantes del plantel de 22 locos  Los futbolistas más fascinantes de la historia, el volumen que inaugura una colección –convenio entre la lúcida, notable revista Un caño y editorial Planeta. “Cuando a alguien coloquialmente se le dice loco no se alude, por lo general, a un cuadro clínico de cura improbable”, se plantea en la breve charla técnica que funciona como prólogo. “Por lo contrario, suele ser una lisonja, el modo de resaltar una diferencia positiva. El mote instala un aura romántica. ¿Quién es un loco socialmente valorado? Aquel que rema contra la corriente materialista mayoritaria, que es desinhibido al punto de la extravagancia. Que vive con reglas de cuño propio, desentendido de la mirada y las imposiciones del mundo. Y que por si fuera poco, es divertido y ocurrente. Pues bien, algo de eso hay en la selección hecha para este libro. Un modesto reconocimiento a la inconducta necesaria en el reino del fútbol, devenido escenario de negocios donde la pasión se enarbola como consigna de hierro, aunque se aplica para vender cerveza y tarjetas de crédito. No tanto en el juego, en el que rigen las premisas sobrias”. 

  La serie de semblanteados/perfilados abre con Robin Friday, un ídolo del Reading inglés que debutó a comienzos de los ‘70 y se retiró a los 25 ya destrozado, un prototipo del “amateur que dinamita las restricciones del protocolo profesional”; también son retratados el Mágico González, el mítico Ezio Vendrame, el sueco Thomas Brolin, el pendenciero Candonga Carreño. “Acaso no encuentren ciertos nombres cantados –se advierte en la presentación, en referencia quizá a que no se cuente de Hugo Orlando Gatti, o de René Houseman–. Hemos privilegiado la potencia de las historias, no el palmarés de los retratados. Claro que algunos locos ilustres cumplen con creces en uno y otro rubro, como George Best y Eric Cantona, abanderados del equipo que aquí sale a jugar”. En el libro abundan los descarriles, claro, los ocasos anticipados, las épicas de algunas persistencias, la rebeldía. Y futbolistas que fueron brillantes, sobre todo. 

  Los textos no llevan firma individual y es curiosa la resolución, avisada así: “El equipo de Un Caño para este libro forma con: Alejandro Caravario, Pablo Cheb, Christian Colonna, Damián Didonato, Mariano Hamilton, Mariano Mancuso y Fabián Mauri”. Los autores defienden, casi al final, que su selección sea incompleta y arbitraria. “Un rasgo que, lejos de cargarnos de culpa, confirma el temperamento de Un Caño –plantean–. A las decisiones editoriales, si no media censura, las dicta la subjetividad más profunda y las reelabora el oficio periodístico”.