El sábado por la mañana, en el mercado CoFrutHos de la capital salteña, los tomates más baratos eran de Fraile Pintado. En esa localidad jujeña, conocida por ser la capital de la hortaliza, hace semanas que sus productores regalan tomates en San Salvador y Purmamarca. Piensan en tirarlos y no cosecharlos, porque ni siquiera llegan a cubrir los costos.
La brutal devaluación de la moneda nacional golpea fuerte, particularmente a los pequeños campesinos. Como no son dueños de la parcela que trabajan, hace años que conforman el colectivo de la Unión de Trabajadores de la Tierra. Del total de pobladores del paraje jujeño dedicados al rubro hortalizas, el 50 por ciento adhiere a la UTT. Solamente en Jujuy, el colectivo suma mil familias que se distribuyen entre Santa Clara, Palma Sola, Perico, Puesto Viejo, Aguas Calientes, Villa Montes y Yuto. En Salta son más de 500 familias por el norte de la ruta nacional 34, desde Güemes hasta Aguaray. También en la ruta provincial 5, desde General Pizarro hasta Apolinario Saravia.
En el mercado concentrador salteño, el pasado sábado por la mañana, los primeros puestos ofrecían tomates a 150 pesos los dos kilos. Ovalados, rojos, grandes y en excelentes condiciones. Más maduros, costaban 100 pesos los dos kilos. Los puesteros salteños consultados aseguraron desconocer la procedencia del producto. “Son del norte”, fue la respuesta a Salta/12, genérica y evasiva. “Esos tomates”, señalando cajones apilados, “¿son los que producen los trabajadores de la tierra de Fraile Pintado en Jujuy?”. El dueño del puesto contestó tajante “son del norte”, sin disimular el disgusto que le provocó la mención a la UTT.
Por mayor, el cajón de 22 kilogramos oscilaba entre 1200 y 1000 pesos. Es decir, entre 54 y 45 pesos por kilo. A pocos metros, el cajón de 16 kilos se ofrecía a 900 pesos, mientras que otros más pequeños, se ofrecían a 700 pesos el cajón de 18 kilos. En definitiva, entre 56 y 34 pesos el kilo. Desde sus redes sociales, la UTT había planteado el 3 de agosto, que la coyuntura se había agravado a tal punto que las familias campesinas estaban vendiendo su producción a intermediarios mayoristas “por menos de 5 pesos el kilo”. Lo hacían sin llegar a cubrir los gastos de producción.
La calculadora de la cronista hacía cuentas. En la góndola de los grandes supermercados salteños, el mismo tomate perita que se vendía en el CoFrutHoS, rondaba los 250 pesos el kilo. En pocos minutos, la sorpresa fue el gentío reunido frente al mostrador de dos puestos de hortalizas. El tomate que vendían era jujeño. Los puesteros no tuvieron problema en admitir su procedencia: Fraile Pintado. En el primero, los dos kilogramos costaban 90 pesos. Al lado, la misma cantidad se ofrecía por $40. En ambos casos, el cliente podía elegirlos directamente del cajón de madera o jaula de plástico. La pregunta era ya inevitable: si los campesinos utilizan las mismas semillas híbridas que otros productores a escala para asegurar un rinde mínimo por hectárea, ¿a qué se debe la gigantesca variación de precios?
“Lo que pasa es que está todo dolarizado y, a ésta altura, es un problemón”, explicó a toda velocidad el encargado del puesto que los vendía más barato, mientras pesaba las bolsas que le acercaban sus clientes y cobraba. Su respuesta refería a la cadena productiva del tomate, más precisamente al valor de los insumos productivos. Esa lista actualmente incluye el arriendo de la tierra, las semillas, el paquete tecnológico compuesto por fertilizantes y herbicidas, y el gasoil que marca el costo del flete. Se suman, aunque en pesos, el cajón de madera que se produce en Misiones o Mendoza, y los jornales de trabajo en distintos momentos del crecimiento de la plantación.
Insumos en dólares, mercado en pesos
“Estamos muy preocupados porque no sabemos cómo termina todo esto”, expresó sincero Darío Moreno, de la UTT Orán (Salta). “A 600 o 700 pesos el cajón de tomate no cubrimos nada”, expresó, “porque nosotros, antes de la devaluación, pensábamos venderlos a 1500 pesos de base”. En Colonia Santa Rosa, Salta, campesinos de la tierra los vendieron a 500 pesos el cajón la semana pasada.
“Varios compañeros no van a producir tomate para 2023 porque tienen que pagar deudas a fin de año, como las semillas”, anunció el delegado. “Nosotros necesitamos entre 300 mil y 500 mil semillas. Cada compañero utiliza entre 20 y 30 mil según la cantidad de hectáreas que arriende, y se pagan al final de la cosecha”, continuó Moreno. Si el dólar sube, el productor las paga a la cotización del dólar paralelo el día que se cancela el saldo. “En Orán, usamos Mataco F1, Nativo F1 o Blye F1 para el tomate”, detalló Moreno. Según importadores argentinos con precios a la vista en portales digitales, Nativo F1 por 25.000 semillas cuesta cerca de 300 mil pesos; Blye F1 por sobre de 2500, 34 mil pesos.
Según un informe de diciembre de 2020 sobre la producción de tomate en Argentina, en el país se producen alrededor de un millón cien mil toneladas de tomate sobre 17 mil hectáreas. Un dato clave del documento es el rinde: 67 toneladas por hectárea. Como se trata de un valor promedio, permite calcular el mínimo en 35 toneladas y un máximo en 100 toneladas por hectárea. En esa brecha es posible contextualizar modelos productivos: a campo con espalderas, semiforzados con túnel de plástico, o en invernaderos. Los primeros tienen menor rendimiento si no se usan los fertilizantes adecuados en tiempo y forma; los últimos son más onerosos pero pueden alcanzar las 200 toneladas por hectárea, según el mismo informe del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Nación. Las familias de campesinos de la tierra de Salta y Jujuy se agrupan en el primer caso. Pero en 2022, la volatilidad del peso problematizó todo.
Los fertilizantes son otro insumo dolarizado. Sin embargo, el encarecimiento de los nitratos de potasio, urea y fósforo necesarios para optimizar la producción, tiene origen internacional. En dólares y en el mercado global de fertilizantes agrícolas, la urea pasó de u$s 690 la tonelada en junio de 2021 a u$s 925 en abril pasado. Argentina produce muy poco, la mayoría engrosa la cuenta nacional de importaciones. El nitrato o cloruro de potasio, pasó de u$s 221 la tonelada en enero de 2022 a u$s 563 en abril pasado. El fosfato diamónico pasó de u$s 613 la tonelada en julio de 2021 a u$s 954 también en abril pasado. Igual que con la urea, Argentina no produce estos nutrientes importantes para el tomate. En Salta, si bien existen yacimientos potásicos en la Puna, hace pocos años se activó la producción minera, aunque con empresas extranjeras.
Colectoras y caminos
La producción del tomate del NOA se extiende entre los meses de mayo y octubre. La cadena de comercialización maneja otros modos de cotizar el producto. Una serie de intermediarios se suceden desde que el tomate en cajón o jaula abandona el pequeño lote de los productores de la tierra. Carlos Gutiérrez, de la UTT de Fraile Pintado, explicó esos dos grandes momentos (producción y comercialización) en detalle.
“Desde que nace la planta hasta la cosecha, el productor puede trabajar en todas las tareas. Si no, puede contratar un mensualero, un tantero o un mediero, que va a cobrarle de las ganancias que obtenga al vender la cosecha. Si no ganás nada, tampoco ellos”, dijo. Al cosechero se lo busca al momento de levantar el fruto. Cobra por caja o jaula. Ese valor lo establece, cada año y por provincia, la Comisión Nacional de Trabajo Agrario del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. En 2022, los últimos valores para personal en tareas de horticultura de Salta y Jujuy se establecieron en mayo pasado. Es la resolución 70/22.
El proceso detallado por Gutiérrez sigue en un galpón. Allí se seleccionan los tomates por tamaño. Aparecen los embaladores, que también cobran por caja. Después el producto empaquetado pasa a los camiones del intermediario. Los cargadores cobran de la misma manera. Es el momento en que el proceso productivo desaparece por completo. Se abre la cadena de comercialización. Decir que obtienen su ganancia de lo que venden es abrir la puerta a un proceso especulativo y anárquico, porque al precio del tomate no lo regula nadie.
Para que el tomate llegue a un mercado mayorista como CoFrutHoS, hay un cuello de botella que debe atravesar. Se trata de los controles de Rentas y Gendarmería en la frontera entre las dos provincias. Muchos intermediarios consultados por Salta/12 contaron que para resolver la compra realizada a pequeños productores de la UTT, recurren a factureros que le venden la boleta oficial por algunos pesos. “El Estado no ayuda en nada”, se quejó una de las fuentes consultadas. Explicó así por qué se complica comprar productos a los campesinos de la tierra de Jujuy.
Sorteada la barrera arancelaria, y descargada la mercadería en Salta, al tomate lo esperan más embaladores. Ellos son magos, porque multiplican las jaulas que reciben en más cajones. “De cada cien, ellos se encargan de transformarlas en unos 130”, calculó Gutiérrez. Esos son los cajones que oscilan entre 22 y 17 kilogramos apilados por todas partes en el mercado CoFrutHoS. Compran los minoristas, verdulera o verdulero de calle, o los pequeños negocios. El precio final suele ser el que marca el supermercado más cercano.
¿Por qué no se interviene seriamente en la cadena de la formación del precio de esta hortaliza de consumo masivo? Sebastián Buono, jefe interino del INTA de San Pedro de Jujuy, no dudó en plantear la necesidad de un precio sostén por la dinámica del año en curso. Planteó además como necesidad, la tarea de sensibilizar o concientizar al consumidor masivo sobre la larga cadena de intermediarios. Sin embargo, ante las posibles soluciones, prefirió no dar más precisiones ¿Estatales o privadas? Desde Nación, el último anuncio de regulación lo dió ex ministro Matías Kulfas. Fue a fines de febrero, cuando se hablaba de una Empresa Nacional de Alimentos y de la creación de un Fondo Fiduciario para sostener el precio de los productos frescos. En cuanto al gobierno de Jujuy, hasta la semana pasada los trabajadores de la tierra lamentaban que ningún funcionario se había acercado a escucharlos.
El 14 de julio pasado los campesinos de la UTT de Fraile Pintado se manifestaron en la plaza principal de San Salvador de Jujuy, frente al Palacio de Gobierno. Reclamaban subsidios y otras iniciativas del gobierno de Gerardo Morales. Sin embargo, parece ocupado en otros emprendimientos. Uno de los principales problemas de los campesinos es cómo llegar con sus productos directamente a los consumidores. En el Gran Buenos Aires, la UTT creó los Almacenes de Ramos Generales. Esa experiencia es materia pendiente en Salta y Jujuy. Las ferias son ocasionales y no pueden resolver como participar en la oferta diaria de hortalizas.
Sin duda, no es el productor pequeño el problema. Padecen la dolarización en los insumos productivos, que aparece hasta en el valor de arriendo. Carece de acceso a créditos blandos para comprar camiones para transportar sus productos. Tampoco para comprar la tierra donde producen. Todavía espera en el Congreso Nacional la ley de Acceso a la Tierra. No pueden desanclar insumos de la espiral dolarizadora. El INTA hace lo que puede, desde que se lo reestructuró en el golpe cívico-militar del 70. Incluso hoy, si tienen desarrollos genéticos exitosos, se los terminan llevando las semilleras internacionales. Sebastián Buono la estación de San Pedro, recordó que las grandes empresas terminan patentando como propia la investigación nacional.
La incipiente industrialización de tomate en Salta y Jujuy se desarrolla con el excedente de producción. No se cosecha para industria en el norte. #ElCampoQueProduce para la mesa nacional necesita subsidios en todos los eslabones de su cadena, como tiene el modelo europeo. Hace falta que el Estado se haga cargo, después de tantos años de ausencias, persiguiendo recetas neoliberales que no deja de mostrar su verdadera cara: se tira la producción en medio del hambre y la miseria.